La expresión sujeto femenino la tomo del libro del maestro Diógenes Céspedes titulado “El Sujeto Dominicano. Estudio acerca de su especificidad” (Sto Dgo: Editora Universitaria, UASD, 2011). Esta noción, inspirada en los estudios de destacados lingüísticas, es propicia para abordar la cuestión de cómo las intérpretes de bachatas se ven a sí mismas en su condición de mujer. Ello se hace a partir de un enfoque de género y desde la perspectiva de la masculinidad hegemónica.

Debemos destacar que cuando un intérprete (re)produce una obra de arte a través de la construcción verbal inmediatamente formula un discurso, cuyo medio es la lengua, y en el cual dice su particular manera de acercarse al mundo, a los otros y a sí mismo. En este sentido, el discurso construido es una estructura de sentido que se ofrece para el consumo cultural, no solo para producir un bien de mercado.

Dos intérpretes me han llamado poderosamente la atención y que destacan como sujeto femenino en un complejo mundo de hombres: Mélida Rodríguez (La sufrida), inició en la década del sesenta entre el bolero, las rancheras y la bachata y Aridia Ventura quien se destaca como intérprete en los setenta y ochenta.

En el caso de Mélida Rodríguez  los patrones culturales que le sirven de filtro para entender el mundo desde su condición femenina son los mismos que reproduce el varón frente a la hembra. Por ejemplo, la tristeza ocasionada por la traición amorosa se ahoga en licor (escuchar https://www.youtube.com/watch?v=e9BR_zjGTRM&list=RDTLCxvCOylD8&index=5); el licor se convierte en el lenitivo para el alma (escuchar https://www.youtube.com/watch?v=8n4p2mPPMcM). 

El sujeto femenino en las bachatas de Mélida es la víctima de la traición masculina. Sus canciones tomaron este motivo permanente y reprodujeron a plenitud el ambiente cultural de la bachata en las décadas del sesenta y setenta: la vida alegre. Ahora bien, la pasividad femenina (escuchar https://www.youtube.com/watch?v=FQ__EVw0ZY4) se quiebra y su modo de liberación es la venganza, el ojo por ojo y diente por diente (escuchar https://www.youtube.com/watch?v=vb-F9MrKbz4). Esta última bachata, La Sufrida, fue su mayor éxito de su autoría y refleja cierta conciencia liberadora, aunque sujeta a los mismos patrones que denuncia.

El sujeto femenino atrapado en las garras de la traición masculina se vuelve a cantar en las bachatas de Aridia Ventura (La Verduga) que inicia su carrera en la década del setenta. Uno de sus éxitos denota esta condición femenina (escuchar https://www.youtube.com/watch?v=fJLM4-017i49), pero esta vez con una postura más decidida sobre sí misma aunque expresada en los mismos términos de Mélida (escuchar https://www.youtube.com/watch?v=IUkYfQaGu-s).

Las influencias del bolero y de las rancheras mexicanas construyeron el imaginario de amplios sectores populares dominicanos en donde la masculinidad hegemónica se cantaba a sí misma en su dolor y en su gloria. Las intérpretes de estos años apenas repitieron el patrón, las ideas liberadoras en los escasos momentos en que se cantaban reproducían el modelo masculino reproduciendo lo que se ha conocido como “violencia simbólica”. Por ejemplo, la canción de Aridia “No eres un macho” pretende liberarse de un hombre “cualquiera” y bebedor, pero su deseo es obtener un “hombre macho” que la conquiste, no un simple varón. En esta actitud lo que muestra es la asunción de un modelo de comportamiento y su repetición en un producto cultural (escuchar https://www.youtube.com/watch?v=QkzW043bbyU).

Estos ejemplos son importantes porque muestra no solo el “espíritu” cultural de un amplio sector de la población dominicana en un momento determinado, sino también porque señala hasta qué punto las ideas feministas se mantuvieron restringidas a las academias y a la vida intelectual de la época y no todas las mujeres adoptaron el discurso feminista y se expresaron en los nociones básicas de este discurso y sí en un discurso de la masculinidad (abiertamente sostengo que hay demasiada violencia simbólica en la poesía escrita por mujeres en el país).

En el caso de estas intérpretes de bachatas (boleros y rancheras) son dignas de mención porque cantaron una música popular dominada por varones y tuvieron éxito en una época en que esta expresión artística era mirada desde los prejuicios de la mojigatería del pequeñoburgués dominicano (categoría discutible en todos los sentidos, pero identificadora de un sector).

Seguiremos la próxima semana, no en bachata ni en política, sino en literatura.