"VAE VICTIS", era el grito romano. ¡Ay, de los vencidos!

Yo lo alteraré ligeramente: "Vae Victori" ¡Ay, de los vencedores!

El ejemplo más sobresaliente es la victoria sorprendente que Israel alcanzó en junio de 1967. Después de semanas de malos augurios, el ejército israelí derrotó a tres ejércitos árabes en seis días y conquistó grandes extensiones de territorio egipcio, sirio y palestino.

Al final resultó que este fue el mayor desastre de nuestra historia. Embriagado por las dimensiones de la victoria, Israel comenzó a andar un camino de megalomanía política, que dio lugar a las graves consecuencias de que las no somos capaces de liberarnos hoy. La historia está llena de ejemplos.

Acabamos de ser testigos del éxito electoral totalmente inesperado de Yair Lapid. Puede que resulte la misma historia en miniatura.

LAPID GANÓ 19 escaños. Su facción es la segunda mayor en el Knesset de 120 escaños, después de la alianza Likud-Beitenu, que cuenta con 31. La composición de la Cámara es tal que es casi imposible que Benjamín Netanyahu forme una coalición sin él.

La ex estrella de la televisión está en la posición del niño en la tienda de dulces, que puede tener todo lo que desea. Puede escoger y elegir cualquier puesto en el Gobierno que le guste para él y para sus secuaces. Puede imponerle al primer ministro casi cualquier político.

Ahí es donde comienzan sus problemas.

Colóquese en su lugar y verá lo que eso puede significar.

ANTE TODO, ¿qué cargo debería elegir?

Como principal socio de la coalición, usted tiene el derecho a elegir uno de los tres principales ministerios: Defensa, Relaciones Exteriores o Hacienda.

¿Parece fácil? Pues, piénselo de nuevo.

Usted puede escoger la Defensa. Pero no tiene ninguna experiencia en la defensa. Ni siquiera ha servido en una unidad de combate, puesto que su padre le consiguió un trabajo en el semanario del ejército (un periódico pésimo, por cierto.)

Como ministro de Defensa, en la práctica sería el superior del jefe de gabinete, casi un Comandante en Jefe. (Bajo la ley israelí, el Gobierno en su conjunto es el Comandante en Jefe, pero el ministro de Defensa representa al Gobierno ante las fuerzas armadas).

Así que la Defensa no es para usted.

PUEDE ESCOGER Relaciones Exteriores. Ese realmente es el trabajo ideal para usted.

Puesto que usted quiere llegar a ser Primer Ministro la próxima vez, necesita tener exposición pública, y el Ministro de Relaciones Exteriores le da mucho de eso. Usted va a aparecer en fotos con el presidente Obama, Angela Merkel, Vladimir Putin y una gran cantidad de celebridades mundiales. El público se acostumbrará a verlo en ese distinguido círculo internacional. Su buena imagen telegénica mejorará esta ventaja. Los israelíes se enorgullecerán de usted.

Por otra parte, este es el único trabajo en el que usted no puede fallar. Dado que la política exterior está determinada en gran medida y conducida por el Primer Ministro, el Ministro de Relaciones Exteriores no es culpable de nada, a menos que sea un tonto perfecto, y usted, ciertamente no lo es.

Después de cuatro años, todo el mundo se convencerá de que usted tiene material para primer ministro.

Mejor aún: usted puede dictar la apertura inmediata de las negociaciones de paz con los palestinos. Netanyahu no está en condiciones de rechazarlas, particularmente, porque Barak Obama exigirá lo mismo. El acto de apertura de las negociaciones será un triunfo para usted. Y no se le exigirá, ni se esperará un avance real.

¿POR QUÉ no asumirlo?

Porque usted está viendo una señal de advertencia importante.

Los 543.289 ciudadanos que votaron por usted no votaron por un canciller. Votaron para hacer que los ortodoxos sirvan en el ejército, para proporcionar vivienda asequible, conseguir que bajen los precios de los alimentos y bajar los impuestos a la clase media. Les importa un comino las relaciones exteriores, la ocupación, la paz y ni trivialidades como esas.

Si usted elude estos problemas internos y se va para la oficina de Relaciones Exteriores, lo abrumará un grito ensordecedor: ¡Traidor! ¨¡Desertor! ¡Farsante!

La mitad de sus seguidores lo abandonarán de inmediato. Para ellos, su nombre será basura.

Por otra parte, con el fin de seguir una agenda de paz, incluso pro forma, usted deberá descartar la idea de tener al partido ultraderechista Naftali Bennett en la coalición, y en su lugar incorporará a los ortodoxos. Y si es así, ¿cómo obligará a los ortodoxos a servir en el ejército, o lo que es lo mismo, a comer carne de cerdo?

LA CONCLUSIÓN lógica: tiene que elegir Hacienda.

¡Dios nos libre!

No le deseo este destino ni al peor de mis enemigos, y no siento ninguna animadversión hacia el hijo de Tommy Lapid.

El próximo ministro de Hacienda se verá obligado a hacer exactamente lo contrario de las promesas electorales de Yair.

Su primera tarea tiene que ver con el presupuesto del Estado para 2013, ya pasado de fecha. Según cifras oficiales, hay un agujero de 39 millones de shekels, algo así como 10 mil millones de dólares. ¿De dónde van a venir?

Las alternativas reales son pocas y todas dolorosas. Tienen que aprobar ​​impuestos nuevos, sobre todo para la glorificada clase media y los pobres. Lapid, un neoliberal como Netanyahu, no gravará a los ricos.

Por eso habrá recortes drásticos en los servicios públicos, como educación, salud y seguridad social. Actualmente los hospitales están trabajando al 140% de su capacidad, poniendo en peligro la vida de los pacientes. Muchas escuelas se caen a pedazos. Pensiones más bajas significará miseria para los ancianos, los discapacitados y los desempleados. Todo el mundo va a maldecir al ministro de Hacienda. ¿Es así como usted desea iniciar su carrera política?

Existe, en realidad, un presupuesto militar enorme, pero ¿se atreve a tocarlo? ¿Cuando la bomba nuclear iraní pende sobre nuestras cabezas (al menos, en nuestra imaginación)? ¿Cuando Netanyahu está promocionando su último susto, las armas químicas de Siria, que pudieran caer en manos de los islamistas radicales?

Usted puede, por supuesto, reducir las pensiones de los oficiales del ejército que se jubilan ‒como es la costumbre en Israel‒ a la edad de 45 años. ¿Se atreve?

Usted podría reducir drásticamente las inmensas sumas invertidas en los asentamientos. ¿Es usted ese tipo de héroe?

Como si esto no fuera suficiente, el escalón más alto de los funcionarios económicos está hecho un desastre. El muy respetado gobernador del Banco de Israel, Stanley Fischer, importado de EE.UU., acaba de renunciar a mitad del período. Los más altos funcionarios del departamento de presupuesto están matándose entre ellos.

Usted sería muy valiente o muy tonto (o ambas cosas) si aceptara ese cargo.

USTED PUDIERA, por supuesto, sentirse satisfecho con algo menos elevado.

Educación, por ejemplo. Es cierto que el Ministerio de Educación se considera un trabajo ministerial de segundo grado, aunque tiene muchos miles de empleados y el segundo mayor presupuesto, después de Defensa. Pero hay un gran inconveniente: cualquier éxito tomaría años mostrarlo.

El ministro saliente, Gideon Saar, miembro del Likud (y un antiguo empleado mío) tiene un don para atraer la atención del público. Al menos una vez a la semana tenía un proyecto nuevo, que atraía una publicidad pródiga en la televisión. Pero los logros importantes no fueron frecuentes.

A partir de la experiencia de mi difunta esposa como maestra, sé que las abundantes “reformas” ordenadas por el ministerio apenas llegaron a las aulas. De todos modos, para lograr algo concreto usted necesitaría enormes sumas de dinero nuevo, ¿y de dónde los va a sacar?

¿Y, además, un ministerio de segundo grado logrará satisfacer su ego, después de un triunfo electoral tan glorioso? Usted puede, por supuesto, ampliar el ministerio y exigir la devolución de Cultura y Deportes, que se escindió para crear un puesto de trabajo para otro ministro. Dado que una de sus promesas electorales básicas era reducir el número de ministros de 30 a 18, eso puede ser posible.

Sin embargo, ¿estarán sus electores satisfechos con su concentración en la educación, en lugar de trabajar por las reformas económicas que prometió?

TODOS ESTOS dilemas poco envidiables se reducen a uno básico: ¿quién le gusta más como su principal socio de la coalición?

La primera opción está entre los 12 puestos de Bennett y los 11 de Shas, que si se juntan con los de la facción de la Torá Judía, se convertirían en 18.

Lapid prefiere a Bennett, su imagen de derecha en el espejo, con la que espera hacer valer su programa de “igualdad de servicio” ‒la cancelación de la exención de miles de estudiantes de la Torá del servicio militar‒. Pero Sarah Netanyahu, quien gobierna la oficina del Primer Ministro, ha puesto un veto sobre Bennett. Nadie sabe por qué, pero está claro que lo odia a muerte.

Con Bennett como miembro de la coalición, cualquier movimiento real hacia la paz, por supuesto, es impensable.

Con los religiosos, por otra parte, el movimiento hacia la paz sería posible, pero no un verdadero avance real hacia el logro de que los ortodoxos sirvan en el ejército. Los rabinos temen que si se mezclan con israelíes de a pie, especialmente con las mujeres, sus almas se perderán para siempre.

(En cuanto a mí, estoy dispuesto a unirme a un movimiento Contra la Igualdad de Servicio. Lo último que necesitamos es un ejército que usa kipá. Tenemos suficientes kipás en el ejército, tal como está.)

ESTAS SON algunas de las interrogantes que enfrenta el pobre Lapid, gracias a la magnitud de su éxito electoral. Sus electores esperan lo imposible.

Él tiene que tomar decisiones ahora mismo, y todo su futuro depende de que haga las correctas ‒si es que hay alguna.

Como dijo George Bernard Shaw: “Hay dos tragedias en la vida. Una es no lograr lo que desea tu corazón. La otra es conseguirlo”.