Su nivel de intolerancia hacia los demás estaba dictado por su desproporcionada arrogancia.  Había tenido la suerte de tener un empleo muy bien remunerado, en una época en la que pagabas un apartamento en New York por 125 dólares mensuales.  A pesar de su origen latino y condición de mujer, no la afectó la marcada discriminación de entonces.  Su sueldo era similar a los altos ejecutivos “blancos”.  Sin duda le sonreía la fortuna y ella, a su jovial edad, aprendió a saborear el exquisito elixir de ser clase privilegiada.  Las ropas de las vitrinas ya no resultaban inalcanzables.  Aprendió a combinar estilos conforme lo dictaran “Cosmopolitan y Vanidades”.  Mordió la fruta de la independencia, mudándose sola, en una zona de Manhattan mayormente reservada para “Americanos blancos”.

Desayunaba en los cafés céntricos y almorzaba de igual forma.  Dueña de su tiempo, por no ser casada ni tener hijos, complicó su horario y sus metas.  Vivía de avión en avión, de un estado a otro.  Cuando las aerolíneas empezaron a otorgar “millas” ella clasificó como cliente preferencial. Las horas se repartían entre reuniones y juntas.  Pronto se hizo asidua a los bares donde se codeaba con otros ejecutivos, entreteniéndose  con los “HappyHours”.  No teniendo tiempo para atender fechas importantes, descuidó y hasta cortó relaciones con familiares y amigos, aquellos que no habían calado tanto como ella.  Así su autosuficiencia se justificó con los frutos de su capacidad profesional, y la espontánea joven de otrora, ahora era una impaciente mujer con grandes títulos y mal temperamento.

Nada parecía complacerle, se llevaba a todos por delante y lo único realmente importante era el mundo desde su perspectiva personal y auto conveniente.  Llegó a detestar aún los servicios de DryClean, o lavanderías, al punto en que sólo usaba ropas nuevas y no las repetía.  Tampoco repetía los novios, de hecho, sus relaciones eran cortas e insignificantes, pues de nuevo, nada ni nadie la complacían.  Sus vacíos emocionales eran proporcionales a la cartera Chanel o el perfume Dior.

Varias personas habían tratado de aconsejarla en cuanto a dar valor a las personas, la realidad de que todos necesitamos de alguien y por supuesto, de ser humanamente humilde.  Por supuesto que no tuvieron éxito.  Ella era dueña de aplastantes argumentos y no daba su brazo a torcer, ni siquiera ante la realidad de que,todos un día vamos a morir y tendremos que ver a cara a cara a nuestro Creador.  Ahí no valen títulos, ni mansiones o cuentas en los bancos, -le razonó la amiga- sino el lugar que le diste a Dios en tu vida.

Por supuesto que para alguien moderna, exitosa y privilegiada como ella, Dios no era un elemento importante.  No, al menos, hasta aquel fatídico día.  Buscando refrescar los efectos de la menopausia, aquella solitaria tarde, en su condominio de playa, entró a la ducha no percatándose de que las sedosas cortinas de la sala fueron sopladas por una brisa que las acercó al conjunto de velas aromáticas que tenía encendidas.  Para cuando vino a notar el humo, prácticamente la casa entera ardía en las llamas.  Tratando de huir, corrió descalza y con los pies mojados.  El lustroso piso de madera resultó ser una superficie resbaladiza.  Al caer se golpeó la cabeza, quedando semi-inconsciente, mientras el humo le robaba todo el oxígeno.

Para cuando llegaron los bomberos, el 60% de su cuerpo tenía quemaduras de segundo y tercer grados.  La muy cuidada apariencia había desaparecido, y en un solitario cuarto de hospital, se veían flores remitidas de una que otra empresa, cuyas tarjetas contenían un genérico mensaje deseándole pronta recuperación.  Los dolorosos días parecían eternos, mientras en su interior ella batallaba entre la impotencia y la rabia de verse en aquel estado.  De haber sido víctima de semejante tragedia.  Por qué a mí?  Se preguntaba, pues no tenía a nadie en su cuarto a quién decírselo.

Pasadas dos semanas, cuando la noticia llegó hasta los familiares (pues no mantenían contacto) su hermana y dos de sus sobrinos vinieron a verla.  Esta le advirtió que no tenía de tiempo para viajar a verla a menudo.  Sin embargo, alguien dispuso de su tiempo de vacaciones, para ir a pasarse dos semanas a su lado.  Tanto en los momentos en los que estaba despierta, como dormida, la amiga aprovechaba y oraba por ella.  Se cercioraba de que el personal médico le atendiese, y procuraba que estuviera cómoda o menos adolorida.  Con el tiempo, era la única que llamaba para darle seguimiento a su condición.  Llegado el tiempo de darle de alta, la mujer, ahora inválida, requería que la ingresaran en una institución donde le dieran terapias.  El lozano cutis que fuera mimado con caras cremas ahora era un mapa de cicatrices.  El siempre cuidado pelo, ahora era una especie de fibra que crecía sin vigor y cuyo color blanco-gris añejaba aún más el patético escenario de su actual apariencia.

Cuando su alma se le ahogara de la ira, le deprimió el verse tal y como se lo habían advertido, sola y necesitando de otros para funcionar.  No me valieron los títulos, ni el dinero, ni las carteras de marca, dijo agarrando el micrófono con su mano arrugada no por edad, sino por las quemaduras.  En la iglesia imperaba un silencio, mientras la mujer daba testimonio de cuán alto creía haber estado y cuán vacía se había visto una vez la fortuna ya no le sonreía.

Antes yo no tenía tiempo para Dios, -dijo- y ahora al único que le importo es a Él.  Dios es lo único que me queda, después de todo lo material que acumulé y desperdicié.  En mí se cumple lo que dice Mateo 16:26Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?  Mírense en mi espejo –dijo entonces a los presentes- reflexionen y tomen sabias decisiones, antes de que sea tarde.  Porque por más que lo creamos, no somos invencibles.

Mateo 18:7-9!Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero !!ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!

Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.

Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

¡Bendiciones!