A unos 50 metros de la ahora preciosa laguna de la Núñez de Cáceres hay -o mejor dicho había – una tapa de alcantarilla que nos caía bien simpática porque hacía a la perfección su trabajo de evitar la salida de aguas pluviales, reducir los de malos olores y evitar que alguna rueda de carro cayera en esa trampa ciudadana que es el hoyo dejado en su ausencia. El proceso de su desaparición fue muy curioso. Un día, notamos que estaba a unas cuántas pulgadas fuera de su sitio habitual. Pensamos desde un punto de vista un tanto romántico, que tal vez cansada de tanto permanecer quieta, de estar en un lugar apestoso o de ser pisoteada día y noche por vehículos y personas, decidió escaparse y dar sus primeros pasos para ver un poco de mundo. Al fin y al cabo es posible que las tapas de alcantarillas, a pesar de tener un carácter férreo, también posean un alma aventurera.
Así permaneció varios días hasta que una mañana la vimos otra vez perfectamente encajada en su hoyo. ¿Sintió miedo de ver un planeta tan hostil y volvió a su lugar asignado? ¿Algún samaritano la regresó a su hogar? ¿O tal vez, y como remota casualidad, una autoridad municipal se condolió de ella y la colocó donde debía? Pasaron varios días más y vimos que se había escapado de nuevo, pero esta vez llegó a un par de metros fuera de su lugar, bastante distancia si pensamos que en su condición de tapa pesada debe arrastrase lentamente. ¿Había comenzado de nuevo su fuga, pero esta vez con más ímpetu y determinación? ¿Decidió por fin regalarse una merecidas vacaciones? ¿Quiso visitar a una compañera situada unos cientos de metros más allá?
El caso es que así permaneció dos o tres días vagabundeando por el asfalto, cerca de las aceras y, en lugar de desaparecer como habíamos pronosticado, al cuarto día y como un milagro urbano, volvía a estar colocada en su lugar ¿Se dio cuenta de que pesaba mucho y su caminar era muy lento? ¿De nuevo otro viandante juicioso o un raro conductor consciente frustraron su proyecto de escapada? Ahí permaneció durante una semana hasta que un lunes por la mañana al salir para el trabajo vimos que nuestra querida tapa se fugó de manera definitiva, dejando un amenazador hoyo como muestra fehaciente de su escapada.
Supimos después, que unos aventureros de camioneta desvencijada y pocos escrúpulos la sedujeron llevándosela por la noche con la promesa de enviarla países lejanos y exóticos junto a muchas de sus compañeras para formar parte de nobles estructuras, de hermosos puentes, de grandes edificios o quien sabe si hasta de una gigantesca presa. Lo más probable es que haya sido engañada, como sucede en estos casos, y después de haberla vendido a precio vil a una fundición clandestina donde la trocearon y desfiguraron su redondo cuerpo y la mezclaron con otras partes de hierros de menor categoría. Lo que si cumplieron sus raptores fue que, burlando todos los controles la embarcaron en un carguero con rumbo a oriente para no volver jamás. ¡Te extrañaremos preciosa tapa de alcantarilla ¡