“Deja que el juicio de la gente establezca la medida de tus méritos-Sir Thomas Browne, escritor inglés.

El presidente Medina hizo lo que tenía que hacer: rendir cuentas por última vez de los logros de su gestión. Temas como el energético, el crecimiento económico y el empleo, pequeñas y medianas empresas, turismo, salud y educación, pobreza extrema y desigualdad, construcción, reconstrucción y rehabilitación infraestructural, medio ambiente y agricultura, indicadores sociodemográficos y programas de asistencia social, entre otros abordados, no podían faltar en un discurso como este.

A mi humilde entender-y sin temor alguno de que me tilden de “bocina”-, en todos estos años de administración morada, los logros económicos, sociales y ambientales pueden considerarse importantes y, en algunas áreas concretas, trascendentes. Solo la mezquindad política podría negar o desmeritar esta realidad.

Los avances explicados por el presidente deben continuar. Las obras terminadas deben consolidarse y mantenerse.

Nuestra democracia adolece de una enfermedad infantil que consiste en negar los pasos positivos andados por los predecesores para comenzar con un nuevo libreto sobre los mismos temas. Es un estilo que nos parece inaceptable por irrazonable, “subdesarrollado” y costoso. El principio de continuidad del Estado debe respetarse porque ello es también una contribución al fortalecimiento de su legitimidad.

Una de las iniciativas del presidente, criticada por muchos, es la de las Visitas Sorpresas. ¿Puede esta iniciativa inédita mejorarse y vincularse de una mejor forma con las iniciativas de política que emanan de los órganos de gobierno del Estado? Creemos que si.

¿Pueden mantenerse en buenas condiciones de trabajo y sanitarias los hospitales nuevos o reconstruidos y emprender el camino de la edificación de los que faltan? Sin duda alguna, es un deber de la nueva administración.

¿Seremos capaces de partir de una adición importante de potencia al subsector eléctrico nacional imputable a la presente administración y finalizar su modernización y saneamiento institucional?

Entendemos que es completamente factible seguir avanzando y enfrentar los inconvenientes que surgen de los poderes relativos que prevalecen en este decisivo subsector de la economía nacional, esto, en adición a los escollos institucionales, mala gerencia y problemas financieros agravados.

¿Seremos capaces de que el crecimiento envidiable de la economía dominicana se derrame con algún grado de equidad razonable hacia los que menos tienen?

Ello equivaldría a su acercamiento efectivo al centro del desarrollo mismo para que puedan disfrutar de las llamadas delicias de la democracia que hoy disfrutan en grado creciente y de manera exclusiva minorías privilegiadas. Este es un tema complejo que  demanda hace decenios cambios sustanciales en el patrón de distribución y redistribución del ingreso, así como una revolución literal del sistema productivo rentista, inmediatista y capturador del Estado que prevalece.

Diciendo esto no estamos negando el camino recorrido, la inclusión de miles de familias a un empleo remunerado y las oportunidades dadas a muchos de administrar sus propios pequeños negocios. Todo ello es parte del recorrido, pero está lejos de ser la senda completa.

¿No sería un reto ineludible para los que vienen pasar de la “revolución educativa infraestructural” a una que ponga mayor atención a la calidad y excelencia del sistema educativo actual?

Ya disponemos de miles de escuelas construidas y es un mérito de la Administración que se despide. No obstante, la calidad de los procesos que ocurren en sus espacios físicos son decisivos para el tránsito a la economía del conocimiento: una de las mejores apuestas a la sobrevivencia como nación.

¿Podremos abolir los componentes irracionales del gasto y trabajar eficientemente con un Estado más pequeño y menos costoso que el actual?

Si podemos, pero ello implica una ruptura con la cultura clientelista que domina, corrompe y contamina las mejores iniciativas de Estado. Nadie se atreve a hablar de este tema.

¿Serán capaces los que vienen de enfrentar las fragilidades del modelo económico actual, oportunamente y con propuestas tan contundentes como factibles?

La pregunta es válida para nosotros que creemos que este modelo de crecer no es sostenible, tanto por razones internas como externas.

Debemos enfrentar la importante vulnerabilidad que representa el hecho de sentar el dinamismo exportador en zonas francas y no hacer nada para que el crecimiento deje de acompañarse con el aumento desmedido de las importaciones; un hecho cuya razón de ser encontramos invariablemente en la incapacidad estructural de la industrial local de asumir por lo menos parcialmente una cuota de tales incrementos.

El crecimiento sostenido de las importaciones y un destino exportador unidireccional, unido a un endeudamiento excesivo, terminará colocándonos en situaciones macroeconómicas muy difíciles. Además, quien sea que sustituya al presidente Medina, debe saber que una reforma fiscal responsable, inclusiva, participativa y de carácter sistémico es inevitable.

Muchos otros desafíos en los ámbitos del combate a la pobreza extrema, servicios de salud insuficientes, desempleo abierto, desarrollo y control fronterizo, crecimiento del empleo informal, inseguridad y crimen organizado, corrupción e impunidad, confianza en las instituciones, clientelismo como hermano gemelo del individualismo social, endeudamiento externo excesivo, niveles de gastos irracionales e improductivos, y retorno a una familia dominicana articulada, entre otros, siguen pendientes.

El discurso del presidente saca a flote muchos e impresionantes avances, al mismo tiempo que deja servidos, en los hechos, complejos desafíos para la nueva administración 2020-24.