"Una ciudad avanzada no es en la que los pobres pueden moverse en carro, sino una en la que incluso los ricos utilizan el transporte público" Enrique Peñalosa (ex-Alcalde de Bogotá.
Mientras en otras épocas se procuraba consumir de acuerdo a necesidades naturales, en la actualidad las personas tienden a crear una serie de hábitos y modos de vida que llevan a consumir por el mero placer de aparentar, un sentimiento enteramente materialista.
En los últimos años particularmente esta sociedad ha adoptado una serie de actividades menos elementales que están diseñadas principalmente para el placer: la farándula, el juego, la bebida, las redes sociales, etc. La gente dedica incontables horas a estas actividades, en busca de descanso mental y escape de la dura realidad social que enfrenta la mayoría. Es necesario descansar, especialmente en un mundo que parece cada vez más injusto y desordenado. Como dice un amigo, “el ron quita todos los problemas”; pero en algún momento todas estas actividades se convierten en tiempo perdido y la sociedad termina pagando las consecuencias.
Si pasáramos menos tiempo averiguando sobre el último teléfono móvil o el último modelo de carro, y nos centráramos más en las últimas iniciativas científicas o el último libro sobre programación de computadoras, nuestra sociedad sin dudas estaría a un nivel más avanzado. Piensen solamente que pasaría si todo el dinero que gastamos en bebidas lo usáramos para emprender un negocio. ¿Y todo el dinero que gastamos en carros? Entrar en préstamos para pagar por un activo que se deprecia rápidamente con el tiempo es probablemente una de las peores inversiones financieras que alguien pueda hacer. Sin embargo, eso aquí es una práctica común, todo sólo por mantener el espejismo de un mayor estatus social.
¿Qué pasaría si el dinero que gastamos en carros de lujo fuera mejor a incentivar el emprendurismo, ofreciendo oportunidades de desarrollo a personas que no tienen recursos propios? ¿Qué pasaría si en vez de perder el tiempo viendo cómo se visten los famosos en la alfombra roja invirtiéramos el tiempo leyendo libros sobre democracia y desarrollo sostenible? ¿Y si en vez de gastar dinero en cirugías plásticas patrocináramos la educación de un niño que vive en extrema pobreza?
A veces me pregunto si el 4% o incluso 10% para la educación es relevante en una cultura donde se pone más énfasis en la farándula y en espejismos materiales que en libros. Mientras más enfoquemos nuestro tiempo y dinero en el sustento de la vanidad, menos progresamos como nación.