Mientras la sociedad dominicana asistía al circo de la reforma constitucional, pasaba desapercibido un nuevo reglamento de la Policía Nacional donde se señala, en uno de sus acápites, que los homicidios, golpes y heridas producto de una situación en la que los agentes se vean obligados a emplear armas de fuego son excusables.

El reglamento es preocupante en una sociedad con una vieja tradición autoritaria. Desde el punto de vista práctico, el nuevo reglamento se perfila como un documento justificador de las acciones violatorias a los derechos humanos.

Recordemos que la Policía Nacional está permeada por los mismos males de todas las instancias públicas dominicanas, incluyendo la corrupción y el autoritarismo.

Se trata de una sociedad donde todavía un par de policías se arroga el derecho de detener a un ciudadano para registrarlo, porque es “sospechoso de violar la ley” para luego esperar un soborno que le permita complementar su salario del mes.

Una comunidad en la que si un ciudadano exige sus derechos ante un policía, este asume que dicho individuo se “rebela contra la autoridad”.

La misma sociedad donde un oficial detiene a un ciudadano y le pregunta ¿es usted militar? con todas las posibles implicaciones si la respuesta es negativa.

Una nación donde se asesinan personas en “intercambios de disparos”.

Un país que se ajusta perfectamente al chiste en que a un ciudadano le apuntan con una pistola y luego de una primera impresión le dice al delincuente: “Disculpe, me asusté. Pensé que era un policía”.