“La verdadera tragedia de los  pueblos no consiste en el grito de un gobierno autoritario, sino en el silencio de la gente”(Martin Luther King)

Hace algunos años escribí en el periódico HOY, un artículo donde trataba el tema de la República Dominicana y la transición romántica, era aquella en la que algunos entendíamos que lo correcto hubiera sido, que a pesar de las diferencias, el PRD, instalado como un gran partido de masas, y el PLD el nuevo partido de Juan Bosch, hubieran llegado a ciertos acuerdos preliminares y básicos para terminar el festival de transiciones que el país había vivido hasta entonces.

En 1990, año del fraude a Juan Bosch, hubiera sido ideal y me consta como testigo presencial, que José Francisco Peña Gómez, prócer tardío de la política moderna dominicana, estaba de acuerdo en hacer un pacto y romper la historia para que se abriera una puerta nueva, a la luz de unos hechos que cuatro años más tarde, con el fraude electoral del 1994, se repetirían esta vez contra el propio Peña Gómez.

En aquel concepto de transición romántica estaba el puente entre dos partidos fundado por un mismo actor: Juan Bosch, me refiero al PRD y PLD.

Pero nada de eso era posible, porque la clase política dominicana, no muy ejercitada para visiones a largo plazo de estrategias coherentes con ambiciones ciudadanas, siempre ha dado más prioridad a la querella personal, al chisme político y al rencor individual, que a la racionalidad fría que pide la política en momentos de crisis y soluciones, pensando en la nación.

Martin Luther King Jr.Por esa razón, siempre he calificado la transición de 1961, de interminable y manida, una transición política que 50 años después, aún amarra al país al auge de las peores causas y a unas torpezas del Estado, que solo a través de la psiquiatría se podría dar respuesta con una coherencia de entendimiento mínimo. Porque se refleja demasiado en nuestra historia reciente, que detrás de muchas acciones políticas públicas, hay un manojo malsano de vendettas personales y odios individuales sempiternos: una loca pasión de sangre caliente que lo entaponó todo y aquí estamos, como si el tiempo nunca hubiera pasado, como Sísifo: nadando en la aguas negras de un fatalismo de ida y sin retorno.

Cuando Wilfredo Lozano, en el capítulo I, llama la atención sobre el autoritarismo en relación con la cultura democrática, enfatiza con razones fundamentada que:

"Todos sabemos hoy que este asunto, el de la democracia ha resultado más huidizo y dificultoso de lo que el alma generosa de quienes han pensado el problema estimaban. Construir una sociedad democrática en América Latina no sólo tomará tiempo, sino también que por más consolidación de sus instituciones logremos, su porvenir siempre será incierto, como incierto fueron sus orígenes " (La Razón Democrática, pág. 44).

Cuando el autor reflexiona sobre América Latina, no creo que sea muy en abstracto que mire hacia el sur del continente, donde en nombre de una sociedad colectivista, se observa como los viejos paradigmas del llamado socialismo real,  (A. Heller, citada en su momento por Lozano) regresan ni siquiera con el rostro remozado para encubrir su obsolencia descartable en pleno siglo XXI.

El socialismo del siglo XXI tiene en Venezuela su mayor expresión de delirio, con la creación alucinada e increíble del viceministerio de la felicidad, que más bien en plan de sorna y tristeza remite a George Orwell y sus utopías autoritarias.

Carl SchmittEsta incertidumbre sobre la construcción democrática, diseccionada en la interesante y profunda obra que analizamos, cubre a la República Dominicana también, porque los signos corporativistas, el control de determinadas instituciones del Estado sin independencia ninguna en sus decisiones, manipuladas por caudillitos hipócritas, agachados en la sombra de su cobardía, son muestra de que nuestra construcción democrática se aleja bastante, dejando un vacío peligroso hacia el partido único o la llamada dictadura constitucional, según el viejo esquema Carl Schmitt, el abogado del tercer Reich, pensador e ideólogo de la dictadura política legítima.

Aquí en acento el 30 de mayo del 2011, publiqué un largo artículo sobre la persistencia del trujillismo como estructura de poder y costumbre autoritaria en República Dominicana. (http://www.acento.com.do/index.php/blog/777/78/Trujillo-50-anos-despues-legado-a-una-democracia-secuestrada-por-el-pasado.html).

Afirmaba entonces que: "quedaron formas y estilos que una democracia nunca debió reivindicar, porque esa democracia, ha sido rehén del peor pasado activado con malas prácticas irreversibles."(*)

Por esta razón la cita que haré ahora de la Razón Democrática, viene como anillo al dedo:

“La Dominación Trujillista establece una fuerte ideología militarista y nacionalista que racionaliza y justifica el orden político. Como modelo totalitario la dictadura rompe o disuelve la separación entre la idea de lo privado y de lo público, lo cual se expresa en varias dimensiones: a) la expansión del capitalismo en el modelo trujillista somete la lógica de los mercados al dominio del dictador, de ahí que entre el poder interventor del Estado y la empresa trujilista se elimina cualquier hiato o diferencia. Se expande así un capitalismo monopolista en torno al dictador apoyado en el servicio personal que el Estado brinda al poder económico del "Jefe)”. (La Razón Democrática, pág. 51).

En esta cita, con bastante sentido de síntesis Wilfredo Lozano dibuja una estructura del poder de Rafael Leónidas Trujillo Molina, alias del Jefe, y de sus consecuencias economicistas.

F EngelsRetratado este tinglado, entre lo económico, lo político y lo militar, los elementos estratégicos en los que se apoya la dictadura de Trujillo, encuentran en esta explicación algo más que una simple anécdota (propio de la mayoría de los libros que tratan el tema de Trujillo), para explicar la profundidad organicista del pasado régimen autoritario.

Ahora bien, se supone entonces que conociendo este esquema unipersonal, hoy debemos saber que aquel fenómeno en el poder dominicano no se repite. Los Dominicanos con alta contribución anónima de las Dominicanas, mataron al dictador, pero este acto de heroísmo, muchas veces desacreditado por intereses neotrujillistas, activos como células vivas,  esta acción es cada vez más simbólica y de efemérides, no juega un rol activo en el alerta que el presente demanda, para que en este país no se vuelva a cometer el error que contribuya al del surgimiento de una nueva dictadura.

Lo que este libro aporta es una vasta reflexión sobre los caminos recorridos por al autoritarismo, señala el neotrujillismo del Balaguerato y hace otras consideraciones de esos periodos históricos vividos con asombro, sangre y espanto en el país, una suerte de barbarie cuyo festín inmediato fue la vida humana y la violación de derechos fundamentales de los seres humanos, en una categoría menos que ciudadano.

No obstante, caben algunas preguntas hoy ante el orden existente y las reflexiones del Dr. Lozano.

¿Advierten con claridad esos aires autoritarios que rondan, las nuevas generaciones sin un sentido cabal del conocimiento de la historia, pedagógicamente mal enseñadas en los espacios educativos?

Juan Bosch¿Es casual que en algunos de esos movimientos jóvenes, como genuina expresión de la nuevas juventudes, algunos de sus dirigentes más connotados, hayan sido captados por el oficialismo,  con el afán de debilitar resistencias legítimas ante el estado de desorden de muchas cosas estatales, turbadoras del orden público y la moral ciudadana?…

La herencia de Trujillo y sus métodos, está siendo pulida, no para repetir la historia, la que siempre se repite como farsa, según Engels, sino para articular una suerte de régimen de bocas cerradas y castigos oficiales.

Vivimos, lo peor de esa mezcla nefasta entre un neostalinismo (el partido y su centro de dirección deciden hasta la hora  de evacuar) y un trujillismo solapado, que poco a poco, teje redes difíciles de desmontar, bajo un binomio neto de clientelismo (ya analizado en un artículo anterior) y de autoritarismo, que al algún momento mostrará sus fauces laberínticas y oscuras.

El reto será, descubrir a tiempo y señalar los ropajes viejos dictatoriales, que una vez más, nos convidan a un pasado que se da por superado en el papel, pero en el pensamiento calculador, se máquina para intentar repetirlo como farsa del Siglo XXI, en República Dominicana.

(*) NOTA: En ese libro, citaba justo luego de ese párrafo: "Después de los Caudillos" (Ediciones Trinitaria, Santo Domingo, 2002).