Los autores dominicanos están censurados demasiadas veces por las librerías y siempre por las imprentas. La librerías censuran directa e indirectamente. La de las imprentas es indirecta, pero es igualmente efectiva e igualmente preocupante. Sus consecuencias atentan contra nuestra democracia. Es por eso por lo que es urgente establecer sistemas alternativos que liberen a los autores de estas censuras.
Si atacan a los gobernantes, los autores dominicanos son censurados
Ya he dicho que la prioridad de las librerías es la maximización de sus beneficios, no la difusión de las ideas. Por eso, las librerías se abstienen de vender libros que denuncien a los miembros de la clase política, aunque las denuncias que puedan contener estén debidamente sustentadas. En efecto, las librerías temen la represalia de los políticos. Su amor por el dinero es mayor que su amor por la verdad.
Citaré dos ejemplos:
Primero, sé de un libro cuya puesta en circulación tuvo que hacerse en el parqueo de una connotada librería, en razón de que su contenido fue considerado como polémico. Esa vez, los libros se expusieron en un carrito de supermercado, en lugar de los estantes de la librería.
Cuando consideré publicar en el país mi libro “Combatiendo fantasmas”, se me informó en esa misma y prestigiosa librería que tenía que enviarles un ejemplar para su lectura. Conocedor del caso anterior y consciente de que mis críticas bien documentadas a la participación en la guerra civil de 1965 de un “héroe nacional” (“Tiene alma de gánster”, encontró el historiador Piero Gleijeses en un memorándum de la embajada americana en los archivos de ese país), desistí de la idea. Nunca hubiese superado la censura. Y no solo por eso, sino porque el establecimiento cobraba un 40% de comisión de ventas. Un verdadero escándalo.
Las imprentas: un negocio redondo
La censura que imponen las imprentas es también doble. Por un lado, sus precios son prohibitivos. Y eso a pesar de que disfrutan de incentivos fiscales nada despreciables. En segundo lugar, imponen condiciones comerciales francamente reprobables. Me explico.
Existen dos tecnologías de impresión. La impresión offset, tradicional y cada vez más en desuso, y la digital, moderna y muy en boga. En la impresión offset, la preparación es muy costosa, por lo cual las imprentas exigen una tirada mínima, por debajo de la cual perderían dinero. Sin embargo, este no es el caso de la impresión digital, la cual consiste, básicamente, en enormes impresoras diseñadas para un uso industrial. Como las impresoras de oficina, las industriales pueden imprimir una página o cien. En otras palabras, una imprenta que utilice impresión digital no tiene ninguna razón técnica para exigir tiradas mínimas. Lo exigen, sin embargo, por razones meramente monetarias. Las imprentas, también, dan prioridad al dinero que a la difusión del conocimiento.
Para muestras, dos botones
Sustento mi opinión con dos hechos concretos.
Solicité cotizaciones a varias imprentas para la impresión de mi libro. Todas – incluso las que utilizan tecnología digital – exigían un mínimo de 500 ejemplares. En el último caso, se trata de deshonestidad, llamemos las cosas por su nombre. Habida cuenta de que el costo de cada libro era de alrededor de trescientos pesos (¡Precio de 2015!), habría que hacer una inversión de alrededor de 150 mil pesos, monto que está fuera del alcance de numerosos autores que tendrían cosas importantes que contar.
El otro ejemplo es el de un buen amigo que publicó un libro que podría calificarse de exitoso: se lanzaron cuatro ediciones, para un total de 5.000 ejemplares. Pero, no fue así. Por un lado, cada libro costó 300 pesos; el precio de venta fue de 800 pesos. Sin embargo, la librería cobró 300 (¡37,5% de comisión!). En consecuencia, los ingresos del escritor se elevaron a 200 pesos por libro, unos cien mil pesos. Es decir, un rendimiento del 6% sobre una inversión de un millón y medio de pesos. Y esto, si deducir otros gastos, como el de promoción.
Es decir, en el mejor de los casos, un escritor puede obtener unas ganancias insignificantes. Pero en el peor, que representa la gran mayoría de los casos, los autores no lograrán vender todos los ejemplares que se les obligó a imprimir. Por eso, tendrán que regalarlos o “comérselos”.
La solución es la edición digital
El afán de lucro no debe ser nunca la prioridad. Pero nadie trabaja para perder. Esta situación constituye una censura a los que tienen algo que escribir. Y no solo pierden los escritores, sino también los lectores y – ya lo he dicho – la cultura y la democracia dominicanas.
Este lamentable estado de cosas es consecuencia del abuso de la posición dominante de librerías e impresores. Pero, ¿Cómo puede eliminarse? Prescindiendo de ambos. En lugar de imprimir, los escritores deben publicar libros digitales. En lugar de venderlos en librerías, los autores dominicanos deben hacerlo a través de Internet. Si lo hacen todo es ventaja: Prácticamente invertirán solo el tiempo que les ha tomado escribir. Y, a pesar de que los precios bajen sustancialmente – lo que beneficiará a los lectores – sus ganancias se incrementaran, y no poco.
El fortalecimiento de la edición digital es, en consecuencia, una necesidad para los autores dominicanos. Es lo que nos ha motivado a fundar las Ediciones Pingüino Verde. Ojalá que muchos otros dominicanos emulen nuestra iniciativa. No nos molestaría. Nuestra prioridad es la verdad, no el dinero.