Escarnecido, el cuerpo del condenado habla por su herida. Se trata de todas las heridas que hablan desde la historia del castigo y la sentencia. Orden inquisitorias de Valdés y de Barrientos. Siglo 16 y17. Siglo de iluminados y visionarios. De rebeldes y buscadores de un Dios plural que no pierde tiempo en ser absoluto y sentencioso. El condenado es un sufriente religioso tratado bajo la política del “Manual De Inquisidores” en todos los reinos hispánicos. Su inclusión en actas eclesiales autoriza el castigo mental y corporal. A veces con testigos y otras veces sin testigos. El locus inquisitorial es la celda del condenado. Junto a una especie de reloj que mide la pregunta y la respuesta, como sucedió en el Auto General de Fe de 1687 donde las expulsiones de espíritus y lo exorcismos se aplicaron con toda la crueldad llevada a cabo por la llamada Santa Inquisición. (Ver, Jesús M. Vegazo Palacio, Eds. Algazara, Málaga, 1995),
La inquisición y el Santo Oficio fueron selectivos. Sus listados, legajos y la propia “Disciplina clericalis” influyeron, por cuanto las operaciones de crueldad y limpieza tuvieron sus propios instrumentos para aplicar el castigo a condenados. Al leer la información mostrada en la edición crítica y tratada por Vegazo Palacios podemos leer el trasfondo discursivo de este Auto importante para conocer el enclave heterodoxo
En las crónicas epocales la inquisición se expresa en el habla de los condenados a partir de los rasgos del condenado y el desesperado; el torturado por la mano y el temario del verdugo inquisidor apoderado del caso forman parte del dispositivo autoritario. Lo que ocurrirá también en Nueva Granada y Nueva España. Aislado. Sujeto a fuerzas espirituales controladas por la “sana justicia” del espíritu, por una junta rigurosa, así discurría el interrogatorio bajo el símbolo de la Cruz y el perdón. Era el tiempo de confesión y de conflicto; de sinrazón y mortificación de la carne; el inocente no existe para el Cuerpo Inquisitorial. Removida la piel y el espíritu en su culpabilidad, el interrogado sólo responde. No dialoga ni pide compasión. Se trata de un sujeto que vive sobre el amparo del derecho de una institución y en base a un procedimiento autoritario y de ley, tal como se procede en los diversos manuales inquisitoriales.
Remover la memoria de los condenados es una misión del Orden. Pues el mismo requiere inteligencia, sagacidad y mordacidad. Esa será su historia dentro de los preceptos historiales de la Santa Inquisición. Reglas, procesos, castigos y sentencias asumidas conforman el dispositivo jurídico y jurisdiccional del Orden aceptado por todo tribunal eclesiástico. Solía decirse que una buena cualidad moral e intelectiva del buen inquisidor era la pericia. En su caso debía ser el método específico de todo buen interrogatorio. Pues según se afirmaba en las crónicas y actas de procesos, la pericia era la responsable de perseguir al demonio.
La conversión del hereje era el objetivo del castigo inquisitorial. No se trataba de la tortura mentis, sino del efecto catártico y de la expulsión del diablo de la carne del poseído. El purificado moría muchas veces en el proceso, según demuestran las actas y crónicas epocales en la colonia y en todos los países marcados como cardinales de tiempo y camino de condena o salvación.
Voces y autoridades obispales se levantaban contra la erradicación de herejías y otros brotes heréticos entre 1200 y 1400. Pero también más tarde, entre 1690 y 1740, según se escribe en el libro de Jesús M. Vegazo Palacios, (Ed. Algazara, Málaga, 1995), y donde aparecen notas, juicios, episodios e informaciones sobre el “Auto General de Fe de 1680” se cruzan en el centro mismo de las de los cuerpos condenados. En la “Inquisición” o “Inquisitio” el camino hacia las penas y condenas está trazado de antemano en “las penas de muerte en la hoguera y otras formas calamitosas aprobadas por los tribunales tempranos de la Santa Inquisición.
El surgimiento de movimientos heréticos como los albigenses, valdenses, cátaros, fraticelli, y humiliati, entre otros, propició una respuesta por parte de la institución inquisitorial en España y el resto de Europa y sus posesiones coloniales. Todo este fenómeno creó una verdadera mentalidad inquisitorial avalada por el Santo Oficio en Europa y América. Listados de herejes, pruebas de testigos, imágenes sectarias, oficios pecadores y prácticas protestantes apartadas de la iglesia católica(universal) fueron tenazmente perseguidas por ejércitos inquisitoriales destinados a combatir cualquier brote hermético en la península, en toda la Europa Septentrional y en las colonias de la América recién descubierta.
La alianza entre obispos y nobles propiciada por el Papa Inocencio III en el Concilio de Avignon justificó la Alianza para la persecución de herejes en todo pueblo o provincia gobernada por la iglesia católica. Dicha alianza debía ser entre nobles y autoridades religiosas. Según el citado “Auto General De Fe”, tuvo su fuerza “durante el siglo XII al amparo de la justicia episcopal con un objetivo claro: Castigar la herejía… (Cfr. Op. cit. p. 25).
Los “Edictos contra herejes” Fueron promulgados con apoyos justificados por la moral y el buen comportamiento cristiano. Sin embargo, la producción de escritos heréticos era consumida por una población atraída por un discurso flexible y ligado a reflexiones visionarias liberadas de reglas dictadas por el llamado Cuerpo Eclesiástico.
Empero el Orden Eclesiástico había propiciado el ”Edicto contra herejes” para frenar los movimientos de pensadores “iluminados” por Intenciones desviadas por la Fe impuesta por la autoridad eclesiástica dominante. Discurso que suponía una “administración de la fe cristiano-católica en el Occidente Medieval. Toda esta guerra contra “infieles” tuvo su costo en el seno mismo de la institución predominante influyendo en una literatura y en pensamientos propiciados por lo que hoy se piensa como una nueva exégesis y hermenéutica de la cristiandad renovadora amparada en una lectura neotestamentaria y salvadora.
Legajos, Cartas, Testimonios, Actas episcopales, Imágenes contra la tolerancia, Libros heréticos, Manuales de Inquisidores, Archivos familiares y ducales, y toda una papelería extraoficial han constituido una enorme masa textual basada en interpretaciones, contra-interpretaciones y fuerzas imaginarias que motivan nuevos caminos hacia el conocimiento de una historia atravesada por imágenes concluyentes y confluyentes que rectifican la llamada escritura de la historia.
Una bibliografía montada en base a lecturas de imágenes, manuscritos y testimonios teologales, históricos y políticos se reconocen en la siguientes referencias del autor: Bataillon, Marcel: Erasmo y España, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1937-1966; Bataillon, Marcel: Erasmo y el Erasmismo, Ed. Crítica, Barcelona, 1983. Benassar, Bartolomé: La Inquisición española, Crítica, Barcelona, 1981;
Caro Baroja, Julio: El señor inquisidor y otras vidas por oficio, Alianza- Editorial, Madrid, 1988; Dufour, Gerard: La Inquisición Española. Aproximación a la España Intolerante, Eds. Montesinos, Barcelona, 1986; Goff, Jacques le: La Baja Edad Media, Siglo XX1, Eds., Madrid, 1978. Jackson, Gabriel : Introducción a la España Medieval, Alianza Editorial, Madrid, 1983; Vauchez André: La espiritualidad en el Occidente Medieval, Eds. Cátedra, Madrid, 1985.; Vegazo Palacios, Jesús M.: El Auto General De Fe de 1680, Eds. Algazara, 1995.