Con regularidad se incurre en el error de decir que en nuestro país, al igual que en otros, existe una clase política. Se cree esto, pues se presume que el hecho de que haya personas ocupando las posiciones orgánicas que se derivan del Estado, es motivo suficiente para catalogar a estos incumbentes como clase política. Y es ahí donde está el error, ya que en nuestro país–aunque bien es cierto que no siempre parece nuestro– lo que tenemos es una clase mercenaria que ve la política como un negocio.

La corriente político-económica del neoliberalismo además de servir para llenar los bolsillos de los grupos que por más de 50 años han pisoteado al pueblo dominicano, ha servido también para poner de relieve esto que decimos de que la clase “dirigente” que tenemos concibe la política como un negocio y no como una ciencia encargada del estudio de las relaciones de poder y de administrar en beneficio de la colectividad.

Y lo ha hecho porque partiendo de la idea del Estado mínimo y de la preferencia a la iniciativa privada en aquellos casos en donde el Estado es menos eficiente, el apetito de los políticos, o negociantes que se hacen llamar así, se ha abierto de manera inconmensurable. Negociantes y empresarios ajenos a la política se han convertido en políticos, con el ánimo de usar el Estado para beneficiar a sus cómplices, y “políticos” se han convertido en negociantes y empresarios para los mismos fines.

En la historia reciente podemos encontrar múltiples ejemplos de esto que sostenemos. Comenzando por lo que ocurrió con CORDE, la capitalización del sector eléctrico, la cementera en los Haitises, el contrato de la Barrick Gold, Loma Miranda, el transporte público y ahora la venta y explotación de Bahía de las Águilas.

En la mayoría de los casos, por no decir en todos, el Partido de la “Liberación” Dominicana (PLD), con su Presidente Leonel Fernandez a la cabeza, ha estado presente en estos terribles y graves actos de corrupción y de entreguismo. El librito ha sido el mismo en cada caso: Regalar el país a cambio de contrapartidas económicas cuyos únicos beneficiarios son la alta dirigencia de dicho partido. Y lo peor de todo es que la mayoría de estos latrocinios, han sido promovidos por el propio PLD.

Nueva vez y como si las ansias de lucro no menguaran, el mismo PLD de los últimos 17 años, pretende legitimar uno de los fraudes más grandes de nuestra historia, permitiendo que el gobierno negocie con personas que dicen ser propietarios de terrenos cuyo único propietario ha sido siempre el Estado Dominicano.

El Presidente Danilo Medina, contrario a lo que tanto pregonó y que muchos –quizás ingenuos- pensaban, nos ha demostrado que vino hacer lo que siempre se ha hecho.

Debemos entender que la idea de materializar el concepto de soberano y de soberanía nacional, no es posible bajo la lógica de la política actual. Las posibilidades de debatir con esta casta son cada vez más escasas. Y lo son, pues mientras muchos apelan a la redirección de nuestra historia, estos grupos apuestan a perpetuarla.

Esta clase negociante, que se dice asimismo dirigente, no habla el mismo lenguaje que aquellos que dirige. Su propósito es seguir manteniendo latente la idea de que la política es un negocio. Sus pasos son claras evidencias de que desde su perspectiva este país es suyo, así como nosotros, y no nuestro.

La necesidad de no olvidar y de estar en atención plena es recurrente y se nos presenta cada día. Vivimos gobernados por el enemigo, por una clase política que la mayor parte de su tiempo lo empeña en la búsqueda de nuevas formas de lucro para sí y no en la felicidad del pueblo que está llamado a dirigir.

¿No sabes que hacer o no te atreves a hacerlo? La respuesta más cercana es movilizarnos.