La vida humana, ese trajinar del hombre sobre la tierra, es una lucha constante. Un combate que se alterna entre un periodo largo de guerra y un espacio corto de paz. En la guerra la primera víctima es la verdad, pues prevalece la propaganda, ya sea sucia, limpia o mixta. Sin embargo, en las elecciones recién pasadas –una guerrita de baja intensidad, amplificada en las redes sociales–, la primera víctima fue la amistad.
Victoriano Perdomo, un entrañable amigo, compartió un artículo en su muro de Facebook escrito por un conocido de él. El texto critica la posición política asumida por el Dr. Andrés L. Mateo. El breve enunciado, más que irreverente, es irrespetuoso.
Que el desconocido autor sea grosero no justifica que los seguidores de Victoriano Perdomo le carguen el dado a él –a Victoriano–, con comentarios igual o más ofensivos. Máxime si quienes comentan son sus amigos personales y compañeros de lucha por más 40 años.
Antes de iniciar la andanada de insultos a Victoriano, el amigo común y luchador progresista Claudino Luciano se fue en halagos con surrapitas solapadas:
—Me alegro de tu crítica, la respeto y la comparto pues esto enriquece la democracia y así nos quedan las palabras para que no se las lleve el viento o como el fuego que al ser encendido cenizas quedan.
Otro viejo amigo comentó secamente:
– Victoriano, no te conozco.
Todos los que le reprocharon a Victoriano reproducir el mal dado comentario no sólo son sus amigos de toda la vida, sino que estaban –junto a él– empujando la misma carreta política del candidato vencedor.
Victoriano Perdomo es un hombre tan pacífico que debió llamarse Victoriano de la Paz. En vez de responder con la misma moneda, les dio la razón a sus amigos, porque la razón se le da a quien no la tiene. Entonces les respondió al estilo Galileo cuando dijo “sin embargo se mueve”.
El Dr. Leonel Fernández, fallido candidato presidencial por el Partido Fuerza del Pueblo, por otro lado, se metió en el berenjenal de discutir con su esposa, la Dra. Margarita Cedeño, fallida candidata a la vice-presidencia. Como ambos son esposos, pero enemigos políticos, producen una situación sui generis que llama mucho la atención.
La Dra. Cedeño se refirió, ocasionalmente, a su esposo en los actos de campaña. Por ejemplo, cuando Fernández expresó que “a Danilo Medina se le hizo tarde para ablandar habichuelas”, la Dra. Cedeño, en medio de una caravana, dijo que “no es tarde para ablandar habichuelas, yo te voy a preparar unas habichuelitas bien calientes” a él, a Leonel.
El programa televisivo El Despertador entrevistó a Leonel y le preguntó sobre las declaraciones de su esposa. Fernández primero quiso torear la pregunta y dijo que no escuchó bien. Pero al final respondió: “Lo que pasa es que ella es candidata a la vicepresidencia. Mientras que yo soy candidato a la presidencia. No estamos al mismo nivel”. Si Don Luis Cid hubiese escuchado algo así, hubiera dicho: si no están al mismo nivel, entonces no duermen juntos.
Con todo, Margarita, ni tonta ni perezosa, en el desayuno del Listín Diario le respondió: “Bueno, Leonel bajo con trenzas. Pero realmente eso fue una demostración de machismo y arrogancia. Lo importante es que para mí, no tenemos niveles, para mí todos somos iguales”.
En ambas discusiones, en la de Victoriano Perdomo y en la del matrimonio Fernández – Cedeño, los ofendidos fueron sabios al responder. La humildad de Victoriano y la docilidad de Margarita evitó que la sangre llegara al río.
En el primer caso, unos viejos amigos por un trisito terminan enemigos. En la segunda historia, por poco se va pique una familia.
¿Por qué ser tan humillantes si se sabe que al final los ofensores tendrán que recoger sus insultos? ¿A caso crees que recoger los agravios es suficiente para sanar las heridas? ¿O piensas que, si las heridas cicatrizan, las huellas de los agravios desaparecerán? Son sólo algunas dudas por aclarar.
¿Vale la pena ofender a familiares y amistades, e incluso, a gente desconocida sólo por defender un candidato político?