Hay un aspecto en las mediciones que se llevan a cabo para evaluar el grado de conocimientos y comprensión de los alumnos del sector público, que no se ha estado tomando en cuenta con la debida importancia: es el cada vez más creciente clima de violencia escolar.

Recientes casos evidencian el alto nivel de gravedad que ha alcanzado el problema, y que denotan el mismo tiempo el deterioro del principio de disciplina, que es fundamental mantener en el aula.

En abril una estudiante de doce años dio muerte a otra de once, a la salida del plantel educativo donde ambas cursaban en el sector de Los Girasoles. Debido a su edad, la única sanción correctiva a aplicar fue ser sometida a un proceso especial de educación.

A mediados Abril, un menor fue apuñalado por otro de quince años en las inmediaciones del centro educativo militar El Polvorín, en el municipio de Santo Domingo Norte.

Apenas el pasado viernes, un adolescentes de dieciséis años hirió de una puñalada a otro estudiantes tres años menor.  Afortunadamente la víctima se encuentra fuera de peligro, en tanto el agresor fue entregado por su familia a las autoridades, siendo de esperar sea enviado a un Centro de Corrección de Menores.

Previamente, en días recientes, dos estudiantes también adolescentes sometieron a maltratos físicos y verbales a una alumna del mismo plantel, a la que obligaron a practicarle sexo  oral  en un sanitario, mientras otro u otros filmaban la vergonzosa escena y subían el video a las redes sociales, lo que aparte de la humillación para la víctima sirvió en cambio para dar a conocer el hecho y de prueba acusatoria del delito cometido.  Ambos autores de este canallesca acción han sido sometidos también a la justicia.

Todos los responsables de estos hechos,  son como se dice vulgarmente, temprana carne de presidio.  Pero no son los únicos.  Las peleas con armas blancas en las aulas y fuera de ellas  resultan cada vez más frecuentes.  Y en más de una ocasión, mas de un alumno ha sido sorprendido llevando al centro escolar un arma de fuego.

Tampoco los agredidos son solo los estudiantes.  Un reciente estudio puso en evidencia que al menos un 25 por ciento de los maestros reconocieron haber sido víctimas de algún hecho de violencia por parte de los alumnos.

Tal como hemos señalado en anteriores ocasiones, no es una violencia aprendida en las aulas sino llevado a ellas desde el hogar, donde ha sido generada.  El hecho de que en más del 60 por ciento de los hogares esté presente la violencia intrafamiliar cala en los niños y adolescentes que se crían en ese ambiente, y luego se manifiesta en la escuela y de no corregirse, termina por condicionar su conducta en el marco de la convivencia social.

Es también la apreciación del director de la Escuela de Letras de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, doctor Gerardo Roa Ogando cuando señala que la violencia escolar no es un tema gramatical “por lo que la violencia de género surge como resultado de la crisis educativa”,  que atribuye a la falta del aparato ideológico familiar y a la descomposición social.

Tales entendemos por nuestra parte son las raíces causales del problema que debemos enfrentar y corregir en vez de atacar sus consecuencias.