¿La memoria cómo se forma y quién debe formarla?
Mauricio Halbwachs (2004), define a la memoria como el conjunto de recuerdos que poseen todos los individuos. Por el hecho de que los seres humanos estemos siempre influenciados por otros, los recuerdos o representaciones que forman parte de la memoria son también parte de la memoria colectiva. Pero es Pierre Nora (1984) quien acuñó el concepto de “memoria histórica”. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado, es por naturaleza, afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones y susceptible de permanecer durante largos períodos y de bruscos despertares. Si bien es cierto que la memoria es individual, ésta se va construyendo, en las relaciones sociales entre los individuos, en todos los espacios de convivencia. Los individuos recuerdan solos y con ayuda de los recuerdos de otros: en los libros, en los relatos colectivos que a su vez, son reforzados mediante conmemoraciones y celebraciones públicas de los acontecimientos vividos en el curso de la historia. De esa forma, la memoria individual se transforma en “memoria colectiva” (Ricoeur,2010).
La educación, la escuela en la formación de la memoria e identidad
¿Cómo trabajar la memoria y la identidad en el aula y porque? La memoria se trabaja desde la primera infancia, es parte del desarrollo cognitivo que “edifica” la transformación progresiva del niño/a en adolescente consciente hacia la ciudadanía: desde la poesía, el teatro, la historia y la geografía, la memoria se convierte, al final, en la columna vertebral de la personalidad.
Paso a paso, la memoria se construye con la memorización mínima de los hechos geográficos o históricos, pero como lo dijo, el historiador Pierre Nora, “los espacios físicos” tienen por funciones, entre otras, las de enseñar, por lo que contienen, sus construcciones y vivencias. Por la excursión guiada en la naturaleza, las visitas a los museos, a los cementerios y los recorridos en la ciudad, los estudiantes se enfrentan a una realidad “construida” que los llevara a experimentar directamente los rigores de los hechos, su permanencia, su durabilidad, la transgresión en el espacio y el tiempo. En un monumento como el “cementerio” estará la clave para situarse no solo en la ciudad (espacio) sino en el tiempo (pasado/presente): es la sepultura, la lápida, el objeto que avisa de lo que pasó antes. En ese sentido, el monumento funerario es objetivación de la memoria. Desde la didáctica de la historia, para que la memoria histórica llegue a ser provechosa e inspiradora de aprendizajes, debe ser verificada y pensada a través de los hechos, no solo memorización, sino con “aproches” o investigaciones, reconstrucción como el teatro, con las experiencias familiares o de vecinos conocidos.
Entre los signos y símbolos que se encuentran en los cementerios están los textos de las lápidas, las fechas, los nombres, los motivos de la muerte, los lugares de nacimiento, las esculturas, los modelos de tumbas, sus materiales, su volumen y de cercas usadas, figuras religiosas o no, los faroles, las flores: de esto, se deduce que los cementerios son auténticos espacios de formacion y de “recuerdos”, individuales y colectivos, en ellos la memoria se activa (como un dispositivo, articulando las representaciones con las prácticas sociales. Como lugar de los muertos rescata y explicita los olvidos para recordar aquello que se ha sumergido pero que está latente en la historia. Allí están los testigos, los que narran y los que callan.
De allí es que el valor de los cementerios como espacio de enseñanza -de la historia, en particular, pero también de geografía, de salud pública, de urbanismo- es mostrar el rostro público de una comunidad, y vincular a los jóvenes con su propia historia familiar, con sus memorias. Son auténticas fuentes primarias y tangibles que apoyan el proceso de aprendizaje y enseñanza entregando informaciones distintas a la que proporcionan los libros de texto y las explicaciones orales de los profesores en clase.
Desde otra perspectiva, no menos importante, los cementerios exponen a los alumnos a la interrelación de la historia con la historia oral y otras disciplinas temáticas como la geología, la geografía, la arqueología, la antropología. De esta forma se logra realizar un trabajo interdisciplinario del que se pueden hacer parte otras asignaturas y profesores en una misma escuela enriqueciendo y problematizando el trabajo docente a favor de un mejor y más significativo proceso de enseñanza /aprendizaje.
Los cementerios acercan los alumnos a la idea de la transitoriedad, de la muerte como eventualidad o consecuencias, permitiendo relacionar así hechos históricos graves con la población, la vida y los sacrificios de la Nación, por conquistar, por defender, por perpetuarse.
Para concluir esa reflexión, con motivo del Dia de los difuntos
El hecho histórico del 65 como gesta del pueblo dominicano en defensa de la Constitución del 63 del profesor Juan Bosch y defensa de la soberanía, es un ejemplo:
- ahí están las tumbas pero no existe en el Cementerio un monumento recordatorio de la Gesta y
- sus muertos, no se visitan, ni en circuito, ni hay brochure educativo.
- ¿Quien fue Jacques Viau, quien fue Frank Diaz, quien fue Jacques Riviere??
- La gesta de Abril es invisibilizada porque los muertos son nombres y apellidos, fechas, lapidas escritas con tinta y a mano, porque se roban las que ponen… algunos comparten tumbas con civiles…. otros, son diseminados en el recinto, sin tarja.
Esas tumbas son banalizadas porque el Estado dominicano no ha resulto un conflicto de Estado con la gesta de Abril, (defensa del Estado legitimo o no) en cuanto a los partidos involucrados en la Gesta están divididos. El Estado por lo tanto, no resalta, ese cementerio donde fueron enterrados mas de 40 combatientes identificados (ver Francia y la celebración del grupo Manuchian), ni con bandera nacional, ni con una restauración selectiva, ni con lapidas oficiales y ¡!quizás, sea mejor asi!! , porque la única intervención – la fosa común – es desastrosa. (como en la Cueva de las Maravillas)
La Gesta de Abril del 65 debe ser conmemorada, no solamente con placas en algunos sitios sino que debe ser asumida por Efemérides Patria con celebraciones oficiales con un recorrido urbano o “itinerario histórico” que evoque la idea de “proceso social” en lugares de memoria: partiendo desde la batalla del Puente Duarte, la zona norte, la Fortaleza, lugares de los comandos, el edificio de los Molinos, la calle El Conde y el Copello y terminar el recorrido en el Cementerio de la av. Independencia.
Este debe ser objetivado como ‘espacio’ de muerte y de vida y destacar todos los hechos en él, representados, como eslabones imprescindibles en la difícil y larga construcción de la memoria y de la identidad, de la nación y de la democracia dominicanas.
El Estado dominicano –incluyendo el Ayuntamiento del D.N.- es responsable de la falta de dignificación de esas tumbas y del desinterés que muestra la población y quizás, los profesores. Triste es de constatar, que el magisterio no ha entendido, todavía, que el cementerio es una herramienta pedagógica, es un lugar creador de sentido, de pertenencia por lo tanto de identidad en la juventud dominicana.
¡Con iniciativas de las escuelas que recuerden el compromiso, el sacrificio, y el sentido de la participación popular en la construcción de la Nación en ese cementerio, la juventud actual encontraría motivos para vivir con pasión y en convivencia, sin esos artífices publicitarios, moralistas que no exaltan valores tan sencillos como el orgullo, sano, de pertenecer a una Nación valiente.