Cuando Jovenel Moïse fue asesinado el primer ministro lo era Claude Joseph, quien de inmediato solicitó una intervención militar extranjera. Sin embargo, ya Moïse había designado como futuro primer ministro al neurocirujano Ariel Henry. Claude quiso quedarse, pero los principales miembros del cuerpo diplomático en Puerto Príncipe, el llamado “core group”, presionaron y lograron que Henry asumiese la posición de primer ministro. Había que buscarle un cargo a Claude y fue nombrado canciller.

Claude, a través de un tweet, criticó al presidente dominicano Luis Abinader por este hacer referencia a algo que ya había planteado ante la Asamblea de Naciones Unidas, el control de parte importante de Puerto Príncipe por las bandas que, al estilo de Robin Hood, roban a los ricos para dar a los pobres, pero también asesinan y mantienen como rehenes a grupos religiosos, alegando que en la República Dominicana también existía violencia, como alertaba a los turistas el Departamento de Estado, pero realmente refiriéndose a robos de menor cuantía y, principalmente, en la ciudad colonial.

Eso provocó una lógica reacción, pero a veces inapropiada, por parte de portavoces del gobierno dominicano, como el caso de las visas de estudiantes haitianos en universidades dominicanas. También exacerbó a los grupos nacionalistas anti haitianos cuyo discurso en vez de hacer sugerencias específicas sobre cómo enfrentar el problema haitiano, tienden a hacer largas referencias a las relaciones bilaterales de ambos países durante el siglo XIX y colocando a Duarte como la figura a citar continuamente.

Para remediar la insólita actitud del canciller Joseph, el primer ministro contactó directamente al presidente Abinader avisándole que enviaría a Santo Domingo al exembajador Daniel Supplice,  quien “supliría” al canciller Joseph como interlocutor para las relaciones bilaterales. Supplice había tenido la gallardía de renunciar como embajador en Santo Domingo al darse cuenta sobre cómo estaban siendo explotados sus conciudadanos en el “negocio” de los pasaportes, que tanto necesita la diáspora haitiana. Luego Joseph hizo referencia, en otro tweet, al asunto del canal de riego frente a Dajabón sugiriendo que se continuase su construcción. Expertos dominicanos han explicado cómo dicha obra no es viable desde el punto de vista de ingeniería (sin encontrar un interlocutor entre los haitianos) y nuestros internacionalistas han citado que por tratarse de aguas de un río binacional, ese tipo de obra requiere de aprobación por parte de ambos países.

La semana pasada el primer ministro Henry destituyó a Claude quien no pudo hacer lo que hizo su tocayo en tiempos de la Roma antigua, es decir, construir el puerto de Ostia, establecer el servicio civil imperial y fomentar la reforma agraria. El nuevo canciller será el embajador en Bahamas, Jean Victor, un cargo importante dado la cantidad de haitianos que se llegan allí ilegalmente y que son deportados.

Pero si “Barbecue” toma el poder, ¿con quién negociaremos? En 1994 quince mil haitianos llegaron en yolas a la Florida. Tuvieron que ser llevados a la base de Guantánamo y eso ayudó a Washington a decidirse por enviar tropas a Haití.

¿Será eso lo necesario para que los Estados Unidos intervengan en ese país, o los recuerdos de Afganistán estarán todavía lo suficientemente frescos?