Es indiscutible que el centro de gravedad del discurso público se ha desplazado hacia la necesidad de construir procesos unitarios que aligeren la carga y optimicen la consecución de objetivos deseados por todos. El Gobierno, más que nadie, necesitaba ese recurso para legitimarse y potabilizarse después de las convulsiones originadas por la aprobación de la Reforma Constitucional. Había la necesidad de crearun centrode equilibriodonde las fuerzas avasalladas pudieran de nuevo juntarse y no dejarlas presas de la discordia y los revanchismos cuestionadores.
Al oficialismo ya no le bastaba con sus propias fuerzas para afirmar de forma creíble su “liderazgo” en la sociedad y en la política. Urgía de un instrumento que le permitiera recuperar la imagen lesionada por los medios utilizados para imponerse de la manera que lo hizo.
Ese instrumento que le vino como anillo al dedo fue el plan de un gobierno de unidad nacional amplio y diverso, al cual fue convocado el PRD con la promesa de que sería reconocido en todo lo que representa como capitán de la boleta número uno en varias elecciones consecutivas.Pero superada la urgencia y los aprietos políticos del momento, las prioridades parecen estar cambiando y desplazándose.
Hoy todo parece como detenido en el tiempo y los términos del acuerdo PRD-PLD no encuentran un punto claro de sostenimiento, lo cual crea confusión y duda entre las bases y aspirantes a puestos electivos en ambas organizaciones. Si “arriba” no hay claridad ni definición, no puede esperarse que “abajo”, en las bases, se cree la voluntad de un voto político unitario y un proselitismo concordante.
Cuando no se define bien ni lo uno ni lo otro tras un pacto político con el que se busca concurrir unido en un proceso eleccionario, se puede decirque estamos atrapados en un limbo. Y ese limbo crea la sensación de que el piso que sostiene a los firmantes del acuerdo se mueve y se desplaza como si fuese sacudido por movimientos telúricos.
Hoy todo parece como detenido en el tiempo y los términos del acuerdo PRD-PLD no encuentran un punto claro de sostenimiento, lo cual crea confusión y duda entre las bases y aspirantes a puestos electivos en ambas organizaciones
Cuando no se avistan claramente zonas de certezas y la incertidumbre ocupa el espacio dentro de las fuerzas políticas que se supone que deben actuar interrelacionadas, se propician ambientes de crisis, yel arruinamiento del consenso alcanzadose convierte en disenso atizado por la fuerza de los hechos y los intereses individuales que se contraponen a los objetivos unitarios.
Las certezas y las seguridadesiniciales que todavía sostienen la esperanza de concretar un abanico de fuerzas que sople el velero de la nación en una misma dirección, amenaza con zozobrar ante los malestares y protestas que provocan los incumplimientos y las crisis que devienen de ellos.
Hay que evitar por todos los medios, y en esto corresponde una gran responsabilidad al partido gobernante, que cunda una sensación general de frustración y ruptura que provoquela caída de todas las expectativas, fe y esperanza depositadas en este acuerdo del que solo se ha cumplido con la formalidad, pues actualmente parece arropado por la inercia y la indefinición de un rumbo cierto.
Estampados los acuerdos en el papel, todavía hemos sido incapaces de concretarlos en los hechos y pasar a otra etapa más avanzada del accionar político común. Un pacto que no se cumpla se convierte en nulo y vacío; en carente de significado y cuando eso pasa, todo se agrieta y termina por derrumbarse.
Cuando el Partido Revolucionario Dominicano, firmó en acto público el Acuerdo de Unidad Nacional para un gobierno compartido que recogiera los elementos coincidentes más relevantes de los programas de gobierno perredeísta y peledeísta, lo hizo para construir un terreno común donde ambas organizaciones pudieran encontrarse para trabajar en bien del país y de las grandes mayorías nacionales.
Pero el clima de incertidumbre que ha seguido a ese proceso, amenaza con minar la zapata en la que debería descansar la zona de interés común que pretende erigirse políticamente.
Al Partido de la Liberación Dominicana tiene por delante levantar toda una obra de ingeniería política intra e inter partido para poder armar las infraestructuras unitarias y salir bien parado ante tantas demandas, egos, intereses y liderazgos confrontados. Para eso deberá recurrir al uso del buen juicio, el sentido de equilibrio, pragmatismo, sacrificio y justeza política.
Las comisiones creadas para darle seguimiento e implementar la concreción de la unidad electoral deben asumir su papel y agilizar los procedimientos, pues lo que se le deja al tiempo, en el tiempo se queda. Los comisionados de los partidos debe acelerar las conversaciones para allegar a puntos de avenencias y limar desacuerdos que signifiquen un retraso en la formación de la coalición, o peor aún, que atenten contra ella.
En ese sentido, convendría que la comisión gubernamental designada para ello debe abrirse a las diferentes comisiones de los demás partidos para que la ansiada unidad deje de ser solo un hermoso deseo y se plasme como una realidad contundente.