A mis 23 años no creo que tuviera algo notable de lo que sentirme inmensamente orgullosa. Estudiaba, y me inquietaba la vida profesional al acabar la carrera, dónde trabajar, qué hacer. En esas disquisiciones mundanas ponía mis arrojos.

A los 23, Pedro Junco moría, y dejaba tras de sí grandes éxitos musicales, entre estos una canción absolutamente inmortal: Nosotros. En tales senderos puso su edad, para dejar claro que no importa cuán imberbes seamos, siempre habrá la posibilidad de darle a nuestros semejantes algo para que nos recuerden y a la vez, sean ellos felices.

Nosotros/ que nos queremos tanto/ debemos separarnos/ no me preguntes más…/No es falta de cariño, / te quiero con el alma,/ te juro que te adoro/ y en nombre de este amor/ y por tu bien:/ te digo adiós. Qué bolero tan triste.

Recuerdo el día que le presté verdadera atención, y me turbó un poco pensar en su  historia. Me pregunté cómo era posible tanta injusticia: dos seres muy enamorados que no pueden estar juntos por causas ajenas.

Después, en mis propias experiencias, entendí que el laberinto de la vida está lejos del hilo de Ariadna, no siempre aparece la salvación, y sucesos como ese resultan  posibles.

Tan apasionada letra le bastó a Junco para trascender, aún cuando en su nómina autoral laten temas de fama como Tus ojos, Soy como soy, Mi santuario, Te espero, Estoy triste y Gracias, algunos de los cuales estuvieron en el repertorio de figuras de la talla de Rita Montaner, Reinaldo Henríquez, Esther Borja y Pedro Vargas. Escribió unas treinta piezas y no pocas se convirtieron en hits radiales y hallaron lugar en la industria del disco.

El cantante Pedro Vargas entregó en 1945 a los padres del bisoño compositor un diploma de la Asociación de Artistas de México, por haberse mantenido Nosotros durante dos años consecutivos en lo más escuchado de la nación.

Si revisamos quiénes han hecho suya esa canción veremos que no puede esperarse menos que la gloria. Algunos, solo algunos: Elena Burke, René Cabel, Luis Gardey, Plácido Domingo, Julio Iglesias, Orquesta Aragón, Rita Montaner, las Hermanas Lago, Sarita Montiel y Lupita D´ Alessio.

Claro que la obra tiene suficiente melodrama como para convertirse en lo que fue y es, una bomba musical. Nunca ha dejado de cantarse y eso nutre en parte el mito en que  su autor se alzó. Pero otros ingredientes alimentan el imaginario popular alrededor de su creación más universal. Indaguemos.

Pedro, allá en su Pinar del Río, era lo que podemos decir un Don Juan, con todas las de la ley. El atractivo físico se unía a un sex appeal evidente, combinación fatal, puro galán de película. Sin mucho esfuerzo de su parte las novias llovían, algunas veces hasta se le juntaban tres en una noche. Daba lo mismo si se llamaban Gladis, Esther, Leonila, Odilia u Hortensia.

Su amigo Amado Martínez-Malo (Fraguela:1999) lo describe como un hombre de seis pies y unas ciento ochenta libras, blanco, con la cara rosada, bigote y el pelo castaño oscuro, con gomina porque lo tenía muy lacio. Cuenta que le agradaba vestirse de carmelita, con pantalones sin pliegues y camisa de mangas largas. “Además era todo un caballero, alegre, enamorado, le gustaba el deporte”

Ante las muchas pretendientes, una de las primeras incógnitas fue a quien se la dedicó. Se supo por testimonios de amigos y papelería personal de Junco que hay dos fuertes candidatas. Los periodistas e investigadores Luis Sexto y Viñas Alfonso (2013) ponen todas las cartas sobre la mesa en una profunda búsqueda, no exenta de obstáculos y  hechos aún por confirmar.

De ahí sacamos que ha habido todo tipo de versiones, incluso aquella de que la dama del amorío era casada y por eso la separación se imponía.

Con la poetisa y periodista Rosa América Cohalla Abrahantes, mayor que él, tuvo un romance memorable, y la amistad entre ambos fue más legendaria aún. Ella pudo ser, aunque de manera explícita le dedicó otra canción.

Luego de leer las candidatas, presumo que la de mayor posibilidad fue María Victoria  Mora Morales. Le gustó en cuanto la vio en el Instituto de Segunda Enseñanza en su pueblo. Se harían novios oficiales y fue la única relación de este tipo que amigos y familia conocieron. En varias cartas le dedica a ella las más apasionadas frases, muy diferentes a las de otras amantes. 

La infidelidad de él de por medio, dio al traste con el noviazgo, pero todo indica que se siguieron amando, ella así lo declaró, aunque con la misma fuerza afirmó que no lo perdonaba. Dicen que por mucho tiempo le llevó flores a su tumba, y allí una jardinera deja ver el letrero: A Pedrito, de María Victoria.

Sobre Mora Morales, residente a inicio de los años 2000 en Nueva York, descubro en el texto de los colegas periodistas cubanos datos muy curiosos, como que escribió el libro Las campañas de Antonio Maceo en la historia militar de América, y era prima del doctor Menelao Mora Morales, uno de los asaltantes al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957. Hecho histórico de importancia para la Isla.

Otro punto medular del destape de las fabulaciones resultó la temprana muerte de Junco, muy cerca de que compusiera, se conociera y grabara Nosotros. Alguien hasta pensaría  que murió de desolación por ese abismo que relata en la obra. Otros han creído hasta hoy que falleció de una enfermedad considerada entonces maldita, la tuberculosis, pero en realidad, como demostraron los registros médicos, la causa del deceso fue  asfixia por bronconeumonía.

Había tenido congestiones pulmonares previas y en la familia como había  antecedentes del bacilo de Koch, lo incierto corrió como pólvora.

Tampoco se conoce con precisión cuándo creó esa letra devenida en himno. Al parecer lo hizo a finales de 1942, durante el período que anduvo deprimido por el debilitamiento de su salud. Dicen que hablaba de la muerte. Unos antibióticos, en aquella época impensables en Cuba, le hubieran mejorado.

En enero el célebre Conjunto Casino graba la pieza para la estación RCA Víctor. En febrero se canta por primera vez en la emisora pinareña CMAB, y después Mario Fernández Porta la estrena en RHC, cadena Azul. Luego las vitrolas hicieron su parte.

El 25 de abril la parca lo toma en sus manos sin retorno, casi era media noche, y la noticia se esparció por la clínica Damas de Covadonga, en La Habana, donde estaba ingresado.

Su carácter afable, sencillo, dispuesto, encantador, respetuoso, fino y cortés, más la intensa vida social y lo de ser un católico practicante, le valieron muchos amigos. Si a eso le sumamos la carrera musical, no se podía menos que esperar una manifestación de duelo popular ante su partida. El sepelio aconteció en Pinar del Río el 26, fue monumental, multitudinario. De los balcones caían flores al paso del féretro envuelto en la bandera cubana y el estandarte de la Asociación de Caballeros Católicos. Voces de Cuba y el mundo expresaron su dolor ante la partida.

Cuando se investiga en la vida de Junco, varios hechos curiosos salen a la luz. Hay dos muy singulares. Uno es que Pedro mantuvo en secreto por largo tiempo sus afanes artísticos, no mencionaba nada ni en el diario ni a conocidos. Para muchos resultó una sorpresa descubrir a los 19 años su primera composición. Solo cuando terminó el bachillerato decidió darse a conocer. 

Lo otro es que no inscribió a Nosotros en la Asociación de Autores Musicales, o no le dio tiempo, o su desinterés por lo material que era famoso en él lo llevó a eso. Según parece, lo hicieron sus amigos, pues con el número 29 264 está en esos registros con fecha del 11 de junio de 1943. Años después, la familia en Estados Unidos, recibía  millones por el concepto del derecho de autor.

Le faltó tiempo a Junco para madurar como artista y ser humano, para probar lo que le presagiaban: tenía un futuro tan promisorio como el de Agustín Lara. Aunque los  estudios musicales no fueron vastos, sus temas ostentaron, a juicio de varios intérpretes, personalidad propia. La música respondía plenamente al texto, al estado emocional del autor. Algunas piezas exhibieron más acabado que otras, pero en su mayoría gozaron de excelente comunicación con el público.

El novio de Pinar del Río poco a poco, gracias a recientes investigaciones como la que se referencia en este artículo, va saliendo del mito, sin que ello implique desvalorización alguna. Solo limpian de mentiras e inexactitudes sucesos de su vida, contados hasta ahora como si se tratara de una novela. Pero, seguramente, habrá quien lo siga colmando de fantasías, porque robarse impetuosamente el corazón de un país y de varias ciudades en el mundo, no puede ser obra de un hombre corriente. 

Referencias

Fraguela, José Raúl. (1999). El músico más importante. Revista Vitral. De http://www.vitral.org/vitral34/entrev.htm

Giro, Radamés. (2009). Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba. La Habana: Editorial Letras Cubanas.

Sexto, Luis y Viñas Alfonso, Pedro. (2013). Nosotros que nos queremos tanto. La Habana: Editorial Pablo de la Torriente Brau.