El tiempo es un pedazo de la vida que corre fugazmente en la existencia de los seres humanos; no debemos usarlo en detrimento del óptimo aprovechamiento de ese espacio que ha de discurrir de la manera más fructífera posible. Tampoco, mucho menos, en cuestiones inútiles o perjudiciales que apaguen el fuego productivo de la vida; por esa razón se ha acuñado la frase: el tiempo es oro. Vitalmente para los pueblos con altos desarrollos la puntualidad, responsabilidad y gerencia de las tareas cotidianas y periódicas es altamente apreciadas, como condición sine qua non del respeto al tiempo de los demás.
En los países subdesarrollados la calibración del tiempo constituye una variable bastante flexible y relajada, consono diacrónicamente con las condiciones socio culturales de su existencia; esto empeora  cuando las sociedades viven en un rincón rural o barrial, sin mayores complicaciones modernas, ni tecnológicas: la vida en su desenvolvimiento se torna apacible y sin apuros stressantes. La sociedad dominicana y latinoamericana pasa por esa costumbre inveterada, revertida en hábitos que impiden  el uso creativo, ordenado y ganancioso del tiempo. Dicen a menudo: hay tiempo para todo, una falsa justificación, que intenta ofrecerle excusa a su ocio empedernido. Así las sociedades se pueden valorar  en función de su criterio del mismo, habiendo sociedades donde un visitante impuntual y desperdiciador del tiempo, suelen no invitarlo o marginal su presencia.
Luego de la irrupción del montón de asegurados en el nuevo sistema de la seguridad social ( cuestión que aplaudimos), las atenciones a los pacientes para simples estudios o consultas se ha convertido en una verdadera odisea
Sin embargo, tenemos la obligación, particularmente con las facilidades que nos ofrece la tecnología de hoy, de someternos a comprender que vivimos en un mundo digital y de democracia abierta con la existencia infinita de redes sociales que nos conectan instantáneamente con un clic o el acceso a toda información posible y multidiversa. Esta última sirve sin lugar a dudas para engrandecer nuestra aptitud hacia el trabajo gerenciado, eficaz y ahorrando el tiempo en beneficio de otras tareas y actividades; porque a fin de cuentas todos quedamos relacionados con las debidas responsabilidades en el tiempo. Nadie escapa al imperio de las manecillas del reloj, que nos calcula la periodicidad de las actividades en nuestra agenda; no hay tareas o funciones elitizadas, unas mas privilegiadas que las restantes, habrá emergencias con fines de preservar la integridad y evitar la muerte o la incapacidad.
En el caso de los Centros de Salud, la atención a los pacientes urge de un esmero mayor en su tratamiento y estudios de la situación clínica, porque de lo contrario corre peligro de resultar extemporáneo cualquier intervención a su enfermedad o diagnóstico de un accidente traumático. Nunca priorizar la burocracia de la factura o la contabilidad de los costes por la atención del paciente a su ingreso a los servicios de salud; en una espera incómoda innecesaria, como sucedió a mi esposa con la burocracia en Cedimat. Una hora y media en caja para hacer la factura de una simple imagen con dos solicitantes; el servicio de la placa solo tardo 20 minutos y desde luego con calidad propia de ese Centro, que no desestimo . Y lo peor, cuando fui a buscar el vehículo al parqueo con máquina de brazos y retirado el ticket, hube de volver hacia atrás a otra máquina a diez minutos del parqueo a pagar, retornando a buscar el vehículo. Cuando se supone que la tecnología es para aligerar el tiempo y precisar mejor sus servicios, mientras mi esposa movía el rostro en actitud negativa en ambos lados.  Respetemos el tiempo, aunque nos llamemos pacientes, disminuyemos la burocracia cantinflesca; aunque reconozco la calidad profesional de ese prestigioso Centro en la Plaza de la Salud.
Luego de la irrupción del montón de asegurados en el nuevo sistema de la seguridad social ( cuestión que aplaudimos), las atenciones a los pacientes para simples estudios o consultas se ha convertido en una verdadera odisea, que comentan a manera de reclamo los interesados mientras hacen colas de largas esperas en clínicas y centros de salud. Se esta poniendo en muchos casos más atención a la contabilidad y ganancias de los fondos que aportamos, que a los mismos pacientes o asegurados. Nos ven como parte de un mercado que ha crecido exponencialmente y donde fluye la plata en beneficio de las empresas que irrumpen en el sistema. Los propios médicos y especialistas son los que cargan pesados como ente de un sistema de seguridad que los explota y por ese motivo su pluriempleo, corriendo de un lugar a otro para completar su presupuesto familiar. Cambiemos esto.