El pasado miércoles 23 de los corrientes, pasada las ocho de la mañana me presenté en el Ministerio de Cultura, para entregar unos documentos que me habían solicitado. Como todos los parqueos del Ministerio están asignados, no tuve otra opción que parquearme en la calle Paseo Presidente Billini, que queda al este del edificio.

Entré por la puerta que está en dicha calle, pero un policía me dijo que no podía entrar por ahí, le preguntó a un Capitán y le dijo que debía hacerlo por la puerta principal. Y así fue. Al llegar al departamento en el cual debía depositar los documentos, me piden muy amablemente que regrese unos veinte minutos más tarde, porque la persona aún no llegaba y me retiré a hacer otras cosas que debía, por el mismo sector.

Cuarenta minutos después regreso, ahora por la puerta principal, al entrar sucede unos de los episodios más desagradables en el cual he tenido que participar. Narraré lo sucedido:

Entro y el Capitán me llama,

Pss, dime, ¿qué e’ lo que tú quiere?

Me le acerco y le contesto: Dígame. Soy la persona que estuvo aquí hace apenas unos minutos.

– Sí, lo sé, fui yo que te mandé por aquí. Pero, ¿Qué lo que tú buca aquí? Porque ta’ dando mucha vuelta

– Señor, debo entregar unos documentos

– Ya eso me lo dijite, dime otra cosa.

Confieso que la indignación vino a mí y lo único que le dije fue: Caballero, yo lo he tratado de usted y usted me tutea. Me trata sin ningún tipo de respeto, a pesar de que ni siquiera he levantado la voz. Él calló y yo di la vuelta para completar la diligencia.

No es posible que hayan personas sin la más mínima educación en cualquier oficina pública y mucho menos siendo un policía que presta un servicio a otra institución. Lo que más pena da, es el contraste en cuanto al comportamiento presentado por este señor y los demás empleados del Ministerio, el cual fue un trato amable y de respeto.

El Ministerio de Cultura debería cuidar a quién contrata y más cuando se trata de las personas que son las primeras que uno se topa al entrar al edificio.