Creo que puedo hablar un poco de educación superior en la República Dominicana, cometiendo algún que otro error, sin perder el sentido de pertinencia y calidad. Nuestro sistema de Instituciones de Educación Superior (IES) lleva un largo trecho construyendo experiencias formativas que buscan la calidad, tanto las del sector público, como las privadas. La formación de profesores universitarios tiene como base las maestrías y vamos camino de los doctorados. En poco más de una década será imposible acceder a la docencia universitaria sin poseer un doctorado de una universidad con una sólida tradición de investigación.
Las publicaciones periódicas arbitradas de nivel internacional se han convertido en el parámetro de medición de nuestros investigadores y la forma de juzgar a toda IES que quiera denominarse como institución de investigación. Estamos algo distantes de las más potentes en el Caribe como la Universidad de Puerto Rico, la Universidad de La Habana o la Universidad de las Indias Occidentales, pero hace diez años ni competíamos, ahora estamos en el ruedo.
La pandemia ha impulsado el uso de herramientas en línea hasta los niveles que preveíamos alcanzaríamos en diez años. Algunas universidades ya tienen maestrías totalmente en línea para estudiantes de cualquier parte del mundo. Toda la oferta académica actual, incluida la presencial a la manera tradicional, está anclada en una plataforma virtual donde los estudiantes acceden a materiales y colocan sus asignaturas y más de la mitad de la docencia tiende a ser virtual o con momentos presenciales limitados. No somos nosotros en el país, es el mundo entero que camina ese sendero. No es un tema de vacunados o distanciamiento, es que el uso de las plataformas virtuales enriquece profundamente la experiencia de aprendizaje si se trabaja con calidad.
Los pocos que sueñan con volver a la experiencia anterior a marzo del 2020 con miles y miles de estudiantes acudiendo a las aulas, de 8 am a 10 pm, están respondiendo a la inercia de sus limitaciones y no al futuro que merecen nuestros jóvenes. Es inmensa la cantidad de chicos y chicas que toman cursos fuera del país por medio de plataformas virtuales, o fortalecen su dominio de software o alguna lengua extranjera, y por supuesto existe un mercado en crecimiento para maestrías. Muchas compañías, dominicanas incluso, y corporaciones internacionales, tienen sistemas de capacitación virtuales para sus empleados. No hay vuelta atrás, al menos que pretendamos sacar de competencia a nuestras futuras generaciones de la competencia profesional y laboral en un mundo tecnificado.
Uno de los enemigos más peligrosos para el desarrollo de una sociedad y el conocimiento científico es el populismo. Pueblos enteros han sucumbido a la miseria y el atraso por unos cuantos líderes que vendieron pajaritos preñados que lucían promesas de redención. El famoso proyecto de prohibición del pago de reinscripción a las instituciones privadas sólo puede ocurrírsele a un montero sin. Si han inventado esa insensatez la próxima será prohibir que las clínicas privadas cobren por sus servicios de salud o que los supermercados despachen gratis su mercancía a todo el que la solicite. La educación privada es una oferta minoritaria en el país, en todos los niveles, y debe articular el cobro de sus gastos para garantizar su nivel de calidad. La tarea del Estado es mejorar la calidad de la educación pública para que ninguna familia se vea obligada a pagar por la educación privada y sea una opción al margen de la calidad.
El progreso en educación para un pueblo como el nuestro toma tiempo y debe ser constante el seguimiento a las políticas articuladas en gobiernos precedentes en alianza con la sociedad civil. Rechazar acciones positivas como la Ordenanza Nº 02-2015, e incluso bloquear el acceso a los docentes egresados de programas basados en la misma, como señalan varios periódicos, es un crimen contra el futuro del pueblo dominicano y botar a la basura los miles de millones de pesos que ha costado. ¿Mejorable? Sí, por supuesto, pero no rechazarlo porque fue producto de otro gobierno.
El escenario que se plantea cuando vemos tantas amenazas a la educación de calidad en nuestra sociedad no se compadece con las calidades académicas y personales de los principales líderes de esta administración gubernamental, ni se compadece de las propuestas de cambio para un mejor futuro ofertado por el Primer Mandatario. Necesitamos más cordura en el diálogo sobre la educación en todos sus niveles. Las pasiones partidarias son malas consejeras y los puestos de maestros no son para los compañeritos de la base, sean del partido que sean.