I.- Algunas dificultades de pensar libremente
1.- Algunas personas, a lo mejor, no se dan cuenta lo difícil que resulta pensar libremente en un medio social en el cual muchos quieren imponer la forma como deben actuar los demás; la libertad esté condicionada al capricho y antojo de quien se considera portador de poderes divinos que lo han escogido como prodigioso, y a quien no se está permitido cuestionar.
2.- Expresar una opinión diferente a la que sostienen aquellos que se creen pontífices, es un sacrilegio, una violación a la verdad absoluta de quienes se creen merecedores de ser calificados incontestables en los juicios que emiten porque tienen el monopolio de la veracidad.
3.- Aquel que quiere comportarse como pensador sincero, mantenerse fiel a sus ideas, no se siente satisfactorio cuando debe ajustarse a lo que otro cree que es lo que debe exteriorizar, comunicar por escrito o de viva voz. Es mejor callar, reservarse lo que se quiere decir, antes que revelar el pensamiento presionado, condicionado; que se vea que está arrinconado, que responde a sumisión.
4.- Actuar con libertad entraña comportarse con franqueza, desenvolverse respondiendo a lo que le dicta la conciencia, sin más sujeción que las que resultan de las leyes, las buenas costumbres y la consideración que merecen los demás miembros de la comunidad. Ejercer la libertad no es lo mismo que el libertinaje, la que bien disfrutan aquellos que se sienten a gusto ejecutando todas clases de excesos.
5.- En nuestro país, muchos de los que escribimos y accionamos en la política, llegamos a esta por convicción, y la ejercemos como una actividad noble, honrosa y digna, por medio de la cual procuramos materializar las ideas que con tanto amor abrazamos desde la pubertad, y a las que no renunciaremos ni traicionaremos jamás, porque queremos permanecer honrándolas limpiamente.
6.- Exponer el pensamiento por medio de la palabra escrita solo tiene sentido cuando lo hacemos con la finalidad de cumplir una función social, no así para satisfacer prejuicios, resentimientos y herir conductas. Es contrario al buen uso del intelecto manifestarse despreciando, deshonrando y perversamente lesionando, o de cualquier forma envileciendo.
7.- Hacer uso de términos hirientes para lanzar críticas de contenido político revela que quien los utiliza no es más que un limitado mental en lo que a política de altura se refiere, llegando a convertirse en un impertinente e insolente. Es muy propio del desvergonzado ganar espacio social con sus atrevimientos, sinvergüencerías e impudicias, las que muy bien dejan ver su ausencia de escrúpulos.
8.- Todo aquel que recurre a los ataques políticos con ribetes personales se expone a recibir respuestas no esperadas ni deseadas, porque quien se siente lesionado en su persona, honor y consideración se cree con derecho de contestarle a su atacante con las mismas armas, y a lo mejor peores. De ahí que es muy delicado caer en la diatriba; la censura politiquera y artera.
9.- Las consecuencias de los daños causados con la calificación que genera aflicción son impredecibles, porque van a depender del temperamento de quien se considera ofendido. Los resultados, el desenlace que trae la imputación, el enjuiciamiento mediante la palabra ofensiva, pueden quedarse en la discusión o al enfrentamiento, a la confrontación acalorada matizada por la exasperación y el enojo.
II.- Censurar el sistema con palabras respetuosas
10.- No resulta difícil aportar a la lucha contra un sistema social injusto, y procurar lograr la instauración de uno diferente que satisfaga las aspiraciones más sentidas de las grandes mayorías nacionales. Las lacras sociales son de identificación fácil, y para señalarlas existen cientos de palabras que pueden ser comprendidas por aquellos a quienes queremos orientar con lo que predicamos, por lo que no hay necesidad de rebuscar expresiones para lanzarlas contra aquellos que se identifican con el ordenamiento vigente generador de las tachas que combatimos.
11.- Si lo que perseguimos es contribuir por medio de la palabra oral o escrita para cambiar la realidad actual, que está preñada de iniquidades, tenemos la posibilidad de hacerlo sin limitación, y ninguna persona pude considerarse ofendida. Señalar que el sistema actual genera hambre, miseria, desempleo, insalubridad, marginación y corrupción, no afecta, ni pueden sentirse atacados personalmente los defensores del statu quo.
12.- Si nos asiste la razón y estamos convencidos plenamente de que es inexorable el hundimiento del sistema, basta con darle riendas sueltas a la inteligencia, ejercitar el pensamiento y con lucidez y elegancia sacar de nuestra garganta razonamientos que sean asimilados por los destinatarios que buscamos convencer mediante discursos acertados y atendibles, ausentes de sofismas y contrasentidos.
13.- Al adversario político no hay que acorralarlo mediante el insulto, la diatriba y la injuria, sino demostrándole con lenguaje depurado que está equivocado; que la posición que sostiene es absurda y su causa no tiene base de sustentación.
14.- El debate político de altura, aquel que se desarrolla en los marcos de la decencia y el proceder respetuoso, necesita del contendiente que exhiba consistencia ideológica y facilidad de exposición. El que hace de rival en el fragor político, debe estar consciente de que la discusión no es para maquinar ni trapisondear, sino dilucidar para saber de qué lado está la razón.
15.- En nuestro medio está probada la poca profundidad en el dominio del lenguaje para polemizar, lo que motiva que con frecuencia se recurra a lo personal, evidenciando la escasez de formación y estructuración ideológica. A falta de preparación política se busca desesperar y exasperar al contrincante sacándolo de casilla, llevándolo al terreno que conviene al patán.
16.- Aunque muchas personas talentosas intervienen en el quehacer político, llama la atención el hecho de que es muy poco lo que en nuestro país se ha avanzado en lo que se refiere a la crítica política civilizada. Lamentablemente se ha perdido más tiempo en la politiquería de baja estofa, que en demostrar la calidad humana, el desprendimiento y el sentido de incidir en política con el fin de construir un mejor país.
17.- Aquí se está dando el caso que individuos con una inteligencia fuera de serie, utilizan su talento para participar en el debate político haciéndose los graciosos, bromistas y sandungueros en base a estigmatizar a personas, desconociendo que con semejante proceder no contribuyen a la lucha por los cambios sociales que es la que da valor a la participación política.
18.- El luchador social que hace labor de orientación por medio de sus escritos en órganos de difusión masivos, no puede desconocer que su trabajo debe estar orientado a instruir, no a destruir honras. El accionar político basado en preparar y disciplinar no puede caer en el proceder pervertidor e insolente.
19.- Redactar mensajes para que sean asimilados por mujeres y hombres del pueblo con sensibilidad, interesados en construir un orden social, económico, ético y moral, ha de ser la misión de quienes no están prejuiciados, condicionados para escribir con inquina, odio y prejuicios. El que está educado para dañar la honra ajena por medio de la escritura, no es merecedor de ser tomado en cuenta en lo que expone, porque en lugar de encarrilar y enderezar, lo que hace es descarriar y desaconsejar.
20.- Al poner el cerebro y las manos en función debemos hacerlo para mejorar, arreglar o renovar, no para desarreglar, descomponer y retroceder. La inteligencia y la escritura hay que unificarlas para enriquecer y engrandecer el país, no para mantenerlo aniquilado y en crisis permanente. La mejoría se alcanza con el trabajo estimulado por aquellos que confían en que la prosperidad nunca ha sido obra de quienes solo saben generar tristeza, pesimismo y pesadumbre.
21.- Conviene hacer caso omiso a los que usan su tiempo haciendo mal uso de los medios para hacer mención de ciudadanos y ciudadanas decentes y de honradez probada, poniéndoles motes degradantes; apodos hirientes; alias llenos de tirria, procurando mortificarlos, en fin, flagelarlos hasta llegar a enjuiciarlos, ponerlos en condición de ser condenados por la opinión pública, antes de ser juzgados por los tribunales.
22.- Aquí se está necesitando una especie de profilaxis en el lenguaje que se utiliza para dirimir las diferencias políticas; una enjuagadura mental y un aseo en la escritura; un laboratorio de los términos empleados en las polémicas, porque solo así se podría lograr eliminar la suciedad en las conversaciones.
23.- Las diferencias en las opiniones no deben solucionarse recurriendo a infectar al contrario; lacerándolo por medio de la injuria; estropeándolo con la calificación afrentosa; la crítica mordaz; lastimándolo con murmuraciones utilizando la lengua como látigo implacable y venenoso.
24.- Si por medio de la escritura o la elocuencia tratamos de convencer para con elegancia conquistar, lo que procede es fascinar a quienes enviamos nuestros mensajes, pero nunca contradecir con ofensas a quienes no logramos imbuir, o de cualquier manera inspirar. El convencimiento es fruto de la persuasión lograda con la argumentación, el análisis correctamente fundamentado. La expresividad sincera y respetuosa hace posible que la dialéctica nuestra se imponga en forma seductora y con eficacia, sin nada de pesadez odiosa.
25.- Se hace necesario sacar del ambiente la diatriba que tanto daño hace al accionar político que deseamos tenga estampa de limpieza. Se impone imprimir las ideas renovadoras que tenemos atesoradas, fruto del largo batallar por alcanzar un feliz destino para nuestro país. Lo que conviene es que nuestro pensamiento penetre voluntariamente en la mente de quienes aspiran a disfrutar de un medio acogedor en lo material y espiritual, para así acercarnos al progreso que aspiramos, necesitamos y merecemos.
26.- Si hemos planteado y difundido, porque así es y lo creemos, que las ideas liberadoras no necesitan de la mentira ni de la violencia para triunfar, debemos demostrar que estamos en condiciones favorables para derrotar, aislar, hacer desechar a los que con un lenguaje soez y una escritura ponzoñosa quieren confundir, desorientar y desconcertar a personas sanas dominadas por ingenuidad y espontaneísmo.
27.- El diario vivir es lo que más enseña. Ejercer la política con sentido social nos convierte en ejecutantes por los mejores intereses del país, a la vez que honramos las ideas que hemos abrazados con sinceridad y disposición.
28.- Solamente quienes confían en que el pueblo movilizado es dueño de su destino, hacen de la política un ejercicio honesto, consecuente y libre de resentimientos. Las masas populares no requieren para vencer de inmoralidad, perversidad, canalladas, ni de actores mentalmente corrompidos. El ataque personal hay que eliminarlo en el debate político del país.
29.- Ha de ser una gran aspiración de hombres y mujeres decentes del país, que la actividad política sea ejercitada con altura para que en ella solo participen quienes crean en principios, y no moverse por simples apetencias personales.