“Yo estaba presente cuando lo empacaron en un avión de la Fuerza Aérea Americana, amarrado como un andullo”. Así me dijo Alvey pero yo no le creí.

No fue hasta que leí  el artículo de Ramón Arturo Guerrero (Acento-21 de junio del 2015) que pude confirmar la verdad de lo que Alvey me había dicho.

Arturo lo compara en su artículo con John Foster Dulles, aquel presbiteriano troglodita que fue el arquetipo de la política exterior de Dwight D. Eisenhower, el diseñador de la Guerra Fría y el hermano de uno de los que planificaron la eliminación de John F. Kennedy. Kennedy había destituido al hermano en el 1961 como jefe de la CIA, debido al fiasco estrepitoso de la Bahía de Cochinos en Cuba.

Arturo en su artículo evoca la memoria de Zhou-Enlai, segundo en mando en la China de Mao Tse-Dung y uno de los líderes más emblemáticos del socialismo chino. Cuentan que, antes de morir de cáncer, cuando languidecía en un hospital de Peking, Mao fue a visitarlo (más bien a despedirse de él) y que Zhou le dijo: “Camarada Mao, ahora es cuando voy a saber si es verdad que existe otra vida”. Murió con ese profundo sentido del humor que lo caracterizó y que le duró hasta el final de sus días. Seis meses después le tocó a Mao averiguar si hay otra vida.

El desaire que le hizo Dulles en Ginebra, Suiza, a Zhou en el 1954 (mencionado en el artículo), fue doblemente ofensivo. Zhou le extendió su diestra y John Foster Dulles rehusó estrecharla.

Anciano, de gran estatura y de aspecto cadavérico, aquel hombre simbolizaba el capitalismo hegemónico y monolítico internacional, ante aquella figura flaquita de Zhou, cuya salud ya empezaba a desmedrarse. Un elefante ante una hormiguita.

John Foster Dulles, en cuyo honor fue nombrado el aeropuerto internacional de Washington, D. C. (que realmente queda en el estado de Virginia), era hijo de un pastor presbiteriano y fue el padre de Avery Dulles, un teólogo jesuita que llegó al rango de cardenal en la Iglesia Católica Romana y a quien conocí personalmente. Un intelectual descarnado, largo y flaco como lo era su padre.

Además, Foster Dulles era uno de los accionistas principales de la United Fruit Company y fue el responsable de la caída de Jacobo Arbens Guzmán en Guatemala, uno de los países donde funcionaba la United, la cual estuvo funcionando también en la costa colombiana y en Manzanillo, en la Republica Dominicana. García Márquez la menciona en su novela “Cien años de soledad”.

John Foster Dulles era el jefe de la diplomacia estadounidense, en su calidad de Secretario de Estado. Zhou-En-lai era su contraparte en la diplomacia china.

Aquel encuentro en Ginebra fue un momento electrizante, porque marcó un impase embarazoso para las relaciones entre ambos países, que no llegó a subsanarse hasta dos décadas más tarde, cuando Richard Nixon, a la sazón el  presidente de los EEUU, le extendió su diestra a Zhou en Pekín, creando así las bases para  un nuevo “détente” diplomático y comercial  entre Oriente y Occidente (1972). Fue un momento decisivo para el mundo civilizado. Dos apretones de mano que cambiaron el destino de la humanidad.

De acuerdo con algunos analistas, la guerra de Vietnam quizás  nunca hubiera tenido lugar si Foster Dulles no le hubiera dejado la mano extendida a Zhou en Ginebra aquella presagiosa tarde primaveral del 1954.

-Yo estaba presente el día que lo trajeron atado como un andullo-volvió a afirmar mi amigo Alvey.

A mí me costaba creerle porque, a pesar de que había sido militar y trabajaba en el aeropuerto de “Tamiami” con aviones de hélice,  siempre tendía a dramatizar los hechos y aquí estamos hablando del año 1965, justo en los días en que República Dominicana se encontraba invadida por los marines.

Alvey era descendiente de los judíos sefarditas originales que los Reyes Católicos expulsaron de la Península Ibérica, precipitando así una crisis económica de proporciones insospechadas para España, que dieron al traste con la hegemonía de la Corona Española, a pesar del descubrimiento de América (Siglo XV).

El nombre hebreo de la península era el de “Sefard” y allí habían convivido por varios siglos judíos, moros y cristianos, en un intercambio comercial e intercultural que había contribuido grandemente al desarrollo de la península y que sirvieron de base al descubrimiento del “Nuevo Mundo”. Sin embargo, la miopía religiosa cegó a los reyes, dando pie a la tragedia de la persecución religiosa que desembocó en la nefasta y mal recordada “Inquisición”. Esto hizo retroceder a España a épocas casi prehistóricas, mermando así el progreso que pudo representar el pillaje de todo el oro robado de América.

Al desaparecer los orfebres y la clase mercantil, que intercambiaba y  promovía el comercio europeo, el oro y la plata traídos de las colonias se circunscribió en gran parte al adorno de las catedrales medievales  y apenas redundó en el desarrollo económico  de la Madre Madrasta. Selló así su decadencia como potencia mundial.

La lengua materna de Alvey era el inglés pero hablaba el castellano antiguo, conocido como el “ladino” (latino) que hablaban sus antepasados, los hebreos originales expulsados de Zefard (España).

“Formoso”, “asina”, “aguaita”, “aqueste”, “agora”, “energia” (sin acento en la “i”); “cantades”, “haketía”. Todas estas palabras eran parte integral de su repertorio cotidiano. Alvey me hablaba en ladino y yo lo entendía perfectamente en mi dominicano cibadeño.   

¿Y cómo es posible que tú supieras que lo habían traído atado como un andullo?- le pregunté- ¿Acaso estabas tú ahí?

-No solamente estaba yo ahí, sino que fui el piloto que lo voló de San Isidro a Miami. Eso de amarrar a la gente como andullos es propio de ustedes los dominicanos.

-¿Y a quién fue que ataron como un andullo y tu trajiste de San Isidro?

– A Elías Wesin y Wesin, aquel ladino de origen libanés nacido en Bayaguana.

* Wessin se había negado a “pactar” con los constitucionalistas a los que la prensa estadounidense insidiosamente se refería como a “los rebeldes”. No lo dejaron regresar al país hasta después de que el “tirano ilustrado” empezara sus primeros 12 años de gobierno ininterrumpido, con el cual Wessin tuvo muchos altos y bajos.

Lo demás es historia patria.