Un mosaico de situaciones me envuelven en estos días afanosos del quehacer político y social, al paso de increíbles eventos que están cambiando la faz de los procesos electorales como nunca había sucedido en nuestro suelo patrio. Leyes nuevas, elecciones en abundancia y complicadas, candidaturas novedosas con incorporación de jóvenes en boletas y sectores sociales interviniendo en el trayecto de los procesos con la advertencia de no verse en el espejo turbulento de América del Sur y Centroamérica. En los mismos se cruzaron variadas crisis socio-políticas que llevaron al desasosiego a los ciudadanos, cayendo gobiernos aquí, allá y acullá, cundiendo el temor de revueltas incontenidas por las autoridades que desconocían la seguridad social o la institucionalidad, o peor las conquistas ya logradas por los pueblos con tanta pérdida de sangre y descuidando el trabajo productivo.

Observo que ciertamente no vivimos en nuestro país una inestabilidad porque el dominicano posee un perfil muy fluido, conversador, abierto y maduro, prefiere el consenso y encontrarse con salidas inteligentes que construyan un puente conectado con con la tranquilidad . Así, la mayor parte se erige en guardián del diálogo y la cooperación en aras de solucionar conflictos para no interferir con la imprescindible estabilidad social. Pero hay que reconocer que esta es muy frágil y en cualquier momentum podría empujada por imprudencias o pasiones políticas, estallar desatando violencias y conflictos, que eran impredecibles por los actores intervinientes. Caso Chile, Honduras, Ecuador e innumerables naciones.

En los actuales procesos de caras a las elecciones previstas para febrero entrante y mayo, la responsabilidad, transparencia y libre de fraude recae directamente al Gobierno, la Junta Central Electoral, los Actores de los Partidos Políticos, los Tribunales de las Altas Cortes y la Procuraduria de Justicia. En ellos se encara ofrecer confianza, credibilidad, limpieza en los Comicios y aplicación oportuna de las sanciones previstas en la Constitución y las Leyes de la nación. Si esto no se produce y se envían mensajes dudosos, como en ocasiones anteriores ya se han observado en autoridades, entonces cabe a ellos y en particular al Gobierno del Presidente Danilo Medina la culpa mayor de no haber obtemperado en la solución de unas Elecciones limpias de sospechas. Evitando el uso indiscriminado de recursos del Estado, los fraudes electorales, compras de cédulas, no uso de militares y policías interviniendo en favor de candidatos oficiales, no uso de espacios televisivos, radiales y escritos apabullantes en detrimento de la oposición, privandose de maltratar a comunicadores independientes o críticos a la política del Gobierno.

Lo acontecido con varios comunicadores, por no plegarse al indigno sector bocinas, es un mal ejemplo antidemocratico de censura, callando voces para que no denuncien la corrupción, malversación y extorsión del patrimonio nacional, tan evidente en este cuatrenio de Gobierno, quen en forma bruta se se manifiesta ante las caras de los dominicanos, como si fuéramos idiotas sin capacidad semiótica para interpretar las desviaciones inmorales de cientos de funcionarios con excesos de riquezas mal habidas en pocos años. Es ahí las motivaciones que sacan de circulación en los medios a comunicadores que se constituyen en la fuerza motriz de nuestras preocupaciones por la salud social de la patria: son referentes Marino Zapete, Altagracia Salazar, Margarita Cordero, Edith Febles, y otros críticos de vanguardia como Alicia Ortega, Huchy Lora, Juan Bolívar Díaz, Mariasela Álvarez, Milagros Germán, que han tomado bajo su responsabilidad ética la bandera de la dignidad nacional.