Carlos Salcedo publicó recientemente el artículo titulado “Aspiramos a ser desarrollados” (Periodico El Día, Ed. 2176 Col. “Desarrollo e Institucionalidad”, 26 de diciembre del 2014, pag. 2). En él, el autor aborda el desarrollo desde una óptica nacional, promovido por el gobierno central y las instituciones macro del país, sean estas públicas o privadas. Con ello creo que Salcedo deja de lado la importancia del ámbito local que, según los especialistas en el tema, es fundamental en los procesos de desarrollo de los países.
Veamos. En el párrafo de entrada afirma: “Para que la República Dominicana sea un país desarrollado, el mercado y la economía no pueden depender de las pocas materias primas que procesa, precisa de un mayor índice de industrialización, producción intensiva, desarrollo tecnológico y científico, de un nivel de vida alto o muy alto, y experimentar una evolución importante en el ámbito tecnológico, político, social, jurídico, educativo, medioambiental y cultural.”
Tenemos que “superar nuestros graves problemas de pobreza y discriminación”, sigue escribiendo Salcedo, problemas que se basan en “una injusta e insoportable distribución de las riquezas”. Agrega que los “comerciantes e industriales” deben tener ingresos adecuados, siempre “que sus empleados y trabajadores gocen de empleos dignos y bien remunerados.”
Plantea categoricamente que hay que hacer una “profunda y sincera reforma fiscal, que no puede retrasarse más, pues no hay forma alguna de lograr los objetivos de desarrollo planteados en ausencia de esta.”
Estamos, a grosso modo, de acuerdo de que estas situaciones apuntadas por Salcedo deben superarse para lograr desarrollarnos como país. Con lo que no estamos de acuerdo es con que se deje de lado, consciente o inconscientemente, la relevancia nodal que tiene el ámbito local para promover y lograr niveles adecuados de desarrollo.
Desarrollo local, el gran ausente
Hecha esta breve reseña cabe preguntarse, ¿Es posible el desarrollo del país con gobiernos locales manejando presupuestos de miseria, mendigados al gobierno central y que en la mayoría de los casos son inferiores a los de muchas ONGs?
Cuando se trata el tema del desarrollo en nuestro país es obligatorio abordar el rol del Ayuntamiento como gobierno local, si queremos crecer y modernizarnos como país. Tenemos que partir de los territorios donde habita la gente. ¿Dónde vive la gente?: En los municipios. Y precisamente ahí, en los municipios, están los ayuntamientos que constituyen una fuente natural e inagotable en la promoción del desarrollo humano.
El gobierno dominicano, consecuentemente, debería avocarse a rediseñar su estructura de gobierno, de tal manera que la gestión de la educación, la salud y la vivienda sean competencias compartidas entre las instancias del gobierno central y el municipal, aprovechando la potencialidad de los recursos locales.
En nuestro país el Ayuntamiento tiene que ser repensado como estructura de gobierno que constituye la base del gobierno central. Es decir, la institución de poder más importante en el tinglado estructural del Estado dominicano. Así fue que lo concibió el patricio Juan Pablo Duarte, consignándolo constitucionalmente como el cuarto Poder del Estado, igualándolo al Ejecutivo, Judicial y Legislativo.
Concretar el Ayuntamiento como parte integral y real del Estado, implica asumir una visión del desarrollo partiendo de lo local, garantizando niveles de institucionalidad cada vez más fuerte. Y revisar las leyes y ajustarlas a la nueva lógica, cumplir literalmente con la transferencia del 10% del presupuesto a los ayuntamientos y aumentar ese porcentaje en la medida que se establezcan nuevas competencias. Solo así podemos aspirar a ser desarrollados.
¿Acaso cree Carlos Salcedo que es posible aspirar a desarrollarnos con un nivel de institucionalidad tan bajo y en condiciones tan adversas, sin recurrir a los recursos locales a través del empoderamiento de sus habitantes?