El 19 de agosto de cada año conmemoramos el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, en un mundo que sigue generando crisis humanitarias cada vez más complejas en diferentes latitudes de este planeta compartido. Un planeta enmarcado en un histórico proceso de globalización, desarrollo tecnológico sin precedentes, con visibles efectos del cambio climático, con una esfera internacional de cooperación en base a intereses compartidos y en el a todos nos toca despertarnos cada día, ejecutar o buscar un medio de vida para seguir contando días hasta que el reloj biológico se apague. La calidad de vida de cada ser humano está en el medio de ese laberinto de realidades socioeconómicas construidas por nosotros mismos. El mundo humanitario existe porque la calidad de vida se degenera súbitamente, porque hay sufrimiento humano, en diferentes latitudes por diferentes razones.
Actualmente, hay crisis humanitarias muy conocidas (Siria, Yemen), otras muy olvidadas (Somalia, Sudan del sur…) y otras muy pasajeras (volcán en Guatemala e Indonesia, Huracanes Irma y María en el caribe, sismo en México). ¿Y dónde entra República Dominicana en todo esto? Mucha gente pregunta, ¿RD? está en el caribe pero ¿dónde exactamente?… Ah! Justo al lado de Haití… Los hay que lo conocen por sus playas, otros lo confunden con Dominica y para los escépticos no hay necesidades humanitarias porque es un país de renta media-alta, con un PIB que crece al 7% anual… Entonces ¿por qué asistencia humanitaria en RD? Todo depende de los lentes con los que se mire y cuánto de ajustados estén.
Por un lado, para los que sufren de hipermetropía (que ven mal de cerca) y/o son escépticos del mundo humanitario, verán que el horizonte de desarrollo que vislumbran claramente, se puede quebrar con un huracán que le cruce cerca. Un desarrollo tan aleatorio como la formación y trayectoria de un ciclón. Por otro lado, para los que sufren de miopía (que ve mal de lejos) y/o son más curiosos y quiere entender más allá, profundizarán sobre la fragilidad del proceso de desarrollo dominicano y las externalidades que genera. Los ojos del mundo humanitario no pueden tener ni miopía ni hipermetropía, no deben ver sólo los productos de mercadeo público-privado que sólo muestra las zonas turísticas, los vehículos de lujo, los penthouses con vistas al mar o los centros comerciales. Las lentes humanitarias son polarizadas y ven otros colores que incluyen las realidades más cercanas como las más lejanas; ven aquellas realidades cercanamente lejanas de viviendas a orillas del río, que no tienen saneamiento digno, electricidad continua ni acceso a agua de calidad de manera constante; de salarios que no cubren ni las comidas de dos de los tres hijos de la familia y un 7% del PIB que queda en manos del pequeño sequito más rico del país mientras que el grueso de la población tiene que valerse de la economía informal para poder llegar a fin de mes con la mayoría de las necesidades familiares cubiertas.
Aumentando el espectro de visión, RD tiene una amplia zona rural donde han llegado ampliamente las telecomunicaciones por lo que es común ver al hijo/a del agricultor activo en redes sociales con un Smartphone pero su padre sigue usando bueyes para preparar la tierra y si en mayo no llueve, pierde la cosecha; y si se alarga un mes más la sequía, los animales comienzan a morir al mismo tiempo que crece su deuda. Así, su vida comienza a ser más difícil hasta el punto de llegar a estrategias de supervivencia para su seguridad alimentaria. Una zona rural donde la sequía, que no genera bombardeo mediático, hace tanto daño como los huracanes que han sucedido en los últimos años. Pero eso no sale en los anuncios turísticos.
Una República Dominicana donde la pobreza se ha reducido por asistencias sociales de un sistema no contributivo, donde el mercado laboral insuficiente y rígido sigue creando precariado, incapaz de aumentar el número de ciudadanos independientes y productivos. Esta pobreza maquillada de clase media frágil es la que forma el grueso del colchón del país. Por ende, cualquier pequeño cambio en el ambiente (una sequía más larga de lo normal, lluvias más intensas de lo esperado, un nuevo huracán, un shock económico…) pone en alerta todo el desarrollo del país y requiere de intervenciones humanitarias focalizadas en las personas más vulnerables que son las que están a la cola del desarrollo y las más invisibles, las que sólo se ven con lentes polarizadas: la niñez, las mujeres, migrantes y personas con alguna discapacidad, entre otros.
Pero mientras tanto, seguimos trabajando con, para y por las personas en aquellas condiciones de su vida diaria que los hace más vulnerables a cualquier posible desastre; para construir junto con ellos su resiliencia, buscando que lleguen a manejar su riesgo ante las múltiples posibles amenazas, potenciando sus capacidades y reduciendo sus vulnerabilidades. Al fin y al cabo esa es la esencia del mundo humanitario: reducir el sufrimiento humano en cualquier de sus formas.