Continuando con mis vainas, con las que he querido dejar bien claro algunas de las  que se han venido sucediendo en el país, de un tiempo a esta parte, en esta oportunidad he traido un nuevo capítulo de lo que ha estado sucediendo en el áerea en que me he ocupado la mayor parte de mi vida, con la esperanza, de que de tanto joder, algo se produzca en este país, que se encuentra tan abrumado de escandalosas situaciones políticas.

En el año l966 una misión del gobierno dominicano realizó una visita oficial a Puerto Rico. En la misma se encontraban, entre otros, el Dr. Eudoro Sánchez y Sánchez, Secretario Técnico de la Presidencia, Don Angel Miolán, Secretario de Estado sin Cartera y Director General de Turismo, y Don Candito Alma, propietario del Hotel Comercial, ubicado en la calle El Conde, con quienes tuve la oportunidad de intercambiar algunas palabras, que incluyeron los planes que venía acariciando, desde hacía algún tiempo, relacionados con el patrimonio histórico de la República Dominicana. Dicho encuentro informal repercutiría, oportunamente, a favor de dichos planes, llegando a constituirse, uno de los miembros de aquella misión, en pieza clave de los mismos.

Sucedió que a finales de ese mismo año (diciembre de 1966), me fui con mi esposa Urania, y mi hija Carolina María, de vacaciones a Santo Domingo. Estando hospedados en casa de mis padres vino a visitarme el Dr. Sánchez y Sánchez, acompañado de su esposa Miriam, quienes eran  viejos  amigos de mi familia. Para sorpresa mía y de todos mis seres queridos, este me propuso llevarme al día siguiente donde el Presidente Balaguer, lo que efectivamente se materializó. Una vez reunido con el Dr. Balaguer le comenté sobre los planes que venía acariciando desde hacía algún tiempo, y mi disposición de servirle a su gobierno, si estos se materializaban. Encantado el Presidente con lo que acababa de escuchar, me solicitó que le trajera un proyecto conteniendo una idea formal de lo que le había propuesto. Me manifestó que él admiraba la Ciudad Colonial, hasta el punto de haber escrito una obra dedicada a ella, como fue Guía Emocional de la Ciudad Romántica, y que le agradaría muchísimo poder hacer algo para contribuir a rescatarla del lamentable estado en que se encontraba.

A mi regreso a San Juan me dispuse a redactar la propuesta, la que me permití entregar al Dr. Balaguer en marzo de 1967, es decir, tres meses después de aquel primer encuentro. Luego de hacerle una detallada exposición, el Presidente me dijo que todo le parecía muy bien, que el había soñado con acometer ese proyecto de rescatar la Ciudad Colonial, pero que la situación económica por la que atravesaba el país y su gobierno, en esos momentos, no le permitirían embarcarse en tal aventura, de firma inmediata. Que habría que esperar, y que contara, que cuando la situación se lo permitiera, me lo haría saber. No puedo negar la decepción que me produjo la respuesta del mandatario, por lo que hube de despedirme con todo el respeto que merecía, pero no de muy buen ánimo.

Pero sucede, que desde aquella visita a Santo Domingo, y primera visita a Palacio, en diciembre del año anterior, mis viajes a Santo Domingo se repitieron con cierta frecuencia. Durante los mismos, el destino quiso que me pusiera en contacto con el Arquitecto Vinicio Báez Berg, un viejo amigo y compañero de estudios, que estaba muy bien posicionado en el gobierno. Ostentaba el cargo de Secretario  de Estado Sin Cartera y Secretario Ejecutivo de la Comisión Presidencial de Acción Inmediata. Esta última había sido creada por el gobierno para enfrentar las deplorables condiciones físicas en que había quedado la ciudad de Santo Domingo después de la Revolución de 1965. Los fondos para llevar a cabo tan importante tarea habían sido aportados por la Organización de los Estados Americanos (OEA), lo que hacía que mi amigo Vinicio tuviera estrechas relaciones con los miembros de la misión que representaba dicho organismo regional en nuestro país, entre los que se encontraba el señor George Turner, ciudadano norteamericano que fungía como embajador adjunto de la misión, y quien se convirtió en uno de los puntales de mi propuesta, además del Arq. Báez Berg.

Pues bien. Era tal el interés que habían  puesto estos dos amigos en el proyecto, que había sido postergado, involuntariamente, por el Presidente Balaguer, que decidieron esperarme a mi salida del despacho presidencial, para enterarse de inmediato de lo que ocurriría en el mismo. Al ver la cara que yo traía, cuando llegué donde estos se encontraban y, por supuesto, suponiéndose que las cosas no habían salido muy bien, el Arq. Báez Berg me dijo, al oír mi exposición, y prestos a reunirse con el Presidente esa misma tarde: “No importa, Manuel, regrésate tranquilo, que nosotros nos vamos a encargar del asunto”. Y así mismo fue. Esa misma noche vinieron a casa de mis padres con la grata noticia de que todo estaba resuelto. Le habían propuesto al presidente que la OEA se haría cargo del tema, en cuanto se refería a los recursos necesarios para que se pudiera implementar el proyecto, sin pérdida de tiempo. A lo que el Dr. Balaguer asintió gustosamente. Fue así, y no de otra manera, como el gobierno dominicano creó uno de los programas más visionarios de los últimos tiempos, aunque no así el mejor comprendido y respaldado, tanto por la ciudadanía, como por la clase política de la República Dominicana, la que, a la fecha, no han hecho nada para contribuir a su continuación. Y ahí tenemos la Ciudad Colonial de Santo Domingo, los demás centros históricos del país, monumentos aislados, y conjuntos de estos, como son los antiguos  ingenios azucareros esparcidos por el suroeste del la Nación, y cuanto merezca  una intervención oportuna, que evite el continuo deterioro, y posible desaparición, de tan valisos testigos mudos de la fundación, crecimiento, y desarrollo de la ciudad primada de América, y del país.

Reunión en Palacio con el Presidente Joaquín Balaguer,  en la que se trató el tema de la creación de la Oficina de Patrimonio Cultural (1967). Aparecen Vinicio Báez, (de pie) Secretario Ejecutivo de la Comisión de Acción Inmediata, Michel Lulo, Secretario de Obras Públicas, Angel Miolán, Director de Turismo, Víctor Gómez Bergés, Secretario de la Liga Municipal Dominicana, Milton Ginebra, Director de Edificaciones de OP, y el Director de la OPC, Manuel E. Del Monte Urraca, además de los miembros de la misión de la OEA en Santo Domingo, Orlando Cuervo, José Lacret, y George Turner, (de pie)  responsable, junto al Arq. Báez, de que mis planes se materializaran.