El anuncio hecho el miércoles 27 de noviembre de 2013 por el jefe de la Policía Nacional, mayor general Manuel Castro Castillo, prohibiendo en forma terminante que las patrullas del cuerpo del orden hagan redadas en los barrios y pueblos del país, y practiquen arrestos sin justificación, constituye un acto de responsabilidad que a mi juicio se constituirá en una pieza clave para combatir la delincuencia.

Ante un hecho delictivo grave, no se justifica una redada porque por perseguir a tres o cuatro personas no se puede someter a toda una ciudad a registros molestosos y violadores de los derechos, porque las responsabilidades son individuales y no colectivas.

Cuando se produjeron los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York el gobierno de Estados Unidos cerró el espacio aéreo, pero no montó redadas ni registros masivos en las avenidas de esa y otras ciudades afectadas porque es inconcebible que para castigar un crimen haya que violentar los derechos ciudadanos, lo que a su vez sería vulnerar la ley y la Constitución.

Y esa decisión del general Castro Castillo es pieza clave contra la delincuencia porque con las redadas la Policía lo que estaba consiguiendo era mucho desprestigio para la institución en general, violaciones constantes a las leyes y a la Constitución y fomentando –como el mismo Jefe reconoce- la corrupción en las filas de la Policía y los ciudadanos acumulando odios y miedos cada vez que una patrulla detiene sin ninguna justificación a un joven que sale de su trabajo, de un centro de estudios o lugar de diversión.

Lo he escrito otras veces: Lo único que puede convertir a la Policía Nacional en una institución efectiva para prevenir el crimen y la delincuencia es que en todas sus acciones respete (y haga respetar) a los ciudadanos, que logre un grado de sintonía con la población de plena confianza, que imponga la disciplina entre sus miembros y que el gobierno se ocupe de dotar a cada policía de un sueldo decente, de servicios médicos de calidad, de ropa y calzado, al igual que de planes de vivienda y lugares de esparcimiento para ellos y sus familias. Esa sería una Policía de honor y a sus filas irían jóvenes preparados y motivados por su vocación.

Un pueblo que dispone de policías respetuosos es un conglomerado que colabora eficazmente en la lucha contra la delincuencia. Sin la colaboración masiva de la población, la delincuencia nunca será contenida, porque aquella solo será efectiva cuando la prevención evita que se produzca el hecho delictivo. Una vez se produce, viene el componente investigativo y represivo para que se imponga la justicia al culpable.

Felicito muy sinceramente al general Castro Castillo por su decisión y estoy seguro que si se completan los demás elementos que he señalado, aunque persistan las causas sociales que general de la delincuencia, su combate será mucho más efectivo.