En un ayer reciente he leído esto, y lo pondré muy simple: ¿Cuántas mujeres van en lo que va de año? Preguntó un alguien a otro alguien. No fue literalmente así, pero es lo que recuerdo. La persona que indagaba se refería a los feminicidios de este año. La última vez que conversé sobre esta realidad tan triste, sobrepasaban las cuarenta víctimas; en los comentarios donde leí lo que cito, otra persona indicó que ya superaban las sesenta. Junio apenas terminaba. Números más, números menos. ¿En qué momento los feminicidios se redujeron a un conteo, o un titular en la sexta página de cualquier periódico? Ellas terminan en una bitácora que un empleado de algún Ministerio actualiza, porque ese es su trabajo. Con esto no refiero que no se esté haciendo algo -palabra un tanto hueca, de hecho-, pero claro está que no es ni lo suficiente ni lo más efectivo. Los feminicidios siguen en aumento y nuestra sociedad es cada vez más violenta.
Para nadie es un secreto que he escrito más de una vez sobre la violencia doméstica, machista, contra la mujer, de género o como usted elija llamarla. Tampoco lo es que en una ocasión elaboré una propuesta a partir de la información-conocimiento que tengo sobre el particular, que bien puede ser insuficiente o incompleto. Solo quería hacer un aporte. Esa vez, divulgué dicho artículo por todas las vías posibles, pero tal y como le sucedió a una persona que intentó lo mismo, no obtuve respuesta de alguna autoridad del área.
Entre lo peor que puede ocurrirle a un país, se encuenta el acomodarse sobre lo que yo llamaría “el colchón” de cualquiera de sus males sociales, tanto, que la superficie de éste asuma la forma del peso que se tiende sobre él. Así nos vamos acomodando sobre esa textura gruesa y sucia con la sangre de nuestras madres, hijas, tías, nietas, hermanas, amigas, todas víctimas de una sociedad que pregunta por ellas, lee sobre ellas y donde las instituciones a cargo las convierte en número. No elijo la palabra estadística porque sugiere información, análisis, estudio de variables, tabulación de datos, interpretación y lectura, y todos los pasos pertinentes para una posterior elaboración de estrategia que permita abordar y asumir un problema desde todos los ángulos posibles y se avoque a soluciones substanciales. Aquí las estadísticas parecen ser un ejercicio de suma y resta, solo útiles para ser presentadas en formato power point o data show, en algún salón de conferencias alfombrado y con aire acondicionado, muchas sillas y prensa. Lo anterior puede aplicarse a la impunidad, la delincuencia, la mortalidad materno-infantil y muchos otros males. Solo varía el colchón.
¿Qué se mide en República Dominicana? Y en caso de, ¿Con qué fin? ¿Qué ha variado en relación al tema de los feminicidios? ¿Alguien lo sabe? ¿Qué se está haciendo al respecto? ¿Contando? ¿Qué vamos a hacer con los números? ¿Ya salieron las conferencias y las charlas de los salones alfombrados? ¿Será que no me entero?
Entre párrafo y párrafo, las mujeres asesinadas los años que anteceden a este y las que ya han muerto en el año, han muerto nuevamente. Cada indiferencia, cada “mirar hacia otro lado”, cada falta de acción por parte de los organismos oficiales, es un disparo más, una estocada más. La actitud de “no es conmigo” de muchas mujeres de la farándula dominicana sobre esta grave situación, es como matarlas otra vez. Se me antoja que sí. Porque son figuras que llegan a mucha gente que les admiran; son como marcas de consumo masivo y pueden ser un buen recurso humano para la realización de actividades dirigidas a combatir y educar sobre la violencia de género. Y no hablo de campañas de radio y TV, ni de vallas enormes en las avenidas, no. El asunto pasa por otro lado. Pero las chicas no se mezclan.
Y puede que sea mucho de mi parte referirme a la sensibilidad de ellas en este drama, que seguro sí lo son, pero no salen de su zona de confort. Igual es mi manera de ver las cosas, porque somos mujeres, tenemos hijos e hijas y el país es de todos y todas. Esto les está pasando a nuestras iguales. ¿O es que no lo somos?
Por último, el festivo anuncio de un canal de televisión local sobre el próximo Miss Universo República Dominicana es la estocada más fea. Es la indiferencia en su punto más álgido. Es no entender nada del tema, nada, o en el peor de los casos, hacerse el loco. Para mi es como vivir en varias naciones al mismo tiempo, varios mundos. ¿Como entender esta dantesca realidad? Pero claro, a mi no me han matado, ni a mi mamá, ni a mi tía, ni a mi hija. ¿Por qué tendría que hacer tanta alharaca solo porque más de cien mujeres son asesinadas cada año por violencia de género? Eso, amigos, es volverlas a matar.