El término sostenible, como ya hemos dicho en otras ocasiones, corre peligro de perder su valor. Cualquiera que desee darle cierto aire de actualidad a un estudio, una propuesta o un análisis le “encasqueta” esta palabra y obtiene los réditos.
Sin embargo y pese a poder parecer miembros de esta nueva corriente neo-ecologista, tenemos que decir que la sostenibilidad urbana es una condición indispensable para la planificación de los asentamientos. La sostenibilidad abarca muchos aspectos, desde lo social y económico, pasando por lo cultural y humano, hasta llegar a lo medioambiental. Todo ello esta interrelacionado y con razón, dado que una cosa debe llevar a la otra si se quiere que el asunto esté realmente equilibrado. En esta ocasión nos centraremos, brevemente, en la interacción con nuestro medioambiente natural/urbano y la sostenibilidad de la misma.
La semana pasada hacíamos referencia al Informe Sobre Ciudades del Mundo del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, en el cual se dice que a medida que las ciudades vayan aumentando de tamaño y población, la armonía entre los aspectos de espacio, sociales y ambientales, del entorno urbano y sus habitantes será cada vez más importante. También se afirma en este informe que para garantizar dicha armonía tendríamos que partir de dos puntos de apoyo fundamentales: la igualdad y la sostenibilidad.
El ser humano en su aspiración de desarrollo va transformando el entorno natural donde decide asentarse y condiciona todo cuanto le rodea con el objetivo de satisfacer sus necesidades vitales….y no tan vitales. Sin entrar en mucho detalle, esta transformación, que por lo demás viene desde el principio de los tiempos, afecta en gran manera al bio-equilibrio previo. Sin lugar a dudas este hecho es inevitable y la acción del hombre siempre llevará aparejada esta realidad. El gran desafío conocido por los que se dedican a la planificación es preservar lo mejor posible el estado original y/o plantear el tan deseado equilibrio que garantizaría la armonía entre hombre y naturaleza. Lo primero es casi utópico, lo segundo es factible.
Un ejemplo gráfico
Pongamos un ejemplo muy simplista pero a la vez muy gráfico. Imaginemos un estado o municipio cuyos programas y proyectos de planificación urbanos se realizan precariamente o en el mejor de los casos (aún siendo excelentes) no se llevan a cabo por falta de visión y/o recursos. Continuemos imaginando un importante déficit habitacional sufrido por una población con niveles de vida que lindan con la pobreza extrema. Este conglomerado de almas realiza asentamientos urbanos espontáneos y sin previsión de ninguna clase a la orilla de un río, cañada o simple escorrentía.
Evidentemente en este nuevo lugar de asentamiento no se dispone de ningún tipo de servicio público y si de hecho existiera alguno sería fruto del más inverosímil acto de improvisación. Hablar de agua potable, drenajes pluviales y tratamiento de aguas negras es impensable, mientras tanto en la ribera, los niveles de contaminación e insalubridad alcanzan cotas de terror incompatibles con la vida humana.
Imaginemos que en este mismo lugar no se fomentan más los asentamientos humanos (las cosas se pueden fomentar de manera pasiva o por simple apatía de las administraciones) sino que se decide llevar a cabo un plan de rescate de la zona….y no sólo de la zona sino de las personas que allí mal viven. Supongamos que desde esa ribera se trasladan las familias a otro lugar –previamente planificado- donde las condiciones de vida sean las propias. Acto seguido se ejecuta el plan –previamente concebido, estudiado, consensuado, pactado, contrastado – de rescate, devolviendo a la vida del río el entorno que le pertenece, sin desembocadura de aguas negras sin tratar, ni aguas tóxicas de las industrias, ni vertederos improvisados. Se dota a esa franja de las condiciones casi-originales de biodiversidad desaparecida y se desarrolla un gran espacio verde, implantado en el corazón de la ciudad, donde la regeneración ecológica deja lugar para la convivencia del medioambiente natural y el ser humano siendo parte (juntos) del equilibrio anhelado que se necesita para que la vida perdure en nuestras ciudades.
…y el sueño continúa….