PREÁMBULO

Al enterarnos de la lucha sangrienta entre las dos Casas Verdes de la Cultura del interior y del exterior, digámoslo así, la del Ministerio de Cultura de la República Dominicana y la del Comisionado de Cultura en los Estados Unidos, hicimos una denuncia pública de trascendencia internacional. El denunciante fue la caricatura del hombre invisible. Los administradores del Concurso no tuvieron la más mínima decencia. Nunca admitieron haber cometido un error. Como la ficción supone que no hubo mala intención, tampoco se disculparon.  Sin embargo, nosotros tuvimos la impresión de que nos robaban otro velorio. Nunca imaginé que el plan de entregar los premios terminaría como un genocidio literario premeditado y ridículo. El empresario de aquí, como se trata de un hijo pródigo descarriado de la política oficial, sus padres políticos lo apalean en los aposentos. Son castigos silenciosos ejecutados a plena luz del día. La sangre imaginaria baja por las escaleras del púlpito y ni los evangélicos lo notan. La biblia tuerta sabotea el tercer ojo. Es una sangre falsa. Lamentablemente, el que se desangra no es solo él, sino aquel que ignora los crímenes inmundos: la comunidad sodomizada por los atropellos de esta genial Trompilandia criolla. Desean desalojar a la comunidad sin una orden presidencial y sin alguaciles imaginarios. El hecho es un despojo consentido bajo el silencio. El palacio de Drácula ha perdido una sala. Le han cerrado el Festival de teatro. Le quitaron el suero a la Feria del libro. Hay rumores de que le han reducido el salario mínimo al hijo pródigo. Ahora no le alcanza ni para alimentar la metamorfosis de Dominicana de Aviación. Le han robado el perfume de las vacaciones. Al parecer a nadie le importa este secreto Macondo. La historia de esta muerte ha sido anunciada como ficción y tragicomedia. El hijastro sentenciado no se ha ido de la casa pero tampoco respeta a los padres adoptivos. Nunca aprendió a valerse por sí mismo. ¿Por qué voy a renunciar a mi mismo, si yo no creo en la comunidad? ¿He jugado alguna vez a la independencia? Soy una desvergüenza para la cultura aérea. Hay que volver a leer Casa tomada otra vez. Con respecto a ésta, la de Julio Cortázar es un Carnaval de Sodoma. El vedetto no se resiste a otro arresto domiciliario sin ninguna dignidad. Se escuda en el regazo de un emperador de mayor peso presidencial. El director de campaña de ese personaje gris cierra los ojos cuando lo golpean en el templo. Un enano del sur profundo le pasa la cicuta en un biberón desechable. La fundación sin fines de lucro lo ayuda a resistir la eutanasia. La feligresía, celosa de su rol, le cambia el pamper. El Daycare del progreso funciona. Démosle un aplauso. La familia interior llora en silencio el terrible  impasse. Amigos lectores, pusimos en evidencia que algo espurio estaba sucediendo con la posposición del veredicto de los premios Letras de Ultramar y dejamos en un lugar secundario algunos elementos de la crisis política que está afectando la proyección de la República. Ese tema requiere otro artículo aparte. Por ahora, concentrémonos en felicitar a las víctimas por haber obtenido esos premios que yo también deseaba cortejar como una afrenta de bendición insoportable. El sombrío alborozo es una victoria pírrica de la muerte de la cultura. Falta la legitimidad del más solemne y desventurado acto de perversión. Felicitemos con bombos y platillos a los ganadores de esta tragedia familiar de la cultura dominicana de la llamada diáspora. Ojalá haya inocencia en la victoria que inaugura otro pedestal falso. O conviertan la victoria en una derrota de la orgía del sistema. La lucidez de un escritor real no tiene límites. Sabotear el triunfo es devorar a esta Gorgona de ventorrillo pagado por los contribuyentes. Volvamos al preámbulo. Al parecer hay una lucha secreta y salvajemente discreta entre corsarios de la vendimia. Los premiados necesitan oxígeno para asimilar la desconcertante sorpresa de esta alegría sospechosa. Los jurados huyeron con el libro de ética en una valija de oro a capitanear los barcos que se hunden sin que nadie lo sepa. No se discute con transparencia, de cara a la comunidad. No se tiene el recato de convocar a una rueda de prensa para denunciar el asalto literario con una risotada delirante. No hay consulta comunitaria para saborear el velorio. Olvidan que los actores que fortalecen la democracia son personajes conflictivos. Saben interrogarse más allá de quienes tienen vínculos orgánicos con las maquinarias corporativas del milagro redentor de la supervivencia. Hay una lucha de poder entre facciones enemigas que se disputan los restos del paraíso perdido. Los dueños del país se disputan el control de las instituciones que se auto destruyen. No se trata de un sistema democrático donde el pueblo tenga alguna representación legítima. El pueblo existe como masa de circo o como efecto especial teatral para simular que existe. Quienes dicen representarlo desde el ámbito de la partidocracia, han perdido prestigio y poder. Existen como el signo de un país que ha magnificado el concepto de isla hasta negar que exista un sol naciente que ilumine siquiera uno de los dos fragmentos de la utopía del dolor.  La mudanza de los sentidos es incomprensible. No es un aburrimiento inteligente. Idolatra el colonialismo del siglo XVI y se arropa con el del siglo XXI. Es que hay que salvar la Zona Colonial de la Globalización de la mentira. Lamentablemente, hay instituciones que existen como fantasmas de la democracia. La prensa y los sindicatos son de los mejores ejemplos. Si sale algo que cuestiona la moral del hijo pródigo de la 145 o la del Emperador Magnífico del Malecón de la otra Casa Verde, hay mecanismos para apagar el fuego. Hasta el día de hoy, no hemos podido leer un ensayo de los intelectuales que dirigen Cultura sobre la materia cotidiana. Aguardaré a los valientes que nieguen con altura estas caricias lapidarias de la impotencia crítica de los caídos. Este libelo no recibirá un like ni un comentario en Facebook. No se preocupen. No lo reproducirán para alimentar el ego del Almirante que disfruta del Palomar de la cultura migratoria. Yo sabré reírme del vacío. Los delincuentes de cuello blanco dirán en buena lid: llamen a los leones que no muerden ni siquiera una tortuga perdida porque el presupuesto no da para humillarlos más. No hemos visto un diálogo abierto al público, a lo Eduardo Galeano, un debate que le sirva de escuela a las nuevas generaciones sobre su ética de trabajo. Llamen con urgencia al hijo de Salomé. Hasta ahora no ha habido una sola renuncia basada en un problema moral. Nadie está dispuesto a volver a sus tristes orígenes con las manos vacías y la frente en alto riesgo de hipnotizar a los reptiles. Es más heroico ser ruin de probeta. Nadie tiene la decencia de desprenderse de un tumor canceroso escupiendo el alma o el corazón en algún colmadón espiritual para enamorar a los perros de Juan Rulfo. Nadie los oye ladrar. El temor a morir ha convertido el acto de vivir en una comedia vergonzosa. La resignación es el alimento de los débiles. Los casos de peculado siguen siendo premiados. Ya murió la época del debate cultural de la modernidad medieval. Hay islas con autonomía amoral. Es una narcocracia cultural, monetaria, políticamente adúltera. No se puede ser más rastrero. Decretan tu asesinato sin disparar ni siquiera una bala de salva. Te borran de tu participación ciudadana, llevándote de pasadía al zoológico de Cristo Rey. Se alzan con el botín del Concurso inventado en un abrir y cerrar de ojos, los jurados, los puestos, los congresos, los corredores culturales, las ferias en la madre patria o en las playas del Tío San, los reconocimientos, las entrevistas, las revistas, el desfile de moda, las antologías, las calles, las aceras, los bustos, las grandes ideas, los viajes, ahora las ruinas, la calle Las Damas,  los viáticos, etc. Los psicólogos de esa democracia demencial te lo dicen muy claro: El poder se impone. No dés señales de existencia ni de juego. Y entonces surge la clave del silencio como garantía de supervivencia: El cheque puntual, el asalto a los premios aunque los jurados solo sean nacionales, se impone. Faltó el ciego ilustre que anuncia los premios de La Lotería Nacional con guantes blancos. La vacuidad del Show exigió enterrar el negocio de la diversidad y la internacionalización de otra ética que recuse Las Casas de contratación de la cultura. Es que lo barato sale caro. ¿Para qué armar un juicio justo con 2 jurados extranjeros y uno criollo, aunque el nuestro sea funcionario de la casa? Perdona, lector. Es que estamos en la avenida Duarte. Los farsantes de la carnicería espiritual se matan entre sí, en frente de La Casa Verde por la carne verde de los billetes de la compra venta de Ultramar.