La semana pasada les conté sobre Luis, Patricia, Isaac y Cristopher, y sobre sus obras que resultaron ganadoras de un concurso en el que pedimos a jóvenes estudiantes reflejar cómo perciben la relación entre ellos y el mercado laboral. Aproveché esa historia para motivar a que apoyemos la expansión de la modalidad de artes de secundaria, y establezcamos estrategias para aumentar la cantidad de jóvenes que reciben el beneficio de desarrollar sus capacidades artísticas durante sus años escolares.

Ese tema me emocionó tanto que decidí seguir comentándoles sobre mi reflexión con relación a la relevancia de la formación en artes, y la oportunidad que esta representa para incidir en que crezca nuestra economía.

Por supuesto, estoy consciente de que debemos mantener las medidas que inciden en que nuestro sistema educativo contribuya a fortalecer nuestra capacidad de manufactura, pero a la par, podemos obtener beneficios económicos y sociales si aumentamos la producción artística local. En otras palabras, creo que hay una inmensa oportunidad de complementar el plan de industrialización y de exportación con una estrategia enfocada en desarrollar nuestra economía creativa o economía naranja y que, en el centro de esa estrategia, coloquemos a las personas, tanto a las que producen los bienes y servicios de la misma, como a quienes los consumen.

La UNESCO declaró el 2021 como el Año Internacional de la Economía Creativa para el Desarrollo Sostenible y, citando una de sus más recientes publicaciones, ha declarado que “La economía creativa es uno de los sectores de más rápido crecimiento de la economía mundial. Genera ingresos, crea puestos de trabajo y aporta ingresos por exportación. Las industrias culturales y creativas aportan unos ingresos mundiales anuales de 2.25 billones de dólares y unas exportaciones de más de 500,000 millones de dólares, y proporcionan casi 30 millones de puestos de trabajo en todo el mundo y emplean a más personas de entre 15 y 29 años que cualquier otro sector. En momentos en que el sector cultural se ha visto devastado en todo el mundo por la crisis de la COVID-19, las industrias culturales y creativas poseen un potencial sin explotar que puede ayudar a las ciudades del mundo a recuperarse y ganar resiliencia.

Como todos nuestros grandes pendientes, este no es un tema que puede abordarse solo desde la perspectiva de la educación y formación. En la economía creativa intervienen aspectos laborales, de seguridad social y de derecho de autor que, de no ser abordados oportunamente, pueden impedir que se obtengan los beneficios esperados para todas las partes. Sin embargo, la formación de artistas es el elemento principal  y el que da sentido a todos los demás.

Necesitamos formar a más personas en artes plásticas, cine, teatro, fotografía, música, multimedia, artesanía y danza para asegurar que la República Dominicana cuente con una economía creativa, próspera y resiliente, que contribuya al crecimiento económico, la vitalidad urbana, la inclusión social y la innovación.

La economía creativa proyecta aportar un 10% del Producto Interno Bruto de la economía mundial.  Este dato que debe ser suficiente para motivarnos a resolver los problemas históricos que tenemos con los programas de arte de nuestro país en todos los niveles.

Para este sector,  en los niveles que cubre el INFOTEP, el Ministerio de Educación  y el Ministerio de Educación Superior, la cobertura es insignificante, y donde recibimos mayor cantidad de jóvenes, dígase en los programas que se ofrecen a través del Ministerio de Cultura, tenemos el peor de los problemas: a pesar del prestigio del que gozan internacionalmente los programas del  Conservatorio de Música, el Ballet Nacional y la Escuela de Artes Visuales, quienes pasan por sus rigurosos y demandantes procesos no reciben ninguna titulación oficial y cualificante que pueda respaldar los niveles de competencias adquiridas.  La razón es que hace años separamos nuestros ministerios de Educación y de Cultura, y dejamos los programas de Cultura en un limbo en términos de formalización de sus programas.

La experiencia reciente de haber salvado nuestra Marca País con un grupo de jóvenes artistas, no solo nos da una lección, sino que nos señala una ruta de grandes promesas porque nuestra verdadera marca, es nuestro talento.

Si, como dicen los organismos internacionales, llegó el momento de que se destaquen las culturas creativas, entonces, yo diría que tenemos un espacio asegurado en el Salón de la Fama, siempre y cuando hagamos lo que tenemos que hacer y de manera oportuna.