El arte es la más honda, antigua y espiritual de las manifestaciones de la conciencia humana. Se alimenta de la belleza, de la Naturaleza, de las subjetividades del devenir.
Es más antigua, más pura, más trascendente que todas y cada una de las creencias religiosas que se han levantado y luego han caído en las cálidas arenas del desprecio y la indiferencia o han perdido todas las batallas dados los cambios a que se vieron sometidas. Ya se sabe que solo el cambio, la idea que tenemos de lo que es el cambio, no tiende a cambiar.
Cambiamos modelos, estilos, herramientas, conceptos pero el cambio sólo se cambia a si mismo, lo cual quiere decir que es una de las formas del persistente infinito.
A nadie, a través del arte, ese milagro increíble, se le ocurre perseguir a otras personas por sus concepciones artísticas, salvo que se trate de un enfermo incurable, motivado por su patología, por la envidia y el rencor, que son otros dolores.
Las religiones han caído como piezas de un tablero a trasvés de milenios ¿Por qué?
Las religiones cursan otros correlatos: quema de libros que no coinciden con el ideal de los mandantes del momento, persecución mortal contra la ciencia, visión dogmatica, vertical y unitaria de la historia, sin contrastes, sin dialogo, sin contrapesos, sin ideas.
El arte se apoya en más de cincuenta mil años de vigencia. Al artista prehistórico-un chaman probablemente- no le interesaba identificarse: lo que deba trascender era la obra y su efecto mágico. En el principio, el arte era también religión.
Hay obras de esas épocas lejanas que parecen haber sido hechas ayer mismo, mostrando su actualidad, su frescura y la trascendencia inmediata de su influencia espiritual. El tiempo no influye decisivamente en la vigencia del arte.
Incluso, ciertas ideas y prácticas religiosas se apoyan en el arte para mantener vigencia lo cual es un reconocimiento de su perennidad, su belleza y su influencia.
Las religiones han caído como piezas de un tablero a trasvés de milenios ¿Por qué?
Porque se trata de una cuestión atada a culturas determinadas, a praxis mutables, a visiones del poder que pertenecen a una época dada. Muchos de sus efectos son ilusorios.
La práctica del poder crea algún tipo de aristocracia pasible de evaporarse cuando pierde sus atributos, sus energías, su vigencia. Hay en el arte un sentimiento, una sensibilidad, una forma de narrar la historia.