La taína fue una sociedad de complejas estructuras mentales, a pesar de la peyorativa valoración que recibió de los pueblos europeos que la visitaron. Su cosmogonía, apoyada en una visión del mundo fuertemente relacionada con la naturaleza, los dioses y el mundo estelar, se hacía presente en muchas de sus figuras representativas que, a partir del uso de símbolos abstractos, nos refieren un complejo mundo interior.

Un arte animalista que se apoyaba en el entorno natural y social, basó la fuente de inspiración de sus artistas y creadores, no obstante, estar marcados profundamente por una ritualidad, tanto social como sagrada. Animalismo solo no era, se acompaña ese arte de figuras abstractas, zoomorfas y antropomorfas, que iban más allá de su inmediatez alimenticia y de reproducción social.

Este arte, más que contemplativo y de disfrute visual desempeñaba la función comunicativa de transmitir saberes, códigos, símbolos y reverencias a dioses y al mundo natural: plantas y animales, por ellos considerados antepasados míticos.

Si bien su cotidianidad era presa de una necesidad de sobrevivir, y producir bienes en una sociedad apenas comenzando a acumular bienes de consumo como el casabe; su finalidad no terminaba en la materialidad existencial del ser, yendo más allá en un complicado sistema mítico y ritual que lo trasportaba al mundo de los dioses, sea con el ayuno, el cemí, la cohoba, o la muerte misma.

Cohesión social y religión en una sociedad que no era guerrera, es lógico pensarlo, sin embargo que esta dimensión de la vida estuviera presente en todos los rincones de su existencia, le dio a lo sagrado una connotación especial en la vida de los taínos.

Su interés por dominar, en relaciones de acompañamiento, las fuerzas naturales, los obligó a crear dioses temidos y venerados como huracán o a simular la muerte y el contacto divino a través del ayuno de los 30 días del cacique o el behique. Su reiteración en la cerámica, era más que un estilo estético, para serlo ritual.

Arte y religión entre los taínos eran pues vasos comunicantes en un interior profundamente místico que acompañaba la existencia de los taínos y su cotidianidad. Tan presente en su vida esa ritualidad, que ni importando el uso material del objeto, se hacía acompañar de un elemento estético que le daba más significación y valor, pues el puñal de uso en la vida cotidiana, era acompañado de un cemí, o la olla, con una asa zoomorfa, como la cabeza del murciélago, considerado un hombre-animal de profunda consideración mítica y antepasado animal.

Si la cerámica era para cargar granos, líquidos u otros productos de la vida doméstica, y cuya función era evidentemente de subsistencia, el trazo, el círculo, la línea, los puntos y diseños geométricos, no cumplían otra función que no fuera ritual, siendo su arte intensamente simbólico por el valor referencial que le agregaban a un objeto de labranza, doméstico, de poder social o lúdico.

En todo caso estamos ante una sociedad cuya materialidad objetual, que por ser ágrafa, es una manera de explicar su mundo, su cosmogonía, y se acompañó en todo momento de signos. A todo lo cual le agregamos que esos signos, socialmente construidos, respondían a un patrón social, que daba acogida, pues el artista impregnaba calidad  a la pieza, no necesariamente al estilo, que venía de una validación grupal.

Si bien la religión para los taínos era la principal expresión sistémica de socialización y compactación social, sus referentes simbólicos trascendieron a lo divinamente ritual, para hacerse parte de los diferentes espacios sociales en los cuales, el taíno compartía su diario vivir, el trabajo, lo doméstico, el divertimento, los adornos, la gastronomía, etc.

Cohesión social y religión en una sociedad que no era guerrera, es lógico pensarlo, sin embargo que esta dimensión de la vida estuviera presente en todos los rincones de su existencia, le dio a lo sagrado una connotación especial en la vida de los taínos.

No obstante, el uso de figuras geométricas y abstractas, van más allá de la ritualidad sagrada para ser parte de una estructura mental capaz de explicar el mundo y la existencia de las cosas, con trazos no dirigidos por lo sagrado, pues no hablamos en estos casos de figuras como el cemí, las asas zooantropomorfas, o el trigonolito, sino más bien de diseños que reflejan una abstracción del pensamiento, esa vez explicado con símbolos y gráficos no figurativos, es decir que hablamos en estos casos, de una complejidad sociocultural en la que la religión, como en todas las sociedades tradicionales, se vio influenciada por el mundo del temor y lo desconocido al mismo tiempo y el atrevimiento de explicar el cosmos, desde su sus estructuras mentales propias, no desde el llamado pensamiento prelógico.

A pesar de todo, un pasaje por las formas culturales taínas, nos remiten sin dudas a una reiterada presencia de símbolos rituales que dominan su patrón estético y gravitaron sobre su cultura material que, al ser estudiadas, nos dejan el sabor de una sociedad altamente compleja y profundamente religiosa al mismo tiempo, cuya combinación está presente en los trazos, incisos, líneados, círculos, puntos y usos de figuras zooantropomorfas en la mayoría de su materialidad objetual, que además, por el dominio de las formas, dimensiones, estructuras, y manejos de proporciones, son tesoros del arte taíno que ayudan a explicar una cultura compleja y de alto contenido ritual.