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¿Debe ser inútil el arte?
La semana pasada hablaba de nuestra visita al Museo Dalí (https://acento.com.do/2018/opinion/8588727-las-verdes-praderas-la-florida-paseo-museo-dali), mostrando algunas de sus ocurrencias famosas. Indudablemente en su obra, como en la de casi cualquier creador, hay etapas. La fama trae muchas cosas y una de ellas es lo que no es propiamente arte, sino artesanía cuando nos repetimos para satisfacer no solo el ego nuestro sino el bolsillo de los demás, y en eso cayó Salvador Dali en su etapa mercurial norteamericana. Nada de eso se tiene en cuenta cuando hablamos de su arte con mayúsculas. Nadie puede negar que a pesar de sus excentricidades sea un tremendo dibujante y excelente pintor. El artista también debe comer. Lo que no debe es tomar su arte como instrumento permanente de codicia.
Para responder la pregunta pondré lo que respondió el crítico Hubertus Amelunxen sobre el tema de si lo que hacían los artistas de verdad que es arte, les daba para comer o por lo menos merendar:
“La verdad es que los buenos de verdad, los excepcionales, suelen despreocuparse de eso, porque crear es todo lo que necesitan para sentirse vivos. Luego tienen que comer, claro, pero solo comen para seguir haciendo lo que les gusta, que es arte.” Con lo que estamos de acuerdo.
Antes de eso, hablamos de los escritores en (https://acento.com.do/2018/opinion/8584763-la-mision-del-verdadero-escritor-esta-vida/). A propósito de ello, el martes 24 fuimos a la tertulia en Casa de Italia (Hostos esquina Luperón) con el querido amigo y magnífico escritor Juan Carlos Mieses, quien, a pesar de sus muchos lauros (ha sido ganador de varios certámenes, entre ellos algunos internacionales), sin que sea un “escritor de concursos” sino un verdadero escritor, poeta, ensayista, narrador, que se mantiene en bajo perfil y que hizo una apología de la poesía y una lectura muy aplaudida de sus poemas. Coincidimos en que ni él ni yo ganaríamos nunca el Premio Nacional de Literatura porque nunca nos hemos acercado a los que los otorgan, ni lo haremos o porque ellos nunca nos han leído. Luego se fijaron las tertulias para el último miércoles de cada mes a las siete de la tarde, recordando a los Premios Siboney y a don Enzo Mastrolilli, invitando su viuda María de Mastrolilli a quienes quisieran acompañarnos a hacerlo, sin ceremoniales, en un conversatorio libre.
Ahora bien el título de esta entrega se debe a una entrevista aparecida precisamente ese día en el periódico catalán La Vanguardia, con el extraño título de “Si el arte sirve para algo ya no lo es”, que le fue hecha a Hubertus von Amelunxen por Lluís Amiguet (https://www.lavanguardia.com/lacontra/20180724/451070600723/si-el-arte-sirve-para-algo-ya-no-lo-es.html), que reproducimos íntegra por considerarla clave para lo que hemos sostenido sobre el verdadero arte, aplicándolo a la literatura, sin agregar más que un cuadro de Francis Bacon, el famoso pintor que él cita al final de la entrevista, cuyo título es Pintura, 1946.
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Un crítico apasionante
Hubertus von Amelunxen nació en Bad Hindeland, Allgäu, Alemania, el 29 de diciembre de 1958. Según su propia declaración: “El ojo del crítico se educa en la experiencia: los años te hacen mejor. Nací en Allgäu, Alemania, y he estudiado en Dinamarca, Bélgica y París: sólo desde la diversidad se llega a distinguir lo único. Me gano la vida aprendiendo a apreciar el arte con mis alumnos.”. Estamos hablando de un personaje famoso que es “un filósofo, historiador de arte, editor, curador, crítico de fotografía y profesor de filosofía de la fotografía y estudios culturales. Amelunxen es autor y ha publicado varios libros que se centran en la historia y la teoría de la fotografía y ha sido comisario de varias exposiciones internacionales. Actualmente se desempeña como presidente y rector en la European Graduate School, con sede en Saas-Fee, Suiza. De él se dice que estudió lenguas romanas, estudios alemanes e historia del arte en Marburgo y París . En París visitó las conferencias de Michel Foucault en el Collège de France y de Jacques Derrida en la École Normale Supérieure. Obtuvo su Ph.D. en Estudios Romanos en la Universidad de Mannheim con la tesis Alegoría y Fotografía. Investigación en literatura francesa”.
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La entrevista
Nunca tantos vieron tanto arte ¿Es tan bueno para el arte como para ellos?
La afirmación que usted hace es correcta: los museos nunca tuvieron tantos visitantes. Y nos alegramos
Estupendo.
Dicho lo cual, debo añadir que mi equipo ha investigado y descubierto que la media de cada visitante ante las grandes obras de arte hoy es de ocho segundos.
¿Eso es malo?
Bueno, también es lo que solemos detenernos de media ante un anuncio en el metro.
Supongo que un Rembrandt merece algo más que un vistazo.
Y esa estadística para los museos hay dos modos de tomársela: o te sumas a la corriente, como el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMa) y dejas que todo el mundo se haga selfies en todos los rincones. O enseñas a mirar un cuadro y no sólo a verlo.
En su universidad, además, hacen terapia con el arte.
Son cuestiones diferentes. El arte puede ser terapéutico, claro. Porque si es arte, cambia el modo de ver el mundo de quien lo entiende. Pero es importante aprender que lo que hace el artista, porque si en verdad es arte, no tiene que ver con los museos, el mercado, las galerías…
¿Con qué tiene que ver?
Con nada. El arte sólo sirve al arte. Si un ser humano desesperado encuentra en la obra de otro consuelo e incluso curación; si le hace mejor persona, pues es una de las más profundas vivencias de la experiencia humana. Pero no puedes pedir a ningún artista que cure a nadie.
¿Por qué?
Hanna Arendt lo explicó muy bien: “La obra de arte es el corazón de una sociedad, pero si la creas para que lo sea, la destruyes”. Al arte no puedes asignarle una función o una utilidad sin convertirlo en otra cosa.
¿Qué no es arte?
Por ejemplo, Twitter no es literatura.
¿Por qué? ¿No podría llegar a serlo?
Sólo cuando no sirva. Hoy es instrumental.
¿Quién decide qué es arte? ¿Usted?
Duchamp fue el primero en crear una obra para un museo diciendo: “Usted que está mirando esta obra de arte decide si lo es”.
Y era un urinario, ¿o una obra de arte?
Al principio fue una provocación y el urinario se perdió. Después, para los museos los urinarios ya dejaron de ser un problema: eran contenido después de todo. Y podían exhibirse.
Pero no repetirse.
Exponer otro urinario sólo hubiera sido una estupidez. Y un urinario.
¿Cuándo se emocionó usted por última vez ante una obra de arte?
Hace tres días. Y aún estoy emocionado. Un amigo me llevó a ver en Berlín un trabajo de Ran Ortner.
¿Qué era?
Un gran cuadro. Una enorme figuración del mar.
¿El mar? ¿Aún puede ser original?
Sí, y mirarlo era descubrir que no habías visto nunca el mar antes.
¿Va usted a muchas bienales?
Cuantas más hay, menos veo. Y ahora hay más de doscientas en todo el mundo.
¿Por qué?
Eso me pregunto. Antes había tres o cuatro: yo sólo iba a algunas y a veces descubría cosas. Ahora he ido a muchas más sin descubrir nada. No es que sea malo que haya tantas bienales, pero ahora hay que saber elegir.
¿Por qué?
Bueno, el arte se ha democratizado; que no quiere decir exactamente masificado. Y no por eso tienes que ir contra la democracia. Simplemente hay que escoger.
¿Por qué hay tantos artistas?
Porque no todos lo son.
¿Cómo saber quién lo es?
Mire, si usted o cualquiera siente la necesidad de ser artista, no habrá nada en este mundo que le impida serlo.
¿De esos hay pocos?
El hecho de que produzcas cuadros, fotos, películas o lo que sea no te convierte en artista. Los grandes, como Ran Ortner de quien le hablaba, son incapaces de hacer otra cosa que no sea lo que hacen.
¿Y eso les da para comer o al menos para merendar?
La verdad es que los buenos de verdad, los excepcionales, suelen despreocuparse de eso, porque crear es todo lo que necesitan para sentirse vivos. Luego tienen que comer, claro, pero solo comen para seguir haciendo lo que les gusta, que es arte.
¿Cómo enseñan terapia del arte?
Enseñamos a ser críticos; esto es a apreciar las posibilidades de ser humano.
¿Eso se aprende?
Le aseguro que sí, pero no estoy seguro de que se pueda enseñar, aunque he visto a seres extraordinarios que lo han aprendido y después lo han compartido con todos.
Dígame uno.
Francis Bacon nos da esperanza porque vivió desesperado. Vaya a verlo y en cada ocasión descubrirá algo nuevo –y no siempre agradable, pero siempre profundo– sobre sí mismo y sobre el ser humano.
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La fotografía