En la República Dominicana el concepto de Arte Público, aunque se reconoce críticamente en las últimas décadas del siglo XX, plantea algunas revisiones para comprender el espacio arquitectónico-urbano como sentido y experiencia comunicativa. El mismo se ha practicado en el marco mismo  del proceso de construcción de la ciudad moderna, alcanzando un desarrollo con la ascensión al poder de dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien, mediante contratos especiales a escultores, arquitectos, proyectistas, urbanistas y muralistas dominicanos, españoles, ingleses, franceses, entre otros, pone en práctica el llamado ornato público, el complemento estético y funcional de la ciudad, así como también, las creaciones de marcos visuales públicos y privados.

Ejemplo de estos ámbitos constructivos son las estatuas para homenajes en el espacio monumental y vial de Santo Domingo; altorrelieves y murales al exterior y al interior de las edificaciones castrenses, religiosas, institucionales y el uso de cierta tecnología que ya empezaba a utilizarse en ferias, celebraciones, acontecimientos públicos y oficiales desde la segunda mitad del siglo XX.

Un inventario de obras puestas en marcha entre los años 40 y 60, arrojaría datos a propósito de la efectividad y funcionamiento del arte público en cuanto a visión de la ciudad y particularidad del entorno urbano.

Desde la modernidad, y aun desde la postmodernidad, el concepto de arte público asegura una estética del cambio espacial que, particularmente en la República Dominicana, se justifica en tanto que desarrollo histórico-social con una nueva visión del entorno urbano y constructivo, concebidos como arte y comunicación, tal y como se hace visible en plazas, avenidas, vallas publicitarias, técnicas de iluminación, edificaciones comerciales, elevados, monumentos conmemorativos, redistribución y creación de nuevos ambientes y proyectos urbanos tardomodernos.

Tanto las instituciones públicas como las instituciones privadas, asimilan modalidades artísticas, estilos y tipos de creación que producen significación estética y funcional en el tramado material del orden público, esto es, en las edificaciones comerciales y suntuosas; en el mural público situado en las fachadas y al interior de una institución; en la estatuaria o esculturas que producen significación plástico-visual en el conjunto urbanístico-arquitectónico; en la composición de espacios, plazas públicas adornadas con vallas, afiches, fotografías luminosas, carteles, pantallas informáticas, televideos, fuentes acuáticas, esculturas dinámicas y funcionales; organización de jardines naturales y artificiales, action painting o pintura de acción, body art, videojuegos, obeliscos, parques de diversión y otros mobiliarios sociales y urbanos que se instituyen como arte en el espacio público dominicano.

En efecto, el arte público se caracteriza también, por el tipo específico o la función perceptiva y artístico-cultural. Las designaciones de lo artístico insertas en el sistema del espacio civil dominicano que refleja sus imágenes exteriores, interiores, estereotipos culturales, homenajes, vidas monumentalizadas, memoria artística publicitada y representación decorativa, revela cada vez más el orbe público y a la vez pronunciado como contenido testimonial.

En el caso dominicano podemos observar que tanto en el centro como en la periferia, la escultura, el mural, la efigie histórica, los espacios decorativos, jardinería artística, letreros, escenografía y otros medios funcionan como arte y lenguaje, arte y comunicación, justificándose así su contenido formal, significante y medial en el espacio urbano.

Las imágenes de la ciudad utilizadas y proyectadas, producen el movimiento y el orden perceptivo que a su vez organizan lo artístico en tanto que  utilidad y visión cualificadora. De ahí que en el ecosistema urbano, la imagen artística se constituye como mirada estética pública, asimilada al orden social, pluridiverso y ramificado. El ciudadano de la nueva era tardomoderna, se refleja en la República Dominicana a través de los diferentes ejes estético-culturales y urbanos, advertidos en sus posibilidades mediante el posicionamiento social del signo y el símbolo sociales.

Es importante señalar que este concepto está ligado a la noción de paisaje urbano y espacio arquitectónico. Ambos modos de organización del espacio público hacen posible que se produzca la creación artística destinada a complementar de manera estética la expresión humana de la ciudad. Las cardinales sociales del espacio público se van desarrollando como  cuerpos-funciones materiales y perceptivas, orientadas en el contexto de las plantillas y diseños de acción y comunicación en el espacio social, que en este mismo sentido va construyendo sentido en el ordenamiento público.