El llamado arte fronterizo dominicano abarca no solo topografía, territorio, delimitación, cercanía, mezcla  o conjunción geográfica. También pronuncia la condición rayana que evoca un etnos y un topos imaginario, a partir de la producción de la raya fronteriza; el arte que como lenguaje, también se mezcla con productos y universos sociales ligados a la publicidad, la cultura digital y el hibridismo sociocultural, entre otras manifestaciones alternativas y estratégicas. Lo híbrido, el hibridismo cultural, tal y como lo explica el historiador cultural Peter Burke (ver, Hibridismo cultural, Ed. Akal, Madrid, 2010), surge de encuentros e intercontactos, intentos o acercamientos socioculturales, lenguajes de comunicación y formas sincréticas  de significación surgidas de la cultura-movimiento.

En las últimas tres bienales de artes visuales dominicanas, algunos productos visuales e imaginarios han logrado acentuar cierta categorización genérica, libre y rebelde frente a las preceptivas tradicionales que han primado en el arte dominicano moderno; lo que quiere decir que cierta corriente creadora crítica, ha hecho de las manifestaciones artísticas un espacio de mezclas, salida de géneros o ruptura de géneros.

Entre la cultura, el arte, la política y el sujeto encontramos un concepto ambiguo, abierto de frontera que determina en algunos artistas prácticas que trascienden los conocidos lenguajes de creación y asumen de manera deliberada una poética de la apertura y de la mixtificación. Este tipo de punto de vista engendra un quehacer más allá de lo que normalmente pide la academia. Dicha actitud rompe con los moldes históricamente establecidos, aceptando paradigmas contrarios al orden preceptivo y normativo.

De ahí que la pujanza de un concepto abierto como el de frontera,  permite conformar poéticas revolucionarias o rebeldes, buscadoras de signos, objetos e imágenes que se sitúan entre el espacio social y la meta creadora temporal de una cultura de los signos, asumida dentro de un campo comprensivo y a veces post-identitario.

Se trata de una nueva aventura del significante y la significancia culturales, que permite considerar las visiones y  nuevas formas de creación, comunicación, significación y producción artístico-culturales.

Las estéticas fronterizas que en muchos casos se cultivan en la República Dominicana y en todo el Caribe insular, se hacen observables en los participantes de las últimas experiencias presentadas en las conocidas bienales de artes visuales dominicanas y del Caribe.(Véase artistas como Raúl Morilla, Rosalba Hernández, Iris Pérez, Raquel Paiewonsky, Tony Capellán, Eliú Almonte, Elvis Avilés y otros que han asumido el contra-paradigma acentuado por las nuevas o alternativas artes visuales de la República Dominicana.

Una nueva productividad visual fronteriza surge de las diversas experiencias de taller, observables en artistas que intentan disolver las fórmulas de ciertos discursos tradicionales, para asumir un horizonte de búsquedas, caminos estéticos y culturales que trascienden las definiciones al uso, asumiendo una poética de ruptura que muestra nuevas soluciones críticas llevadas a cabo con nuevos materiales, procedimientos y fórmulas anti-convencionales, logrando tener éxito en diferentes universos del arte contemporáneo mundial.

Los diversos lenguajes, también fronterizos, participan de un tipo abierto de interpretación y de constitución de nuevas formas sensibles que, en el proceso de creación, construyen mundos de la vida y formas identitarias familiares, barriales, políticas, sociales, religiosas, antropológicas, comerciales y otras que testimonian una vida pública y privada del sujeto dominicano en un tiempo y espacio de representación, de visibilidad de los signos reales, imaginarios y mixtos, justificados en nuevos programas de trabajo, donde el artista recurre a materiales y procedimientos extra-artísticos, pre-artísticos y comunicacionales.