En el principio era el Caos. Y el Caos habitaba en todo y lo ocupaba todo. O no habitaba nada y no ocupada nada. Era el principio anterior a todo antes que el mundo fuera creado. Luego vino el Orden y todo fue creado, habitado y ocupado.
Caos y Cosmos son dos palabras griegas que significan, habitualmente, desorden y orden. El término Cosmos (del griego kosmos, mundo, conjunto de todas las cosas creadas) designa el universo concebido como un todo ordenado, por oposición a caos. Significa orden, armonía y belleza. El Cosmos era el mundo, el conjunto de todo lo existente, producido y ordenado por el Demiurgo, especie de arquitecto del universo. La palabra Caos (del griego khaos, abertura, abismo) designa la confusión general de los elementos y de la materia, antes de la creación del mundo. No es sólo confusión y desorden; es, sobre todo, estado primigenio del universo infinito. En sentido epistemológico, el cosmos implica un orden y está ligado a los conceptos de ratio y de logos. El caos se refiere a lo impredecible y está vinculado a las nociones de azar, indeterminación, incertidumbre y aleación.
Platón distinguía entre dos mundos o reinos: el reino celeste, inmutable, perfecto y perpetuo: el Cosmos; y el reino terrestre, regido por la heterogeneidad de los cuatro elementos (agua, aire, fuego, tierra), cambiante, imperfecto y temporal: el Caos. Platón poseía una intuición poderosa y genial, pues de algún modo el ser humano siempre se ha debatido entre ambos mundos. En los albores de la humanidad, el mundo del Caos comprendía todo ese conjunto de fenómenos naturales desconocidos que generaban miedo y extrañeza. Así nacen los mitos, las religiones, la poesía y la filosofía. Los dioses surgieron en todas partes para ordenar un poco la incertidumbre humana. Toda la historia de la ciencia consiste en la búsqueda del Orden dentro del Caos. Todos nuestros sistemas de creencias apuntan hacia un mismo propósito: intentar comprender y explicar el mundo desconocido. Esta búsqueda del orden que iniciaron los antiguos griegos (Aristóteles, Ptolomeo) fue continuada por los grandes científicos del pasado (Copérnico, Galileo, Kepler, Newton) y del presente (Planck, Einstein, Heisenberg, Hawking).

En este punto coinciden ciencia y arte. Se podría afirmar que todo el proceso de creación artística y estética (lo mismo en la tradición clásica que en las vanguardias modernas) es un intento por establecer un orden dentro del caos. Si bien el referente es siempre una realidad caótica y fragmentaria, el resultado del proceso creador es un producto: un texto, una obra, un signo que, en su productividad y en su finalidad (télos), constituye un orden discursivo.
La dualidad entre Orden y Caos se expresa históricamente en esta otra dualidad que atraviesa toda la historia del arte moderno: la de tradición y ruptura. Desde la rebelión romántica, la sensibilidad moderna cuestionó radicalmente la visión clásica del arte como imagen armoniosa y equilibrada del mundo, como fluir ordenado y sin conflictos. Hoy tenemos plena conciencia de la modernidad estética. Sabemos que la creación artística siempre tiene algo –o más que algo- de ruptura y novedad radicales, que las innovaciones se producen cuando cambian las reglas del arte y que los cambios parecen obedecer a una lógica no del todo inmanente. En el arte del siglo XX se produjeron grandes innovaciones y cambios formales. Los artistas modernos y las vanguardias de principios y mediados del siglo XX consumaron quiebras radicales con la tradición artística y estética. Es ya lugar común citar al mexicano Octavio Paz, quien apunta con acierto que las vanguardias, a fuerza de repetir el gesto de romper con la tradición, terminaron por crear la tradición de la ruptura. Sin embargo, más que a la ruptura o la innovación -a la ruptura innovadora- con el pasado, el arte contemporáneo tiende hoy a la ironía, la fusión, la hibridación y, a menudo, la continuidad con el pasado.

Pero cabe preguntarse: ¿Qué es esa cosa llamada arte contemporáneo? ¿Es acaso resultado del pensamiento, de la intuición, de la visión personal del artista creador, a partir de un caos originario capaz de generar orden? ¿O más bien es fruto del uso y abuso de una técnica innovadora, o de una voluntad de ruptura, o de una febril experimentación, o tal vez de un cálculo financiero, o de una estrategia publicitaria y una operación de marketing?