Te levantas y ves los mensajes de WhatsApp, o revisas tu Facebook o lees Twitter y escribes una frase a tus seguidores, para amanecer el día; luego, lo más probable, leas los periódicos o enciendas el televisor o ambas cosas a la vez.
De camino al trabajo, no falta una emisora para acompañar el trayecto, junto a lo que se ha convertido en la otra parte de tu cuerpo: el celular. Recorres un camino hasta tu trabajo, rodeados tus ojos de una avalancha de carteles publicitarios “nubladores” de los sentidos, manipuladores de la razón. En la noche, el televisor se hace imprescindible, todo gira a su alrededor o, de vez en vez, lo cambias por una película alquilada o comprada-pirateada.
Hay quienes prefieren un libro, como estos mal llamados de “crecimiento espiritual” -para mí el verdadero crecimiento espiritual es leyendo los clásicos universales. Pero es indiscutible que nos hemos convertido en “dependientes” de los productos de las industrias culturales”. Éstos, cada vez más, nos configuran los días y, a veces, dominan nuestras vidas. La televisión, la radio, los vídeos juegos, las redes sociales digitales, los equipos comunicacionales (iPad, iPhone, BlackBerry, y otros) todos son vehiculares en la trasmisión de mensajes culturales, a través, de las "máquinas culturales". Las industrias culturales nos arropan la existencia.
Y es que vivimos el tiempo de la expansión global de las industrias culturales, especialmente, de las industrias audiovisuales, sobre todo las transnacionales y del sector privado nacional. Se ha reducido considerablemente, la participación del Estado en el sector televisivo. Lo que se traduce a un predominio de "lo comercial" por encima de "lo nacional, lo educativo, lo estético, identitario". Eso está haciendo estragos sociales en cuanto a la imposición de patrones conductuales ajenos a nuestra identidad cultural, y por demás, banales, superfluos, de muy mal gusto.
Se imponen códigos comunicacionales-culturales que nada o poco tienen que ver con tradiciones, costumbres, mucho menos, con la afirmación de la historia patria, más allá de algunas efemérides. Incluso, les cuento que me espanté cuando un 27 de Febrero apareció en primerísima plana de un importante diario de este país, los premios "oscares hollywoodenses". ¡Qué lamentable! Esperaba ver niños por doquier celebrando.
La historia patria ha de retomarse y afirmarnos en sus lecciones, tan necesarias para las nuevas generaciones. Los medios de comunicación debieran ser más expresión de "lo nacional" y portadores de los más altos valores, principios, y normas de la educación estética, ética; debieran ser afirmadores de la identidad cultural dominicana. “(…) qué sustentabilidad socioeconómica y qué complejidad estética pueden esperarse de una expansión de tales industrias si éstas no son capaces de apoyarse en un buen nivel educativo". Escribió Néstor García Canclini.
Mientras el fin único de la televisión dominicana sea la obtención de beneficios, sin compromiso con el futuro de esta sociedad, seguirán fungiendo como impulsadores la vulgaridad, el sensacionalismo, la banalidad, el consumismo, entre otros padecimientos sociales. Seguirán ahondando e incentivando prácticas nocivas a la convivencia social.
La televisión, como reina histórica de las industrias culturales, tiene una función social inigualable: llega al instante a millones de personas, por lo que si trasmite mensajes atravesados por lo estético que es decir por lo bello, por el buen gusto, brindando productos de alta calidad, entonces, tendríamos una televisión que cumple con su función social vehicular de favorecer la educación ciudadana, contribuir a una mejor convivencia social, a cualificar la sociedad en que vivimos.
Sin embargo, no prevalece una televisión así, en el sector privado. En su afán populista y mercantilista, descienden a los más bajos niveles de instrucción del pueblo para validar y ensalzar el mal gusto y la chabacanería, lo antiestético y lo antiético. En vez de accionar por elevar el nivel educativo de la población.
Si consideramos el que vivimos en un tiempo de "deslumbramiento tecnológico", tenemos responsabilidad histórica velar por los mensajes trasmitidos y de contribuir a la educación estética y cívica, a la educación para la salud, para la preservación del medio ambiente.
Nuestros medios de comunicación deberán ser portadores de mensajes por el equilibrio de género y la armonía intrafamiliar, fomentadores de la creatividad y la fantasía infantil. Mientras tengamos productos de las industrias culturales que sean portadores de mensajes de violencia, vulgaridad, consumismo, y de otros antiparadigmas sociales, estarán ahondando en los males sociales que padecemos. Los medios de comunicación no debieran dimensionar lo negativo, ni reafirmar la incultura sino contribuir a la formación de un público capaz de apreciar la calidad, de valorar, de enjuiciar y de discernir.
Solo así lograremos que…
“(…) la gente no sea manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será contemplada por el televisor. El televisor, dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas (…)” (El derecho de soñar. Eduardo Galeano.) http://www.youtube.com/watch?v=todj4fK7FFI