En cuanto a la arquitectura siempre ha habido comparaciones de tendencias, estilos y/o formas de hacer las cosas. Esto ha sido así siempre y uno de esos debates se ha trasladado a la cuestión de la arquitectura y la eficiencia energética.

Nadie que tenga intención de proyectar edificios  (arquitectos y afines), o partes de los mismos, pasa por alto el tema de la eficiencia energética. Desde el momento mismo en que nos llega un encargo estamos haciendo enfoques iniciales hacia conseguir el mejor rendimiento con la menor contaminación.

Y es esta misma combinación  – más rendimiento y menos contaminación- lo que nos hace implementar una u otra solución. En algunos casos con soluciones pasivas de diseño (orientaciones, cerramientos, huecos, forma) conseguimos resolver las cuestiones de diseño + confort…otras veces no.

Como dicen la virtud está en el camino del medio, pero este camino del medio pasa por encontrar el equilibrio entre costes y beneficios

En las ocasiones en que no es suficiente la aplicación de medidas pasivas, pasamos a las medidas activas. Pasa un poco como con los tratamientos médicos, primero se procede con lo menos invasivo,  hasta llegar a la intervención más comprometida y comprometedora.

Primero intentamos resolver el tema con medidas propias de diseño antes de entrar en materia de tecnología activa; o lo que es lo mismo, y por poner un ejemplo, antes intentamos permitir la entrada del sol del sur hasta el fondo del salón (hablamos de climas fríos), que instalar una bomba de calor a la primera.

 El camino del medio

Ciertamente los arquitectos que trabajan el tema de la eficiencia energética en la edificación tratan de tomar el camino del medio para solucionar problemas de diseño y confort. No resulta factible intentar resolverlo todo con propuestas pasivas igual que no resulta conveniente hacerlo todo con medidas activas.

Entre los principales postulados de la arquitectura pasiva está el maximizar el aislamiento en los cerramientos (seguimos hablando para latitudes frías),o  ventilar y sombrear lo más posible  ( en climas cálidos) o  intentar resolver el asunto del confort con buenas ubicaciones de los espacios, etc. …y así sucesivamente según sea el caso.

Esta es una buena forma de enfocar las cosas  – con el diseño pasivo-  pero también es cierto  que no siempre, y como hemos dicho antes, lo pasivo resuelve todo el asunto. No siempre tenemos una buena ubicación dentro del solar, o la ventilación no es factible por temas diversos. ¿Qué hacer? Tirar por una senda media que equilibre las soluciones sin comprometer la huella de carbono del edificio.

Si nos vamos a soluciones activas, la implementación de sistemas renovables de generación de energía supone la solución más obvia. Instalar captadores fotovoltaicos que pueden generar electricidad, captadores termo solares que puedan proporcionar agua caliente a un coste ambiental bajo, etc., etc.…

Como dicen la virtud está en el camino del medio, pero este camino del medio pasa por encontrar el equilibrio entre costes y beneficios. No hacemos nada si al instalar un acristalamiento inteligente aseguramos el ahorro de los usuarios, pero penalizamos el balance de emisiones de Co2  al producir el material.

El compromiso del arquitecto es levantar la barrera que pudiera aparecer entre lo pasivo y lo activo; hacer el equilibrio adecuado entre una y otra cosa…pero siempre analizando los costes dentro del marco completo del ACV o Análisis de Ciclo de Vida.