En estos dias leo el texto de Byung-Chul Han titulado El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. En el mismo, el filósofo coreano realiza una reflexión sobre la percepción del tiempo en las sociedades occidentales contemporáneas.

Chul Han sostiene que la característica propia de nuestra época es la “dispersión temporal”. Señala que la carencia de referentes, “coordenadas que produzcan una duración” o “diques” que ordenen la vida generan una sensación de precipitación. Esto es lo que metafóricamente Chul Han denomina “la pérdida del aroma”. Un tiempo sin aroma significa carente de sentido.

Se trata de un tiempo fragmentado, “atomizado”, donde los intervalos vacíos se intentan llenar con una acelerada sucesión de gratificaciones sensoriales, ninguna de las cuales tiene una real importancia sobre las demás. Todo vale igual, gratificaciones efímeras, superficiales.

De esta situación emerge un sujeto sobreestimulado y desorientado, con una cada vez mayor desconexión con la verdad y el conocimiento, porque éstas exigen duración, interconexión temporal, contemplación, detenimiento. Por el contrario, el sujeto se arropa de una información efímera, que consume acleradamente y que acelaradamente olvida. El sujeto se convierte en un “yo efímero”.

Chul Han subraya la necesidad de recuperar “una vida contemplativa” , situándonos más allá de la vida activa que nos ha convertido en meros animales de trabajo para una cultura acelerada del consumo. Esta recuperación no constituye un esfuerzo por volver a la cultura pre-moderna, pero sí implica la creación de espacios, instantes y vivencias que nos devuelvan la experiencia de la duración, de la demora, del tiempo con sentido.