“Si ven a uno con un arma de fuego lo respetan” “Es bueno tener armas de fuego porque así ven que uno es gente” “Yo quiero ser policía para tener un arma asi la gente te trata diferente”
Estas citas se extraen de grupos focales con niños en distintas comunidades y en diferentes estudios etnográficos ( Vargas 2014) (Vargas 2010). La población infantil de sexo masculino muestra en distintos estudios una cierta fascinación por las armas de fuego. Sus juegos integran las armas de fuego y muchos de sus regalos en navidad y reyes magos son pistolas o juegos de guerra.
Jugar a tener armas, a ser policía o ser ladrón sea desde juegos físicos o en juegos electrónicos es parte de la cotidianidad de los niños. Se mueven en el círculo de la violencia como un juego, una recreación y van asumiendo la violencia, la posesión de armas de fuego como una práctica que genera aceptación en su medio social y además le otorga cierto carácter masculino.
La formación de la masculinidad en la niñez está permeada por la lucha, la pelea, la violencia. El ejercicio de violencia desde el juego y la diversión abarca casi todos los juegos electrónicos, las series de televisión y videos. En los recreos de los centros educativos se puede observar a los niños como juegan peleando o a que tienen armas de fuego o armas blancas, y para las personas adultas, tanto padres/madres, docentes, directivos/as de centros y vecinos es solo un juego.
El juego en la formación de actitudes y conductas en la niñez tiene mucho peso. Niños y niñas aprenden actitudes, valores, conductas a través del juego y luego en su vida cotidiana reproducen lo que han aprendido. “El juego es así una actividad de crecimiento donde se plasman y moldean conductas futuras porque le permiten al niño ir desarrollando su personalidad, gracias al proceso de socialización que el juego propicia”. Erickson (1972: 94-95)
El juego es uno de los espacios fundamentales de aprendizaje y socialización para la niñez, actitudes, prácticas y valores que se promueven en los juegos infantiles se interiorizan muchas veces con más intensidad que los que se enseñan en el aula o en el hogar. El juego tiene el contenido lúdico y afectivo necesario para generar apegos hacia los modelajes de conducta que se presentan en el mismo, lo que no ocurre con el aula, escenario donde muchas veces no existen espacios lúdicos ni afectivos.
En el caso de la población infantil de sexo masculino el hecho de que los juegos entre sus pares sean violentos, agresivos con uso de armas “de juguete”, estos juegos van moldeando y formando al niño hacia la violencia con fascinación, convirtiendo la violencia en una práctica de apego afectivo y lúdica.
Urge la prevención de la violencia tomando en cuenta estos aspectos para erradicar en la población infantil masculina los juegos basados en peleas, violencia y uso de armas, promover su reemplazo por juegos cooperativos, prácticas artísticas de teatro, música y danza que generen cambios en sus conductas y actitudes hacia una cultura de paz.
Este artículo fue publicado originalmente por el periódico Hoy