“Es bueno tener pistolas, ven que uno es gente”
“Yo quiero ser policía para tener un arma, la gente te trata diferente”
Población infantil de sexo masculino en distintos estudios muestra cierta fascinación por las armas de fuego.
Jugar a tener armas, ser policía o ladrón desde juegos físicos y/o electrónicos es parte de su cotidianidad. Se mueven en círculos de violencia como diversión y así los interiorizan. La posesión de armas de fuego provoca aceptación en su medio social y acrecienta su virilidad.
La formación de la masculinidad en la niñez está permeada por la lucha, la pelea, la violencia. El ejercicio de violencia desde el juego y la diversión abarca casi todos los juegos electrónicos, las series de televisión y videos. En los recreos de los centros educativos se puede observar a los niños como juegan peleando o a que tienen armas de fuego o armas blancas, y para las personas adultas, tanto padres/madres, docentes, directivos/as de centros y vecinos es solo un juego.
El juego en la formación de actitudes y conductas en la niñez tiene mucho peso. Niños y niñas aprenden actitudes, valores, conductas a través del juego y luego en su vida cotidiana reproducen lo que han aprendido.
“El juego es así una actividad de crecimiento donde se plasman y moldean conductas futuras porque le permiten al niño ir desarrollando su personalidad, gracias al proceso de socialización que el juego propicia”. Erickson (1972: 94-95)
El juego es uno de los espacios fundamentales de aprendizaje y socialización para la niñez, actitudes, prácticas y valores que se promueven en los juegos infantiles se interiorizan muchas veces con más intensidad que los que se enseñan en el aula o en el hogar. El juego tiene el contenido lúdico y afectivo necesario para generar apegos hacia los modelajes de conducta que se presentan en el mismo, lo que no ocurre con el aula, escenario donde muchas veces no existen espacios lúdicos ni afectivos.
En el caso de la población infantil de sexo masculino el hecho de que los juegos entre sus pares sean violentos, agresivos con uso de armas “de juguete”, estos juegos van moldeando y formando al niño hacia la violencia con fascinación, convirtiendo la violencia en una práctica de apego afectivo y lúdica.
El paso del juego al porte de armas de fuego está naturalizado. La fascinación por las armas de fuego y su simbolización como accesorio que ofrece estatus social y “respeto” así lo sustentan. Su aumento en la población sobre todo masculina genera muchos riesgos para familiares y personas cercanas, así como a la vida pública en general.
Urge la prevención de la violencia tomando en cuenta estos aspectos para erradicar en la población infantil masculina los juegos basados en peleas, violencia y uso de armas, promover su reemplazo por juegos cooperativos, prácticas artísticas de teatro, música y danza que generen cambios en sus conductas y actitudes hacia una cultura de paz.
Igualmente, el control de las armas de fuego y la educación ciudadana sobre sus riesgos y su innecesario uso en la vida cotidiana.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY