Como recordaba en un escrito anterior, la UNESCO declaró el año 2016 como el año de Aristóteles en honor a su contribución y vigencia en la civilización occidental. A seguidas esbozo las principales ideas de su sistema filosófico con el propósito de responder una sola pregunta: a saber, ¿qué afirmó el filósofo griego que tuviera tanto valor como para que siga siendo fundamental en nuestro mundo, el del Caribe y el de Occidente?

Sistema filosófico. Aristóteles (384–322a.C)  fue el primer filósofo en explicar todos los seres vivientes a partir de la observación sensible de sus causas y efectos, y no ya y solamente por un “arche” (origen o principio) teórico.

El fenómeno general que Tales de Mileto y otros filósofos presocráticos intentaron explicar era la existencia del cambio continuo en las apariencias frente a la preservación de la naturaleza; para ello propusieron que el mundo está formado por un sustrato invariante que adopta diferentes formas. Tales dijo que ese sustrato era el agua, Anaxímenes habló del aire, Anaximandro del apeiron o éter, Parménides del ser unitario e inmóvil y Heráclito del fuego por el cuál todo fluye.

Platón sistematizó todo eso, por medio de su teoría de las ideas. Para él, las ideas son entes universales, perfectos y con existencia verdadera (objetiva), de las que los hechos y objetos reales y materiales no son sino ejemplos imperfectos.

La teoría de las ideas platónicas partió de la búsqueda socrática por definir la esencia de las cosas, especialmente las virtudes. Al definir una esencia, ésta contiene el concepto general o universal de cada cosa; pero, a diferencia de Sócrates –que no otorgaba una existencia separada a los universales y a las definiciones–, los platónicos le otorgaron el status de "ideas" admitiendo como tales todo lo que se afirma universalmente.

Aristóteles no rechazó toda la teoría de las ideas, sino sólo la existencia separada de éstas pues sostenía que, si las esencias de las cosas están separadas de éstas, entonces no son propiamente sus esencias.

Así como siglos más tarde Marx sostuvo que Hegel había explicado el mundo pero que ahora se trataba de transformarlo, el Estagirita afirmaba que Platón, tratando de explicar el mundo lo duplicó y por ende le tocaba a él reunificarlos a partir de la relación materia – forma, inherentes a todo ser existente.

Con ese propósito en mente, se mantendría fiel a la línea iniciada por Sócrates y por Platón: la ciencia verdadera es aquella que se centra en lo general y lo universal, a saber, la búsqueda de la esencia común. Pero puesto que para Aristóteles dicha esencia común se encuentra en las cosas mismas y no separado de ellas, ¿cómo descubrirlas y explicarlas…? La respuesta es por medio de la lógica. Ésta le permite explicar el comportamiento de los fenómenos en la media en que norma el conocimiento científico en una intrincada correlación de causas y efectos de esas formas y materias.

En efecto, para Aristóteles todos los seres sensibles se componen de materia y forma (teoría hilemórfica). La materia es la realidad de la que está hecha una cosa y la forma son sus rasgos característicos. Aquella realidad y esos rasgos están condicionados por las causas. Causa es todo aquello de lo que depende la existencia de un ente o de un proceso, y puede ser material (de lo que está hecho), formal (lo que es), eficiente (aquello que lo ha producido) o final (para lo que existe). Y efectos termina siendo lo que de las causas resulta.

En medio de este engranaje conceptual, lo más decisivo del pensamiento aristotélico al día de hoy es que la última explicación depende siempre de la finalidad de las cosas. El fin o causa final termina siendo motivo o explicación originaria de una acción, aquello en virtud de lo cual algo se hace, se motiva, se explica, se justifica y tiene sentido objetivo.

Todas las cosas del mundo natural tienen una finalidad determinada por su forma o esencia. Pero según el Estagirita, la Naturaleza no lo es todo. Ella no se puede explicar a partir de ella misma sino de algo que está por encima, eso que en la Edad Media denominarían siguiendo la tradición religiosa como Dios, y que para Aristóteles es un ser sin composición alguna, ni física ni metafísica, en tanto que acto puro y pura forma, eterna e inmutable. Dios es también el Primer Motor inmóvil, y como tal, transmite por atracción el movimiento a todas las cosas naturales y no se mueve ni es movido por algo.

Pues bien, llegados aquí retomo la pregunta inicial. De todo lo esbozado, ¿qué puede servir de principio y fundamento a nuestra civilización contemporánea?

Una tesis. Para poder discernir el valor contemporáneo del pensamiento aristotélico, conviene aceptar que el mundo occidental está transido hoy día por un dilema que no le deja más alternativa que optar por una u otra de estas dos opciones:

  • Como privilegiada deudora de Aristóteles, seguir reconociendo en cada ser humano lo que lo constituye como tal (como humano); a saber, la racionalidad y sociabilidad inherentes a toda persona en tanto que es única e inalienable. Atenidos a esta opción, se trata de continuar sometidos a la razón lógica y sujetos a una u otra de las formas sociales o gubernamentales que se suceden a través del tiempo; o bien, por el contrario,
  • Como opción adversaria a ese legado, propiciar una nueva civilización en la que confluyan la irracionalidad y la voluntad de poder en cuanto acto humano sea propio a una cultura post occidental, por no decir post-verdad, a partir del momento en que dejemos de atenernos y de estar restringidos por la lógica, la intersubjetividad y algún orden político.

En ese contexto disyuntivo, mi tesis y posición al respecto es ésta:

La afirmación relativa a que el hombre es racional y político constituye la principal línea de defensa conceptual de toda una civilización que, orgullosa de sí, apostó en el pasado, tanto al valor del conocimiento y de sus frutos científicos y tecnológicos, como al sentido y a la trascendencia de una existencia ética y solidaria vivida en una polis.

Significativamente, dado los embates culturales que enfrenta, esa civilización parece batirse en retirada y sin defensa, –a no ser por el valor de ese animal racional y político que sigue siendo el hombre aristotélico.