Todo el archivo y el conjunto de actos histórico-sociales existentes hasta hoy, ocupan la agenda de los estudios artísticos y culturales al otro lado y de este lado del atlántico,  mientras en los diversos diagnósticos financiados por empresas e instituciones “rectoras” de la economía y los bienes públicos y privados se gastan millones de dólares,  buscando establecer las raíces y soluciones de una crisis y las respuestas a las mismas desde el movimiento de la llamada “larga historia”. Los ritmos y tiempos de dicha alteridad económica, educativa y cultural activan además las voces de las diversas historias locales y regionales.

Señala Néstor García Canclini que:

“En los acuerdos de libre comercio e integración regional latinoamericanos y de estos países con España, con Estados Unidos y Canadá, las cuestiones culturales están poco presentes y a menudo limitadas a intenciones nobles….” (Ver, “Culturas de Iberoamérica: ¿es posible un desarrollo compartido?” en Iberoamérica 2002. Diagnóstico y propuestas para el desarrollo cultural, Eds. Santillana, México p. 17).

“Asimismo –continúa diciendo García Canclini-, ha habido pocos avances en la atención social y legal de los pueblos indígenas y afroamericanos, salvo excepciones como las reformas de las constituciones brasileña de 1988, la colombiana de 1996, la ecuatoriana de 1998. En tanto, aumentó la salida de migrantes por desempleo, desesperanza y exilios. Esto no ha ocurrido sólo por la reducción de puestos de trabajo, debido a los tratados de libre comercio y las políticas neoliberales aplicadas severamente a la región, sino –entre otras razones- por la escasa consideración que tales acuerdos y políticas prestan al desarrollo cultural y social. (Ibíd., p. 18)

En el año 2002, el investigador, culturólogo y profesor Néstor García Canclini tomaba en cuenta en su diagnóstico variables que en 2001 (2006, pp. 129-141), ya habían gobernado pronósticos dialógicos y transculturales en una perspectiva crítica más acentuada. En García Canclini 2002, p. 361, nuestro autor particulariza aún más el diagnóstico de la actual situación y motiva de manera más específica sus propuestas al respecto:

“El diagnóstico de la situación sociocultural iberoamericana a principios del siglo XXI y la elaboración de propuestas de desarrollo conjunto para los próximos requiere considerar con atención los cambios ocurridos últimamente. Sin duda, sigue siendo necesario tomar en cuenta los antecedentes con que a través de la historia se intentó caracterizar la región que incluye a España, Portugal y América Latina. Pero las relaciones entre estos países, y su posición en las interacciones globales, no se logra abarcar ahora con los nombres y enfoques utilizados en otras etapas”. (Op. cit., p. 361)

Los designadores definicionales utilizados en América y Europa en el pasado y aún en el presente y empleados por muchos pensadores de América y Europa, tales como América Hispánica, América indoespañola, indoamérica, Hispanoamérica, Latinoamérica, entre otros, lleva a García Canclini a preguntarse:

“Cómo nombrarnos, entonces? ¿Iberoamericanos, latinoamericanos, panamericanos? Estas denominaciones, como se sabe, corresponden a unidades geográficas en parte coincidentes. Iberoamérica, como dijimos, abarca a España, Portugal y América Latina. El ámbito panamericano, en cambio, incluye a todos los países de América, desde Canadá hasta Argentina y Chile, pero la distinción se vuelve más compleja cuando se considera que estas unidades son también geoculturales y geopolíticas…” (Op. cit., p.362).

La crítica cultural y literaria especializada sobre el ámbito y el espacio interior y exterior de la América continental, ha creado ya algunos caminos histórico-críticos, particularizándose también como historia social, natural y cultural de las voces comunitarias, institucionales, educativas, geopolíticas, artísticas y documentales, entre otras. A propósito del llamado “espacio común iberoamericano”, García Canclini pone a disposición del análisis la siguiente sugerencia argumentativa:

“En el estado actual de la historia compartida entre América Latina, España y Portugal varios autores hemos propuesto hablar, más que de identidades continentales, de espacios comunes latinoamericanos, iberoamericanos e interamericanos (Garretón, Martinell, Reyes Mate, Sosnowski, García Canclini). En vez de fijar a Iberoamérica en una definición esencial o ahistórica, preferimos hablar de un espacio cultural iberoamericano –también puede pensarse en un espacio político o económico- en el que conviven muchas identidades. Este espacio proviene de una historia convergente y conflictiva de varios siglos, se ha ido modificando y seguirá haciéndolo de acuerdo con la manera en que se modulan los intercambios de personas y bienes, mensajes y capitales, según las alianzas y competencias que no pueden resolverse apelando a ninguna base biológica o tradición común”. (Ibídem., p. 363)

¿De qué manera se va constituyendo la imagen de (¿imágenes?) una “historia convergente y conflictiva” en el espacio ibero-latino-hispano-indoamericano? Entendemos que desde esta pregunta podemos entrar en los diversos contextos de una dialéctica de la historia que se define y explica en las particularidades etnoculturales, etnopolíticas y etnoliterarias, para solo, y, desde este movimiento del lenguaje y lo social, construir una historia abierta a conformaciones, usos, motivaciones y acciones propias de las diversas identidades de la América continental.

Las fuentes históricas y culturales que hasta hoy han configurado la región remiten a la acción europea, asiática y africana que en las cardinales de  los cinco siglos se han hecho realidad, imagen y cuerpo en la geopolítica de la América continental. Como muy acertadamente señala García Canclini:

“A ello deben añadirse los aportes de migrantes italianos, ingleses, alemanes, franceses, rusos, judíos y asiáticos –por nombrar algunos de los contingentes más numerosos- y el arribo de inversiones, empresas industriales y comunicacionales, bienes y mensajes europeos y estadounidenses, intensificado en las últimas décadas. Esta multiculturalidad es reconocida democráticamente en varias reformas constitucionales recientes, por ejemplo las realidades en Brasil en 1988, en Colombia en 1991 y en Ecuador en 1998, así como en acuerdos internacionales y estudios realizados a partir del Quinto Centenario”. (p. 364)

En este proceso de conformación, resistencia, adecuación o reclamo de las identidades conformativas de lo que es hoy Iberoamérica, asistimos a la puesta en discusión y acción de los reclamos identitarios en un espacio común, pero también a las interpretaciones jurídicas, institucionales y sociopolíticas del ciudadano, la ciudadanía y sus condiciones de producción y creación en la línea de un marco ideológico activador de cuerpos, representaciones diversas y prácticas específicas. La noción de desigualdad crea en este caso un texto englobante de conflictos de todo tipo al interior mismo de las diferentes prácticas sociales.

En este sentido, nos dice García Canclini que:

“En otro tiempo el relativismo cultural, o sea la aceptación diferenciada de la autonomía de cada grupo, etnia o nación, parecía garantizar los derechos de cada uno. Sigue siendo decisivo que la aceptación de los pueblos originarios y de las diferencias socioculturales desarrolladas en la historia se traduzca en leyes e instituciones (lenguas, organizaciones políticas y sociales) que legitimen y aseguren lugares propios más allá de las unificaciones realizadas por los Estados nacionales, los mercados económicos y las industrias comunicacionales.” (Ibíd., loc. cit.)

El cuadraje sustentado por García Canclini y, bajo diferentes cardinales analíticas llevado a cabo por estudiosos como León Portilla, Gutiérrez Estévez, Gossen, Klor de Alva, Gros; Stavenhagen, Varese, Bonfil Batalla, Reynoso y otros, va creando las condiciones de interpretación, comprensión, re-conocimiento y contacto real con la problemática de la interculturalidad, la intraculturalidad y la metaculturalidad en el ámbito ibero-latino-indo-afroamericano, y en la línea visible, resistente y sostenible de una cultura-movimiento convergente, en construcción sociohistórica, lingüística y diversa.