Aquel 12 de octubre de 2010…Aquel martes, que inició en la paz de mi hogar con el canto de los pájaros y con las actividades que caracterizan la agitada cotidianidad a la que estamos acostumbradas las mujeres de mi familia; marcó profundamente mi vida, la de mis hijos, mis hermanos y sobrinos, y la de las personas más allegadas, de una forma insospechada e indescriptible.

Despertaste activa, tan activa como siempre, lista para tus caminatas matinales y más que dispuesta para acompañar a tus nietos a dirigirse a sus actividades habituales. En ese momento…En ese momento te dije adiós, me despedí como de costumbre, sin remotamente imaginarme que esa mañana de martes, sería la última oportunidad en la que te vería, en la que te hablaría y en la que contaría con tu incondicional soporte y compañía.

Y es que, ¡caramba!, aún no logro interiorizar que pasadas unas pocas horas desde nuestra despedida, antes del mediodía de ese martes, 12 de octubre de 2010; nos dejaste, te fuiste al plano celestial a morar al lado del Señor.  Te marchaste…Te marchaste con la paz y la tranquilidad con las que viviste, obedeciendo al llamado del creador que nos dio la vida y con el que cultivaste una única y estrecha relación en el transcurso de tu existencia, que trasmitiste a tus hijos, a tus nietos y a todas las personas que tuvieron el maravilloso privilegio de conocerte.

Tu partida…Tu partida colocó a tus hijos y a tus nietos, frente al mayor de los retos…El reto de continuar solos, solos transitando en este camino que llamamos vida, sin la guía de quien siempre estuvo, de quien nunca tuvo una excusa para asumir sus múltiples responsabilidades, sin titubeos ni temores; sin esa madre luchadora, pionera y ejemplo a seguir en nuestra familia. ¡Mas sí seguros!…Seguros, convencidos y confiados en lo que nos inculcaste, en que siempre contaríamos con la guía de Dios; con el cuidado, la ayuda y compañía de ese Padre celestial que nunca nos abandonará, porque somos sus hijos amados…

¡Quién nos lo hubiera dicho!… ¡Quien nos hubiera advertido que hoy ya no estarías con nosotros disfrutando de tus amados nietos y que tu partida iba a significar tanto mami!… ¡Qué realidad tan dura la que nos ha tocado afrontar con tu ausencia!…¡Cuántas sorpresas con tantos y tantas!…Sin embargo…Sin embargo, estamos en paz, en paz con Dios, quien por su voluntad incuestionable y soberana te separó de nosotros por un instante en este plano, para colocarte justo a su lado, en el paraíso anhelado, desde donde velas cada segundo que transcurre de nuestra existencia y donde nos esperas pacientemente, hasta cuando el Señor decida reunirnos.

¡Qué privilegio!… ¡Qué privilegio hemos tenido tus hijos y nietos, de ser tus descendientes!… ¡Qué satisfecha debes sentirte, donde quiera que te encuentres, por tu ardua labor realizada con nosotros!…Satisfecha porque, en estos años sin tu presencia física, hemos tenido la oportunidad de poner en práctica tus enseñanzas y tu ejemplo de mujer guerrera; así como de hacer uso de las herramientas que pusiste a nuestra disposición desde antes de que tuviéramos conciencia de los avatares del día a día de los adultos.  Elementos que nos han permitido continuar…Continuar con la frente en alto, sorteando todas las situaciones que la vida nos ha presentado, sin desmayar, sin desviarnos del camino correcto y siempre con la vista puesta en la meta.

¡Cuánta fortaleza!… ¡Cuánta fortaleza nos ha trasmitido tu partida!… ¡Es increíble!…Tan increíble que también con tu partida nos sigas enseñando…Nos sigas enseñando tantas realidades que sólo con experiencias como ésta se logran interiorizar.

Hoy, habiendo enjugado ya tantas lágrimas y reforzado el corazón con la fe y la fortaleza que sólo el Señor puede transmitir; nosotros, tus hijos y tus nietos, celebramos tu vida…Celebramos esa vida que fue de tanta bendición y soporte para tantos y tantas que ya han tomado su rumbo; y cada día transmitimos a tus nietos -que no tendrán el maravilloso privilegio de disfrutarte- el inconmensurable amor que profesabas por ellos.

¡Ojalá!…Ojalá que el Señor me brinde la oportunidad de acercarme, aunque sea un poco, como madre y como mujer, a lo que, en esas dos facetas de tu vida, representaste en este plano.

Te amamos y te extrañamos cada día más…

P.D. Que estas palabras sirvan como una expresión diáfana y sincera, de los sentimientos que afloran en una hija, ante la falta de una madre excepcional.