Parafraseando aquellos viejos anuncios de la lucha libre, todos los caminos conducen el próximo miércoles 26 de septiembre a las 8:30 p.m. a la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, donde las fundaciones Sinfonía y Eduardo León Jimenes presentan la Gala de Ganadores del Concurso Internacional de Piano Van Cliburn; y también conducen el venidero mes de octubre a Fine Arts Novo Centro que presenta, desde el jueves 4, su IX Festival Internacional de Cine, y desde el sábado 6, la temporada 2018-2019 de The Met: Live in HD con diez óperas transmitidas en vivo y directo desde The Metropolitan Opera House. Las tres primeras son en octubre:
Sábado 6 a la una de la tarde (con encore el jueves 18 a las 6:30 p.m.): “Aida”, de Giuseppe Verdi, con libreto de Antonio Ghislanzoni, basado en la versión de Camille du Locle de la historia propuesta por el egiptólogo Auguste Mariette. Encabezan el elenco Anna Netrebko, Anita Rachvelishvili, Aleksandrs Antonenko, Quinn Kelsey, Dmitry Belosselskiy y Ryan Speedo Green. Dirige la orquesta Nicola Luisotti en una producción de Sonja Frisell.
Sábado 20 a la una de la tarde (con encore el miércoles 24 a las 6:30 p.m.): “Sansón y Dalila”, de Camille Saint-Saëns, con libreto de Ferdinand Lemaire. Encabezan el elenco Elīna Garanča y Roberto Alagna. Dirige la orquesta Mark Elder en una producción de Darko Tresnjak.
Sábado 27 a la una de la tarde (con encore el miércoles 31 a las 6:30 p.m.): “La Fanciulla del West”, de Giacomo Puccini, con libreto de Guelfo Civinini y Carlo Zangarini, basado en una obra de David Belasco. Encabezan el elenco Eva-Maria Westbroek y Jonas Kaufmann. Dirige la orquesta Marco Armiliato en una producción de Giancarlo del Monaco.
La ópera y la gastronomía tienen una relación muy estrecha que se manifiesta en las numerosas referencias a la comida y la bebida que contienen óperas de Verdi (como “La Traviata”, “Ernani”, “Rigoletto”, “La forza del destino”), Puccini (“Tosca”, “La Bohème”), Mozart (“Don Giovanni”, “El rapto en el serrallo”) y otros compositores.
Es famosa la pasión de Rossini por la gastronomía, pues el compositor de “El Barbero de Sevilla” y “Guillermo Tell”, era un gran aficionado a la cocina y la buena mesa, como también lo son Plácido Domingo, co-propietario junto al chef mexicano Richard Sandoval de una cadena de restaurantes, y Juan Diego Flórez, que en su natal Perú posee un restaurante. Otro célebre tenor, Carlo Bergonzi, estableció un restaurante cuyo nombre es el título de una ópera de Verdi, “I Due Foscari”, ubicado en el pueblo natal del propio Verdi (Busseto, Italia).
Existe una bibliografía sobre gastronomía y ópera, que comencé a descubrir hace 17 años gracias a un libro sobre el cual escribí, en el inolvidable suplemento Biblioteca que editaba José Rafael Lantigua en el Listín Diario (edición del 11 de noviembre de 2001), un artículo que comenzaba así:
“Con el título “Gastronomía musical” han publicado un libro el tenor José Carreras y la fundación que él preside para la lucha contra la leucemia, conjuntamente con Ediciones Martínez Roca, de Barcelona, editorial que ha cedido a beneficio de dicha fundación los derechos del libro, el cual “pretende ser un homenaje a la ópera en todos sus aspectos, incluso los culinarios, e intentar que se conozca mejor” (página 12).
“Gastronomía musical”, que tiene el subtítulo “Un menú para cada ópera”, repasa cuarenta óperas escogidas por Carreras partiendo de su relación con ellas al formar parte de su repertorio o su discografía o por considerarlas sus favoritas. De cada una se brindan informaciones básicas, se describen sus características, se relatan sus argumentos, se cita el texto de una de sus arias (tanto en su idioma original como traducido al español) y se reseña la discografía y videografía de Carreras interpretándolas. Como algo novedoso (y de ahí el título del libro), se ofrecen recetas de platos típicos o tradicionales de la ciudad o región donde tiene lugar la acción de cada ópera, llegando al extremo de que cada plato es “acompañado de un exhaustivo análisis nutricional de la combinación de sus ingredientes para controlar mejor lo que comemos y poder cuidar así nuestra salud” (página 12).
Por ejemplo, el menú de “Carmen” consiste en crema sevillana de coquinas, perdices al estilo andaluz, merluza al estilo de cortijo sevillano y dulce de membrillo, mientras el de “La Traviata” consiste de ‘roulade’ de mújol, chateaubriand con patatas soufflées y trufas de chocolate y licor, en tanto el de “Tosca” contiene sopa minestrone, spaghetti alla carbonara y tiramisú, el de “L’elisir d’amore” sopa de albahaca y piñones, tallarines con liebre y helado de miel de castaño, y el de “Lucia di Lammermoor” caldo escocés, venado con salsa de ajo y pimienta y budín de almendra tostada”.
Cuando escribí mi citado artículo de 2001, no sabía que, el año anterior, otra editorial española (Siglo XXI de España Editores) había publicado cuatro libros de Attardi Anselmo y Elisa De Luigi titulados “Un festín para Aida”, “Un festín para Lady Macbeth”, “Un festín para Don Giovanni” y “Un festín para Papageno”, que contienen recetas inspiradas en las óperas “Aida” y “Macbeth”, de Verdi, y “Don Giovanni” y “La flauta mágica”, de Mozart.
Otros libros publicados en España que relacionan la ópera y la gastronomía son: “En la mesa con Rossini”, por Alessandro Falassi con ilustraciones de Eduardo Arroyo (Galaxia Gutenberg, 1993); “Cenando con Mozart”, por Juana Barría Aguiló (Ma Non Troppo, 2006); “Sinfonía gastronómica (música, eros y cocina)”, por Roberto Iovino e Ileana Mattion, traducción de Mario Merlino (Ediciones Siruela, 2009); y “Diez menús para un concierto: la cocina de la música”, por Joan Roca (Galerada, 2008). Este último contiene cuarenta recetas inspiradas en obras de diez compositores (Verdi, Rossini, Puccini, Mozart, Beethoven y otros cinco) y viene acompañado de un CD del pianista Antoni Besses, titulado “Cubiertos de música”, con diez improvisaciones libres a partir de las diez obras inspiradoras de las recetas.
En Francia han sido publicados “Rossini. Les péchés de gourmandise”, por Peter Knaup (fotografías), Thierry Beauvert (texto), Natalie le Foll (recetas) y Alain Ducasse (prólogo) (Éditions Plume, 1997) y “A la table de Verdi”, por Eva Gesine Baur (Éditions du Chene, 2001), mientras en Inglaterra han sido publicados “Music and Menus from Italy: Great Italian Arias, Classic Italian Recipes”, por Antonio Carluccio (Pavilion Books, 1996), el cual viene acompañado de un CD con 17 arias de óperas italianas, cada una con su recomendación para un determinado menú, consistente en cuatro de las sesenta recetas contenidas en el libro; y “The Opera Cooks”, por Evelyn Rillé y Johannes Ifkovits (Opera Rifko Verlag, 2011), que recopila las recetas favoritas de 64 cantantes (entre quienes hay algunos que hemos visto en las óperas transmitidas en el cine Fine Arts Novo Centro desde The Metropolitan Opera House, como Renée Fleming, Anna Netrebko, Deborah Voigt, Ramón Vargas, René Pape, etcétera).
Por lo menos otros seis libros que relacionan la ópera y la gastronomía han sido publicados en Estados Unidos, de los cuales dos por la editorial newyorkina Stewart, Tabori & Chang: “Opera Lover’s Cookbook. Menus for Elegant Entertaining” (2006), por Francine Segan y con prólogo de Renée Fleming, que contiene 125 recetas inspiradas en óperas; y “The Metropolitan Opera Cookbook” (1988), editado por Jules Bond y prologado por Plácido Domingo, que reúne las recetas favoritas de numerosas figuras de la historia de The Metropolitan Opera House, desde cantantes y músicos hasta miembros del personal técnico y administrativo (Enrico Caruso, María Callas, Luciano Pavarotti, Marilyn Horne, Joan Sutherland, Kiri Te Kanawa y un largo etcétera, incluyendo al dominicano Oscar de la Renta, quien era miembro del consejo directivo de The Metropolitan Opera Guild y de The Metropolitan Opera Association).
Los tres siguientes contienen recetas de María Callas, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, José Carreras, Alfredo Kraus, Franco Corelli, Mario Del Monaco, Richard Tucker, Renata Tebaldi, Joan Sutherland, Leontyne Price, Anna Moffo, Teresa Berganza, Beverly Sills y un largo etcétera: “The Bel Canto Cookbook. For All Opera Lovers and Gourmets”, por Peter Gravina (Doubleday & Company, Inc. New York, 1964); “What Aria Cooking? San Francisco Opera Cookbook” (The San Francisco Opera Guild Auxiliary, San Francisco, California, 1974); y “Bravo, Chef! The Dallas Opera Guild Cookbook” (Wimmer Brothers Books, Memphis, Tennessee, 1983).
El sexto lo publicó la editorial californiana Menus and Music Productions: “Dining and the Opera in Manhattan” (1994), por Sharon O’Connor, que compila recetas de chefs de 21 restaurantes de Manhattan, adonde la autora nos recomienda que vayamos a cenar después de presenciar una ópera, para que cerremos la noche con broche de oro. El libro trae un CD con 17 arias interpretadas por Plácido Domingo, Montserrat Caballé, Leontyne Price, Anna Moffo y otras voces privilegiadas.
Volvemos a Gioachino Rossini, cuya pasión por la gastronomía lo llevó a retirarse de la ópera a la edad de 39 años (cuando ya había compuesto 38 óperas) para dedicarse a cocinar y a crear nuevas recetas. Mucho tiempo después, compuso pequeñas piezas para instrumentos de cuerdas, algunas de las cuales tituló con nombres gastronómicos: "Entremeses", "Rábanos", "Sardinas", "Pepinos", "Almendras", "Vinagre", "Aceite", etc.
En uno de los artículos que escribió en La Información el Dr. Arnoldo Stern y que se reúnen en el libro "De músicos… al azar" (Letra Gráfica, Santo Domingo, 2010), cuyo editor y compilador es el Dr. Piero Espinal Estévez, son citadas las siguientes palabras de Rossini:
"Lo que el amor es para el corazón, el comer lo es para el estómago. El estómago es el gran director de la orquesta de nuestras pasiones. Un estómago vacío representa para mi mente un fagot o un piccolo gruñendo su descontento o chillando su envidia. Un estómago lleno, por otra parte, es el triángulo del placer y el timbal de la alegría. Respecto al amor, considero que es sobre todo una prima-donna, la diva que canta en nuestro cerebro su cavatina que intoxica al oído y captura al corazón. Comer y amar, cantar y digerir, son los cuatro actos de una ópera cómica llamada vida, la cual se desvanece como la espuma en una botella de champaña. Cualquiera que la deja evaporarse sin gozarla, es simplemente un idiota".
El 13 de noviembre próximo es el 150 aniversario del fallecimiento de Gioachino Rossini. Por cierto, la Fantasía sobre temas de Rossini para violoncello, contrabajo y orquesta, de Giovanni Bottesini, forma parte del programa del cuarto concierto de la temporada de nuestra Orquesta Sinfónica Nacional en la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito el miércoles 3 de octubre. (El tercer concierto es hoy miércoles 19 de septiembre a las 8:30 p.m. y precisamente hoy mismo, pero a las 7:00 p.m. en el atrio de Downtown Center, hay jazz en vivo con Retro Jazz interpretando selecciones de los tres volúmenes de “Jazzeando el cancionero dominicano”).
Despido estas líneas citando a Julio Cortázar: “Entonces pasó algo increíble: Lily Pons puso las alas en Buenos Aires y cantó Lucia y el Barbero, cantó Rigoletto y Lakmé. Yo tenía dieciocho años, junté unos pesos y trepé hasta el paraíso del Colón para escucharla; era tan menuda que mi recuerdo la asimila siempre a las muñequitas que uno encontraba en las roscas de Pascua si tenía suerte, y en la escena de la locura de Lucia se arrodillaba en mitad del escenario y entonces casi se dejaba de verla, pero de esa nada salía una voz que comunicaba directamente del oído al apocalipsis. Ya por ese entonces nuestra cultura familiar aceptaba la temporada wagneriana, pero todavía pasó un tiempo antes de que yo entendiera que los discursos de Wotan o de Amfortas eran algo más que una cura de insomnio; bruscamente nací a la música, en tres meses descubrí a Wagner, Debussy y Jelly Roll Morton. Me tranquilicé: aunque Caruso hubiera muerto, la música seguiría adelante”.