Mediante el decreto 464-21 el gobierno creó el Gabinete de Innovación como parte de una serie de iniciativas dirigidas a mejorar sustancialmente y de forma transversal el funcionamiento del aparato estatal y los sectores productivos.

Esta nueva conformación es un impulso significativo que busca crear las bases de una “cultura innovadora” que genere un crecimiento y desarrollo sostenido en el país.

Pero por qué hoy más que nunca es tan necesario integrar la innovación al quehacer público y privado, podríamos pensar que el Estado tiene ya suficientes prioridades sociales y económicas en términos prácticos y que debe atender con urgencia, como consecuencia de la crisis de la pandemia del Covid-19 del pasado año.

Quizás hasta podríamos fundamentar que por encima del tema de la innovación resulta imperativo en estos momentos, una verdadera racionalidad y eficiencia en los gastos gubernamentales, la creación de nuevos incentivos y subsidios para la recuperación de los distintos espacios productivos de la economía.

La experiencia práctica nos indica que la implantación de procesos innovadores como parte de la cultura institucional y el desarrollo productivo del país, constituye sin importar el momento, una acertada decisión, siempre y cuando:

a.- Se cumplan y materialicen las condiciones y los fundamentos para lo cual fue creado.

b.- La relación costo-beneficio en su establecimiento debe producir en el horizonte temporal, impactos y externalidades positivas a todos los niveles.

Ciertamente que el impulso de ideas de “Avant Garde” se convierte muchas veces en una tarea cuesta arriba, en cualquier dimensión de dichos propósitos, ya sea a nivel micro en una organización, como a nivel macro en los distintos sectores nacionales.

Esto se explica fundamentalmente por las mismas condiciones de subdesarrollo de nuestro país, la poca institucionalidad y el escaso fomento en estos temas, lo cual a su vez ha ralentizado el desarrollo de una cultura y conducta social de fácil adaptación y auto convicción hacia el cambio innovador.

En ese tenor, el abordaje de procesos e iniciativas de alta creatividad exige pasar balance a todos los desafíos y obstáculos de índole cultural, institucional y tecnológicos que como nación debemos solucionar entre los distintos sectores, bajo una visión y compromiso que permita alcanzar estadios más altos de desarrollo y eficiencia.

Con todo la voluntad y capacidad de mejora que podamos sostener, los actores preponderantes en estas iniciativas deben internalizar y asumir el hecho, el cual no deja de ser una limitante, de que los cambios trascendentales y permanentes requerirán un proceso de larga evolución, pero que en la coyuntura actual no admite más demoras.

Integrar e implantar “Innovación” en la agenda y el quehacer gubernamental resulta muy favorable, aunque en el mediano y largo plazo implica asumir de forma transversal en todas las instituciones, un compromiso real con el empoderamiento ciudadano.

Se trata de poner en marcha todos los resortes y mecanismos que hacen posible una mayor y continua gobernanza entre todos los actores sociales para producir una auténtica integración y un rol ciudadano más participativo en la definición y articulación de las políticas públicas; en especial aquellas que generan una mejor calidad de vida, una mayor competitividad país sobre la base de un alto grado de institucionalidad y de estado de derecho.