De este lado del charco, “Crisis económica” se ha convertido en uno de los binomios más usados. Miserias y desesperanzas son sus consecuencias inmediatas y, sobretodo, generalizadas. Pareciera que el mundo es un tablero en el que se está sucediendo el efecto dominó. El proceso actual comenzó por allá por el 2008, por citar una fecha,  y a Estados Unidos, como en otros periodos históricos, le tocó inaugurar.

En el contexto latino le siguieron otros países como Argentina y México. Mientras que en el caso europeo, Grecia, España y Portugal son sólo algunas de las naciones convidadas al temible festín. Países tras países van cayendo  (o van siendo llevados), una vez más, en recesiones económicas. ¡La crisis se ha globalizado!, dicen unos, ¡Esas son las consecuencias del mundo globalizado!, apuntan otros. Yo me pregunto: ¿Hasta qué punto podemos hablar hoy día de mundo globalizado? Y ¿Por qué sólo se globaliza la crisis?

Si hacemos una rápida revisión de la “Globalización”, encontraremos, en el aspecto histórico,  antecedes como la caída del Muro de Berlín, en 1989. Con la misma finalizó la división del mundo en dos grandes bloques e inició una reorganización, en términos políticos y económicos bajo este sistema, que en sus supuestos teóricos ha de caracterizarse por una creciente  comunicación e interdependencia entre países y que supone una unificación, en condiciones homogéneas, de sus mercados.

Este fenómeno, como tal, llamó la atención de estudiosos e investigadores, siendo objeto de discusión varios aspectos. Algunos de ellos fueron de forma, por ejemplo el término, pues algunos teóricos observaron que como proviene del inglés “globalization” donde global equivale a mundial, en castellano sería más adecuado “mundialización”.  Otras fueron de fondo: desde las diversas ciencias se reflexionó sobre sus orígenes. En el caso de la economía Alberto Moncada,  citando a  Immanuel Wallerstein, ubica  el primer sistema mundial en el siglo XVI con la expansión de España y Portugal a América.

Mientras, en  la sociología, el profesor venezolano Jesús Garrido Pérez, en su “Tratado sobre socioglobología”, explica que se tienen como coordenadas las conquistas y avances de Marcopolo, en su afán de unir oriente con el occidente, los viajes de Colón al llamado nuevo mundo, el expansionismo colonialista europeo, la organización en instituciones mundiales como  la ONU, el Banco Mundial, e Fondo Monetario Internacional, la UNESCO y la Organización Mundial del Comercio, entre otras.  Como ejemplo reciente, para llegar a nuestros días, yo agrego a esta lista la conformación de la Unión Europea, que conlleva, en cierta forma,  unificación, en algunos aspectos como la moneda, de las economías de estos países y de algunas políticas.

Tras unas y otras revisiones, hubo una larga y antiquísima producción teórica e intelectual, que concebida desde la tradición económica capitalista, aparecen teóricos como Marshall Mc Luhan, quien inventó el concepto de “aldea global”;  George J. Stigler , premio Nobel de Economía  1982 por sus investigaciones de los mercados;  Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía, por el desarrollo de un modelo de análisis de mercados con información asimétrica; Anthony Guiddens, politólogo inglés, promotor de la idea de la Tercera Vía y de los impactos de la globalización, Ulrich Beck, sociólogo alemán, uno de los más importantes teóricos sobre la globalización, Immanuel Wallerstein, historiador y sociólogo que desarrolla la idea de los “sistemas mundiales” y  Octavio Ianni, sociólogo brasileño e importarte teórico latinoamericano sobre temas globales, entre otros.

Bajo sus aportes, es válido la definición de la globalización, por citar alguna, como: “Un proceso que conlleva la unificación de las economías de los distintos países y que por lo tanto implica una interdependencia económica y comercial entre las naciones en cuanto a bienes, servicios y capitales se refiere”.

El proceso de globalización, ha sido promovido y defendido desde las lindes capitalistas bajo la idea de que la eliminación de las barreras arancelarias y la apertura de los mercados que supone implican riquezas sustanciales y homogéneas para todos los países. Así lo afirman  instituciones como son el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, quienes presentan como  argumentos básicos para su defensa, los siguientes:

  • la globalización abre un esquema general de oportunidades en igual medida para países ricos y pobres.
  • La globalización y el capitalismo traen consigo, como consecuencia de la prosperidad económica, un proceso benéfico de extensión de las libertades civiles.
  • El mercado libre produce una expansión efectiva de recursos, a mayor beneficio de todos los países que estén envueltos. En general, esto conduce a reducción de precios, más empleos, incremento en la producción y en los niveles de vida.

A esto se suman otras bondades globalizadoras que expone el Banco Mundial como resultado de la globalización: Aumento del Comercio internacional, aumento de la Inversión Extranjera Directa y aumento del Flujos del mercado de capitales.

Estas promesas han sido llamadas por algunas como “Las promesas rotas” o “las promesas incumplidas”. La suspicacia viene desde un esfuerzo teórico y práctico conocido como “Crítica a la globalización”. Así son llamados los planteamientos teóricos que en contra de la globalización han formulado una pléyade de  intelectuales y activistas sociales. Esta postura adversa nació con la globalización misma, ya que si la globalización ha sido defendida y sustentada desde las lindes capitalistas, la crítica se ha dado desde el marxismo, la izquierda y los sectores progresistas, por lo que también este proceso viene de antaño.

Efectivamente, alrededor de la década de los años 80s intelectuales como Leonardo Boff, Ignacio Ramonet, James Petra, Noam Chomsky, entre otros, han escrito libros y artículos con una serie de requisiciones a la globalización. ¿Qué critican? Si revisamos los planteamientos de estos pensadores, encontraremos que, de manera general y concisa, la inconformidad se refiere a desigualdad en las reglas del juego (no todos los países compiten en igualdad de condiciones) y en la obtención de los beneficios (los ricos se hacen más ricos, los pobres más pobres).  Revisando sus obras  y la de otros autores como  Pepa Roma, Wayne Ellwood, y  Joseph Stiglitz encontramos que las críticas giran en torno a:

  • La globalización es más capitalismo. Leonardo Boff,  teólogo, filósofo, escritor, profesor, y ecologista brasileño explica que la globalización es el proceso mundial de homogenización del modo de producción capitalista,  de los mercados y de las transacciones financieras, del entrelazamiento de las redes de comunicación y del control mundial de las imágenes y de las informaciones. “La lógica que la preside es la competición de todos contra todos”, dice.
  • Desigualdad en los mercados. Un aspecto clave de la globalización es la apertura de los mercados, por lo que países “pro globalización” predican y fuerzan la apertura de los mercados en los países subdesarrollados. Sin embargo, mantienen sus mercados cerrados en relación a los países en desarrollo.
  • Desigualdad en los subsidios. Como parte de los Tratados de Libre Comercio, se solicita  que en los países subdesarrollados los gobiernos eliminen los subsidios a los productores locales, pero igual que en el punto anterior, los países desarrollados continúan subsidiando a sus productores.
  • Consecuencias sociales muy virulentas. Ignacio Ramonet, una figura clave del movimiento antiglobalización, explica que la globalización ha traído consigo unas consecuencias sociales muy virulentas, entre las que se encuentra un rápido aumento de las desigualdades, el incremento del desempleo, la desindustrialización y un deterioro de los bienes y servicios públicos. Se pregunta “Si evaluáramos nuestro mundo globalizante de hoy, ¿qué nos encontraríamos? Pobreza, analfabetismo, violencia y enfermedad que van en aumento. La quinta parte más rica de la población mundial posee el 80% de los recursos del mundo, mientras que la quinta parte más pobre apenas posee el 5%. Este es al parecer el hermoso mundo nuevo de la globalización”.
  • Mantiene una política de dominación imperial, más que de  intereses globales y de explotación. Se supone que en un mundo global han de respetarse los intereses de todos. Sin embargo, los que ostentan el poder económico imponen sus intereses económicos al resto de los países a través de instituciones como el FMI, la OMC y el BM. En tanto, que su poderío militar es defendido por el El G-8 y la OTAN. El sociólogo estadounidense James Petra, es otro pensador clave de la crítica la globalización, y en su obra “El imperialismo en el siglo XXI: la globalización desenmascarada”, escrita junto a Henry Veltmeyer, explica que la globalización no es tal cosa, sino imperialismo pues en su opinión la base de este sistema sigue siendo la  dominación y explotación capitalista.

Súper desarrollo tecnológico y subdesarrollo social: la gran contradicción global

En el caso del paradigma de las tecnologías y la llamada “Sociedad de la Información”, también se toma en cuenta la influencia de la globalización. La misma es analizada por sociólogos de la talla de Manuel Castells, quien al referirse a las connotaciones económicas y globales, señala las contradicciones entre “lo global” y “lo local”. Este intelectual indica que, por ejemplo,  la economía de la sociedad de la información es global, pero que no todo es global, sino las actividades estratégicamente decisivas: el capital que circula sin cesar en los circuitos electrónicos, la información comercial, las tecnologías más avanzadas, las mercancías competitivas en los mercados mundiales, y los altos ejecutivos y tecnólogos.

Señala, además, el tinte cultural de este tema, que también es colocado por Samuel Huntington en su libro: “El choque de las civilizaciones”, en el que el autor identifica a las civilizaciones como actores políticos principales del siglo XXI y a sus culturas como los motivos principales de los enfrentamientos.

En el caso de Castells, él explica que la mayoría de la gente sigue siendo local: de su país, de su barrio, y esta diferencia fundamental entre la globalidad de la riqueza y el poder y la localidad de la experiencia personal crea un abismo de comprensión entre personas, empresas e instituciones. Resalta, además, las contradicciones entre los cambios  derivados de los avances tecnológicos y los atrasos en materia social. Dice Castells: “Por ello es a la vez la sociedad de las proezas tecnológicas y médicas y de la marginación de amplios sectores de la población, irrelevantes para el nuevo sistema”.

Es como desde hace tiempo vienen señalando los críticos de la globalización: ¿Por qué solo se insiste en globalizar el mercado? ¿Por qué no se globaliza, la educación, la salud, la riqueza? Con esto sí que el mundo sería otro y mientras no se haga sólo podremos hablar de integraciones convenientes ejecutadas  a medias y de forma interesada.