Apuntes para un manual de sociología barata
El panorama
La atmósfera sugiere una gallera-teatro “semi-arena”, intervenida por la pieza musical “Suite folclórica” del fenecido compositor dominicano, Luis “Días.”
Yago: “Yo no soy el que soy.” es una frase metafórica contenida en la trama Otelo. La intención escénica de Fausto Rojas es restructurar unas de las grandes tramas del teatro universal.
La escena que ve el director, es un dispositivo teatral atrevido, el texto está alterado, vituperado en lo mayúsculo y lo minúsculo. La puesta tiene altas y bajas, las altas sobre salen, fajarse con Shakespeare y salir “airoso” no es asunto de imberbe, ni de directores minusválidos. El montaje es creativo, muestra una dirección con talento. Es la búsqueda de un joven director; él ha manifestado en otros montajes que posee un gran universo creativo.
Su propuesta mezcla la intriga telenovelesca del Drama Shakesperiano con elementos idiomáticos y musicales de la dominicanidad. La trama es dinámica, mantiene un ritmo fluido. El cuento no se dispersa, la acción de la “fabula” es transparente, pero de momento, el cruce con la dominicanidad folclórica es superficial y simple. A veces cae en lo cómico caricaturesco.
Montaje
El uso de la iluminación, la disposición del espacio, el decorado escenográfico y la geometría plástica de las escenas se colocan en las alturas de un montaje profesional, creativo y bien cuidado. La música como texto y pretexto sigue siendo la cenicienta del montaje.
La puesta en escena está diseñada con un bellísimo volumen visual. La escena nace y muere en cualquier altura del escenario, es un recurso que fortalece el ritmo y la síntesis argumental de la trama. Aún más, integra y acerca al público como parte del espectáculo, lo involucra como testigo de la intimidad.
Lo que se propone la mirada “envenenada” de Fausto Roja es una ruptura, una nueva era para la compañía teatral dominicana, que por fin se enfrenta con el teatro clásico universal. Hay una luz en el camino, esperamos que “La compañía De Teatro Dominicana” salga de tantos años de atolladeros y montajes chapuceros.
Los actores
En montaje alguna había visto tan creíble y vigoroso al actor Orestes Amador, su actuación de Yago queda como un buen legado para el teatro dominicano. En la medida que avanza la trama su presencia y energía es grandiosa.
El Otelo representado por el talentoso actor Johnnié Mercedes está diseñado casi como una actuación de cine, natural, no tiene dimensiones sobre actuadas. El actor se apodera de un tono de voz grave que le impregna autoridad al personaje. Sus momentos junto a Yago son impactantes, atrapan, amplían la acción dramática del montaje.
No hay gestos, transición ni mirada en que Johnnié Mercedes abandone la autoridad militar, arrojada y valiente del personaje Otelo.
Nileny Dipton, como Desdémona, logra el perfil de la mujer “sumisa” y casta, transmite la dulzura y la ternura con que Shakespeare pinceló el personaje, pero en un escenario más grande tendría dificultad de proyectarse al público porque el metal de su voz se muestra endeble.
Ernesto Báez en rol de Casio, funciona como un actor eficiente pero no hubo un momento de su actuación que mostrara nervios, profundidad y encanto.
El talentoso actor Manuel Raposo en el personaje de Rodrigo no logra mostrar profundidad alguna en la grafía de su actuación. Sus acciones son pocos delicadas y su voz deja mucho que desear.
La actuación de Gilberto Hernández interpretando a Brabancio, se sitúa en la actuación que vence pero no convence, se sentía un poco tenso y sobre actuado, lo cual no le quita efecto convincente a su breve acción en ese rol.
Cristela Gómez, desde su figura, es Emilia, una actuación simple, sin alarde alguno, de momento con algunas equivocaciones pero sentimos y vimos en ella la noble servidumbre entregada a Desdémona.
Con sus altas y sus bajas, los demás actores y actrices secundarios funcionan como fichas claves para armar el ajedrez dramático.
El final
El proceso de síntesis traicionó el talento imaginario de Fausto Rojas, a cambio de qué el director desperdiciar ese preludio final, ese soliloquio superlativo, angustioso y trágico que escribió Shakespeare para ese momento. Ese instante humano que envilece al héroe “Otelo.” Por qué dispersar ese gran final planteado por el dramaturgo, no dejando que el actor Otelo le dé el frente a la acción dramática: “a esa antesala pre y post crimen de Desdémona…” Por qué desperdiciar la organicidad pícara, lucida, inteligente, las hermosas transiciones con que Johnnié Mercedes defiende al Personaje. ¿Falta de experiencia o de visión escénica? No lo sé, pero en ese instante el espíritu de Shakespeare se sintió burlado. Y para colmos, pone el crimen en la acción de Yago. ¿Qué pasó ahí señor Fausto? Nunca debió resolver ese final de forma tan fácil.
En todas las versiones que he visto de Otelo, hay tres momentos sagrados y únicos, que por más que se recreen, se respectan:
- El conflicto del padre con su hija por el amor que ella siente por el moro.
- La trama del pañuelo como dispositivo dramático.
- Y la atmósfera del asesinato de Desdémona en los brazos de Otelo. ¿Por qué desperdiciar o simplificar ese instante que dimensiona lo trágico más allá de lo anecdótico?
Ni el genio Orson Welles en su magnífico film sobre Otelo https://www.youtube.com/watch?v=8inSYfHvmkwen se atrevió a trastocar ese final, dibujado por un genio de la tragedia. El final de Otelo, no es solamente la estocada final de la desventura; es más humano en su intención porque nos permite saborear el laberinto angustioso de los celos y la debilidad del héroe.
Nota:
El Otelo dirigido por el talentoso y trabajador Fausto Rojas debe seguir rodando, un excelente esfuerzo que no debe agotarse en seis funciones.