El día 18 de noviembre 2017 caminaba por la zona colonial de Santo Domingo, cuando vi por un lado a un grupo de más de 800 personas con pancartas, reunidas alrededor de la música y el teatro, y por otro lado un grupo de unas 15 personas, izando banderas dominicanas al frente del altar de la patria, y acordonadas por más de 30 policías. En el otro extremo de la calle, más de 40 policías. A la vez, merodeaban de un lado a otro, policías antimotines.

Como ignorante ante la situación, me acerqué a unas ocho personas, entre policías (creo que le pregunté a cinco), a un turista y a dos civiles para preguntarles qué estaba pasando. Todos ellos me dieron la misma respuesta: son haitianos que quieren tener los mismos derechos que los dominicanos, y los que están al frente del altar de la patria, son dominicanos que defienden la patria. Las dos respuestas más emblemáticas fueron la de una mujer policía, de politur, y un turista con acento francés.

La mujer de politur dice: “bueno, esos son unos haitianos que dizque quieren ahora tener los mismos derechos que nosotros los dominicanos”, mientras yo les pregunto… “y los de allí al frente, ¿qué hacen?”, refiriéndome a los que estaban en el Altar de la Patria. “Oh, nosotros estamos allá al frente como buenos dominicanos, defendiendo nuestra patria”. Dentro de mí, resonaba la frase… “y nosotros estamos allá al frente, como buenos dominicanos”.

El turista con acento francés me respondía: “esos son unos haitianos que están protestando porque los están discriminando en la universidad, porque a pesar de que ellos están pagando, no los están tratando bien. Eso fue lo que vi en la noticia en el día de ayer”. Ciertamente, parece ser que un grupo de estudiantes haitianos había tenido una rueda de prensa el viernes 17 de noviembre. Ya ese mismo día alguien me había dicho por teléfono que estudiantes universitarios habían estado ante las cámaras de televisión.

En realidad, aunque me había puesto como ignorante ante la situación, sabía de qué se trataba. De un lado, más de 800 jóvenes dominicanos demandando al Estado dominicano que les reconozca la nacionalidad dominicana. Y por otro lado, un grupo de unos 15 dominicanos se manifestaban, diciendo que estos jóvenes no son dominicanos, sino haitianos. Y hay que decirlo, con cierto grado de virulencia. Había uno de ellos que decía: “¿quién me sigue? ¿quién se atreve a ir conmigo a darle pa´bajo a esos haitianos?” Todo esto lo decía al frente de las autoridades sin que éstas hicieran el más mínimo intento de calmar a este ciudadano.

El amplio espectro de la sociedad dominicana entiende que estos jóvenes son haitianos, no dominicanos. Así que yo me pregunto, ¿Qué es lo que estos jóvenes quieren comunicar y a la vez qué están comunicando? ¿Cuáles son los canales de comunicación que están utilizando? ¿Quién o quiénes son los interlocutores de estos jóvenes y/o organizaciones que se manifiestan pacíficamente? ¿Cuáles son las estrategias utilizadas? Y a la vez, ¿cuáles deben de ser las mejores estrategias para comunicar lo que ellos quieren comunicar?

Las personas y organizaciones que apoyan a estos grupos pueden tomar este día para aprender. Algunos dicen que se está avanzando, otros parecen revivir los momentos más álgidos de finales del año 2013, y principios del 2014 después de la Sentencia del Tribunal Constitucional 168-13.

Desde hace muchos años, desde una visión antropológica del ser humano, creo que un elemento clave que define a un ser humano, es su capacidad que tiene para aprender. Desde que anulamos esa capacidad, nuestro sentido de ser humano se reduce. Entiendo que nuestra capacidad para aprender es un elemento constitutivo de todo ser humano, así como lo es nuestra capacidad para amar, a ser solidarios, a pensar… En tal sentido, creo que este hecho del 18 noviembre, nos sitúa en un momento histórico para aprender, para aprender entre todos a dialogar y actuar de una manera renovada de cara al futuro.